Rosa Aguilar Ramos, ex subdirectora de Comunicación y Difusión del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), acudió este jueves a presentar una denuncia en contra del director de este organismo, Cuauhtémoc Sánchez Osio, por tratos crueles, inhumanos y degradantes.
La ex funcionaria de Conafe acudió ante la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra), de la Fiscalía General de la República, y confió en que las autoridades tomen medidas pertinentes para evitar que el acoso a sus ex compañeros no siga.
“Yo lo que quiero es que se demuestre que digo la verdad, el señor ha negado este tema y me sorprende, estoy admirada de cómo lo está haciendo, digo yo no tengo necesidad de mentir, no estoy pidiendo nada ni reinstalación ni me estoy victimizando, solo estoy diciendo lo que fue y lo que son las cosas y esperaré la resolución correspondiente”, comentó en entrevista con Milenio.
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Explicó que la denuncia la presentó ella sola, aunque aseguró que hay muchos de ex trabajadores de la Conafe que han sufrido acoso y despidos injustificados.
“Hay gente que sigue trabajando y que no dice nada porque tiene miedo de perder su empleo. Subdirectores y gente que está cercana a la dirección general. La violencia no tiene justificación, seamos mujeres, hombres, debe de parar esto, Conafe vive atemorizado”, abundó.
Negó que haya esperado al día contra la violencia a la mujer para hacer público su caso, pues desde el 19 de noviembre presentó una queja ante la CNDH, y señaló que si esperó fue porque no fue fácil aceptar lo que le había pasado.
“No es fácil salir, redactar una denuncia. Eran días que no me quería levantar, eran las 4 am y no podía dormir, amanecía llorando, se me cayó el cabello, de nervios, de estrés, de angustia. No fue fácil, fue un mes en el que me tomé el valor”
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Relató parte del acoso que denunció: “El señor me gritó, golpeó escritorios, sillas, hubo momentos donde me violento en exceso. Si me decían: ve a la dirección general, me ponía mal, sudaba de las manos, porque yo sabía que algo iba a pasar, algún grito, regaño.
“La última que hizo; Golpea el escritorio y grita 'ven para acá', se pone enfrente, él mide un metro 90, yo uno 60 y me dijo con toda ira 'no me hables así delante de la gente' y ahí es cuando decido renunciar al trabajo que yo amaba”.
RLO