Abuelazgo. Miles de padres viven como un duelo la decisión de sus vástagos de no tener hijos, quienes exponen factores de economía, salud, pareja, estado del mundo y cambio climático para decir no
Lydia Birk, de 56 años, conserva su ejemplar favorito de El conejo de terciopelo desde que sus tres hijos —de entre 20 y 30 años— eran pequeños.
Le encantaba ser ama de casa y llenaba su espacio familiar de libros. (Todos sus hijos sabían leer antes de empezar el colegio, recuerda Birk con orgullo). Esperaba ser algún día una abuela cool que compartiera sus historias favoritas con una nueva generación.
Pero ninguno de sus hijos quiere tener hijos. Y aunque esa decisión es “la correcta para ellos”, dijo Birk, sigue rompiéndole el corazón. “Ya no tengo hijos pequeños, y ahora no voy a tener nietos. Así que esa parte de mi vida se ha acabado”.
Como Birk, un número cada vez mayor de personas de la Generación X y baby boomers se enfrentan al hecho, a veces doloroso, de que nunca llegarán a ser abuelos. Poco más de la mitad de los adultos de 50 años o más tenían al menos un nieto en 2021, menos que casi 60 por ciento de quienes los tenían en 2014. En medio de la caída de las tasas de natalidad, más adultos de Estados Unidos dicen que es poco probable que alguna vez tengan hijos por una variedad de razones, la principal de ellas: simplemente no quieren.
“Eso es lo mejor y lo peor de tener hijos —aseguró el esposo de Birk, John Birk Jr, de 55 años—: ver cómo toman sus propias decisiones, diferentes de las tuyas”.
Aun así, los aspirantes a abuelos como los Birk experimentan una profunda sensación de añoranza y pérdida cuando sus hijos optan por no ser padres, aunque entiendan a nivel intelectual que sus hijos no les “deben” un legado familiar, dijo Claire Bidwell Smith, terapeuta afincada en Los Ángeles y autora de Conscious Grieving. No ayuda que nuestra sociedad tienda a pintar a los nietos como una recompensa por envejecer.
“Siempre oyes a la gente hablar de lo estupendo que es ser abuelo, de que es mejor que ser padre —expresó Bidwell Smith—. Creo que cuando la gente no llega a experimentar eso, hay una pena real que viene con ello”.
Es un tipo de dolor, dijo, que nuestra cultura tiende a no reconocer y del que la gente no sabe cómo hablar.
Sentirse excluido, sin legado
Christine Kutt, de 69 años, tuvo a su única hija a los 42, tras años pensando que no quería ser madre. La experiencia la transformó, compartió, y le ha encantado ser madre. Pero su hija insiste en que no quiere ser madre, señalando su pesimismo sobre el estado del mundo y el cambio climático.
Kutt, que está divorciada y vive en los suburbios de Chicago, vacila entre apoyar la decisión de su hija y esperar en silencio que cambie de opinión.
Sueña con estar rodeada de nietos a medida que envejece, transmitiéndoles sus recetas familiares y su amor por el rock and roll. Incluso cuando su hija era pequeña, imaginaba ese futuro:
“Dios mío, ¡qué divertido es enseñarle todo esto! Y algún día tendrá hijos y podré enseñarles”, dijo.
Según dijo Maggie Mulqueen, psicóloga de Wellesley, Massachusetts, quien tiene la esperanza de tener nietos, se encuentra en una edad en la que experimenta un “encogimiento del tiempo”, con menos años por delante que por detrás. Esto, añadió, puede significar enfrentarse a cuestiones existenciales sobre sus vidas y legados.
Mulqueen, que ha asesorado a muchos baby boomers en su anhelo de tener nietos, ha descubierto que la decisión de no tener hijos puede tensar la relación padres-hijos, sobre todo cuando quien ha soñado con tener nietos no consigue separar la decepción personal que siente de la sensación de estar decepcionado con sus hijos.
Kutt, recelosa de cometer ese error, no habla a menudo del tema con su hija. “Me ha dejado perfectamente claro que no se debe hablar de este asunto”, confesó, aunque a veces no puede evitarlo, y le dice a su hija que la mujer que será dentro de 10 años no reconocerá a la persona que es hoy, y la anima a mantener abiertas sus opciones.
La situación puede parecer un rechazo personal para los padres mayores, dijo Mulqueen. Algunos de sus clientes se preguntan: “¿He metido tanto la pata que mis hijos no quieren tener hijos?”, contó.
Y cuando el grupo de iguales está inmerso en las trincheras de la abuelidad, llevando a los niños a entrenamientos de futbol y recitales de ballet, o gastando los ingresos disponibles en boletos de avión para visitar a la familia, también puede hacer que los que no tienen nietos se sientan excluidos, señaló Mulqueen.
“Es como cuando tus amigos se casan o tienen hijos y tú no”, dijo.
Lamentar la elección de un hijo
Como todos los padres entrevistados para este artículo, Jill Perry, de 69 años, dijo que sus dos hijas —ambas en la treintena y sin hijos— deberían tomar sus propias decisiones sobre la maternidad y que cuentan con todo su apoyo. Pero ahora también sería el momento “perfecto” para convertirse en abuela, aseguró.
Hace dos años, la despidieron de su empleo como directora de un centro de salud para universitarios, tras décadas trabajando como enfermera de urgencias.
Cuando sus amigos publican en las redes sociales fotos felices con sus nietos, Perry siente a menudo el anhelo de lo que podría haber sido. Su casa sería la “casa de la diversión”, dijo, donde los pequeños podrían pintar, vivir aventuras y hacer desastres.
“Creo que esa es la parte que más me cuesta”. No podré hacer eso con los nietos. ¿Qué puedo hacer para satisfacer esa necesidad?”.
Perry se mantiene ocupada con su esposo, sus perros, su club de lectura y el mahjong, pero se siente un poco sola con el paso del tiempo. “Los nietos dan esperanza y luz a tu vida. Creo que tenerlos es un contrapeso al envejecimiento. Porque envejecer es duro”.
La hija menor de Perry, Emily Cox (35 años), dijo que su madre, “en diferentes momentos de la vida había dejado muy claro lo mucho que le gustaría ser abuela”.
Mientras que su hermana mayor siempre ha dicho que no quería tener hijos, Emily se ha sentido más ambivalente, inclinándose por no tenerlos debido a preocupaciones sobre la estabilidad financiera, la seguridad escolar, el acceso a la atención a la salud y no haber encontrado una pareja de confianza.
“Parte de mi proceso de duelo también ha sido: oh, ¿esto es algo que no soy capaz de dar a mis padres? ¿Qué responsabilidad tengo por ello?”.
Bidwell Smith dijo que era importante que los padres como Perry se dieran permiso para reconocer y asumir su dolor. Para algunos, eso es difícil: pueden decirse a sí mismos que simplemente deberían superarlo, porque hay pérdidas mucho más graves en el mundo.
En la medida de lo posible, los expertos animan a los no abuelos a explorar otras facetas de sí mismos y de sus vidas. Quien eche de menos pasar tiempo con los niños puede encontrar formas de implicarse, dijo Mulqueen. Uno de sus clientes, que era contador, se ofreció como voluntario para dar clases de matemáticas en un colegio local.
Bidwell Smith dijo que también podría ayudar preguntarse: si el próximo capítulo de su vida no incluye nietos, ¿qué nuevas actividades o aventuras podrían ser posibles?
El esposo de Perry, David Cox, de 67 años, hace lo que puede para evitar idealizar la experiencia de ser abuelo, cronometrando cuando sus amigos refunfuñan por haberse convertido en una “niñera con exceso de trabajo”.
Aun así, siente punzadas de tristeza, sobre todo cuando él y Perry pasan junto a un parque lleno de niños felices. O cuando recuerda a su abuelo, quien emigró de Sicilia y fue, en cierto modo, más una figura paterna para Cox de lo que lo fue su propio padre.
“Creo que a los dos nos habría encantado devolverle con creces ese regalo de amor incondicional y orientación que recibimos si fuéramos abuelos —dijo refiriéndose a sí mismo y a su esposa—. Pero no va a ser así”.
c.2024 The New York Times Company