El gobierno de Luis Echeverría se caracterizó por una fuerte inclinación a la inversión pública, encaminada a la justicia social como el desarrollo rural y el campo, además de fortalecer la industria nacional como la energética y petrolera, y nacionalizar Teléfonos de México, pero la deuda externa fue un problema que derivó en la primera gran crisis económica en la historia del país.
Fue precisamente el desbalance fiscal el que generó la crisis que dejó sin recursos al gobierno de Echeverría, que mantenía aún el dogma del desarrollo estabilizador heredado de gobiernos anteriores que ante los recursos energéticos prometieron administrar la abundancia.
El papel de la inversión privada era menor, frente a un gobierno que invertía gran parte de su capital para generar desarrollo y que efectivamente generó crecimiento económico que llegó hasta 5.6 por ciento del PIB en la administración de Luis Echeverría, pero cuyas políticas terminaron por secar las arcas.
En el gobierno de Echeverría se subieron los salarios reales y el tipo de cambio del peso frente a otras monedas y principalmente frente al dólar se mantuvo fijo, lo que lo mantenía subvaluado y después generó cuantiosas deudas que se profundizaron ya en el sexenio de José López Portillo.
La solución que encontró Echeverría al desbalance fiscal, fue adoptar un modelo de sustitución de importaciones, de manera que la balanza comercial no se inclinara demasiado en perjuicio de la economía mexicana y su consiguiente efecto en el tipo de cambio y la devaluación.
Desde su discurso de toma de posesión de su cargo el 1 de diciembre de 1970, Luis Echeverría expuso la excesiva concentración del ingreso como amenaza a la continuidad armónica del desarrollo, pero reivindicó a la Revolución y sus logros como garantía de progreso.
“La Revolución Mexicana apresurará su marcha”, dijo ya portando la banda presidencial con el escudo nacional al pecho. “Mientras los más humildes no alcancen niveles decorosos de existencia, el programa a cumplir seguirá en pie de lucha, como impulso ascendente del pueblo y su obra creadora durante este Siglo”, expresó Echeverría Álvarez.
El quiebre
Al asumir el poder Luis Echeverría, en diciembre de 1970, la inflación correspondiente a ese año fue de 4.69% por ciento, mientras que al concluir su mandato ésta se situó en el orden del 27.20 por ciento, un incremento del 480 por ciento.
Esto aunado al final del llamado “milagro mexicano”, que endeudó al país a niveles extremos y los déficits públicos alcanzaron cifras poco manejables. La deuda externa se incrementó de cuatro mil 262 millones de dólares, a 19 mil 600 millones de dólares, esto es un 360 por ciento y pasó a representar el 35.32 por ciento del PIB.
El peso se devaluó un 76 por ciento y la inflación acumulada se situó en un 130 por ciento, el déficit acumulado fue de ocho mil 282 millones de dólares.
Luego de la ruptura con el sector empresarial, el Estado se volvió el empleador más importante del país, pero también en el primer inversionista al comprar las empresas y así no generar desempleo. En seis años el número de empresas paraestatales se multiplicó por diez, de 84 pasaron a 845.
Uno de los protagonistas fundamentales de esta ruptura fue el Grupo Monterrey, que a lo largo de varias décadas logró consolidarse como un actor económico clave del país manteniendo una estrecha relación con los regentes al mando.
Sin embargo, los empresarios regiomontanos encabezaron la ruptura con el gobierno de Echeverría, sobre todo después del asesinato, en un intento de secuestro, de Eugenio Garza Sada. En ese contexto se fundó el Consejo Coordinador Empresarial (CCE).
El sector público en 1976 empleaba 14 por ciento de la población económicamente activa, contra 4.8 por ciento en 1970.
LG