Hilda y Aleida: dos rostros del Che

Entrevista

Amado y criticado por igual, Ernesto Guevara marcó la segunda mitad del siglo XX; aspectos de su vida familiar se mantienen en la sombra, aunque dos de sus hijas echaron luz sobre ella

Ernesto Guevara marcó la segunda mitad del siglo XX
Héctor Benavides
Monterrey /


Dedicado al maestro Horacio Guajardo

Con diferencia de nueve años tuve la suerte de entrevistar a dos de las hijas de Ernesto Guevara, El Che; a Hilda Guevara Gadea, en la Casa de las Américas, en La Habana, Cuba, el 12 de enero de 1994, y a Aleida Guevara March, en Monterrey, el 25 de febrero de 2005.

Hilda, fallecida en 1995, es la niña que aparece en la foto ya clásica, cargada en brazos de su padre, en el patio de una cárcel de la Ciudad de México, en 1956.

Hilda Guevara

¿Cómo recuerda a su padre, el doctor Guevara?

Pienso que a mi papá le gustaría más que le dijeran El Che Guevara, que el doctor Ernesto Guevara de la Serna.

Yo veo al Che en dos planos: está por supuesto que es mi padre y tengo recuerdos muy íntimos del poco tiempo que pasé con él, y luego en otro plano viene lo que pasa después del triunfo de la Revolución (Cubana) en 1959 y hasta 1975. ¿Qué podría decirle? Lo recuerdo como un hombre muy trabajador, esa era una de sus características, o sea, realmente no es eso lo que quiero decir porque trabajadoras hay muchas personas, sino más bien diría que papá era alguien muy dedicado al trabajo.

¿Cuánto tiempo pasaba con ustedes?

Él no tenía mucho tiempo para ocuparse de nosotros, pero cuando estaba lo hacía de manera tal que nos llenaba, digamos por todo el tiempo que hacía que no lo veíamos por todo el que faltaba por vernos de nuevo.

Era también en eso, en el caso nuestro, muy justo, porque a la vez era muy exigente con la disciplina con las cosas que él quería que nosotros llegáramos a hacer, pues fundamentalmente quería llevarnos a ser revolucionarios, pero también muy consciente de las limitaciones propias de la edad de cada uno de sus hijos, y es una cosa también que a mí me ha marcado mucho en la vida.

Del Che, mi papá, se puede hablar en muchas facetas. Yo siento que las fundamentales fueron las que a mí me llegaron más de cerca, fueron las de ese gran sentido de la justicia, sobre todo de su honestidad, su sinceridad para todo lo que hacía y un gran sentido del humor.

Aleida Guevara

¿Qué actividades desempeñaba su papá en México antes de la Revolución Cubana?

Realmente era médico y trabajó en un hospital e hizo investigaciones con un colega de él, de apellido Salazar; investigaciones que me han dicho que fueron muy interesantes, que dieron pie a nuevos estudios y que han seguido las nuevas generaciones de médicos.

Pero por otra parte, para ganarse la vida y poder mantenerse le hacía al fotógrafo ambulante y después cuando se unió al Movimiento 26 de Julio encabezado por Fidel (Castro), vendió su cámara fotográfica.

Le comentaba que yo conocí a su hermana Hilda, en la Casa de las Américas, en La Habana, en 1994…

Sí, ella era bibliotecaria. Yo la quería mucho. Ella era la mayor del primer matrimonio de papi.

Hay una carta que se asegura les dejó a usted y sus hermanos, su papá, ¿qué les dice en ella?

A mí me dijo que fuera muy buena hermana mayor, que ayudara a mamá y por supuesto a mis hermanitos, a todos. Después, a Camilo le dijo que no debía de decir malas palabras en la escuela, porque papi le había inventado un cuento de Pepe el Caimán y en él decía que si Camilo usaba malas palabras en la escuela, Pepe el Caimán le podía morder la pata al viejo, o sea a mi papá.

Celia era muy dulce. Cuando ellos se despidieron —era la más pequeña— le pidió que nunca lo olvidara a él y que ayudara mucho a la abuela en los quehaceres de la casa, y por último, a Ernesto, le decía que si cuando creciera todavía había imperialismo, entonces él y Ernesto, los dos, saldrían a combatirlo y cuando hubieran ganado la batalla se irían de vacaciones a la Luna.

Esa carta la recibimos cuando yo tenía seis años, en 1966.

Aleida, ha sido un gusto muy grande…

Con el tiempo yo llegué a perdonar a mi papá también por esa carta y realmente entendí que los hombres no pueden salirse totalmente del medio donde son educados, y papi es el ejemplo para mí, de que los seres humanos podemos transformarnos a nosotros mismos y podemos exigirnos cada día para ser mejores. Ese es el mejor mensaje del Che: que si queremos, podemos, y simplemente hay que saber amar, entregarse de tiempo completo para poder crear un mundo mejor.


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