Hace 100 años, en 1921, después de la Primera Guerra Mundial, un grupo de amigos se cuestionaba sobre la posibilidad de que escritores e intelectuales hubieran contribuido a exaltar los odios y la xenofobia en la sociedad de la época. Se preguntaron qué pasaría si hubiera una red de escritores que pudieran llevar ideas de paz, comunicación y amistad alrededor del mundo. Entre este grupo se encontraban Joseph Conrad, George Bernard Shaw, H. G. Wells, y la poeta y periodista Catherine Amy Dawson Scott, quien ese año fundó, en Londres, el PEN: Poetas, Ensayistas y Novelistas. La iniciativa pronto tuvo resonancia en todo el mundo. Francia fue el primer país en asociarse, seguido por México, en 1923. Hoy el PEN cuenta con más de 150 centros y funciona a nivel global. Sobre el presente y futuro de esta institución centenaria hablamos con su presidenta, la escritora Jennifer Clement.
¿Cómo ha evolucionado el PEN en estos 100 años?
El PEN fue considerada una organización suprapolítica. De acuerdo con el escritor y Premio Nobel John Galsworthy, su primer presidente, y H. G. Wells, los derechos humanos estaban por encima de lo político. Desde esta perspectiva, la evolución del PEN y los nuevos estatutos que lo rigen, se corresponden con los principios originales, promover la cooperación intelectual y la tolerancia, la libertad de expresión, combatir la censura y defender los derechos de los creadores, en ocasiones víctimas de tortura, encarcelamiento o asesinato. La institución ha sido respaldada por la Organización de las Naciones Unidas y está asociada a la UNESCO.
Entre las iniciativas que has impulsado destaca la de equidad y género. ¿Cómo se gestó y qué repercusiones ha tenido?
Siendo la primera mujer presidenta en 100 años no podía ignorar la importancia del tema. Me sentí muy responsable y he hecho una labor para poner a la mujer escritora y periodista en el centro de la organización. Lo primero fue cambiar la carta constitutiva. Me tomó dos años hacerlo porque originalmente se refería a que un miembro de PEN siempre trata de combatir el odio hacia el nacionalismo, las clases, las razas. Me pregunté: ¿Qué falta? ¿Qué odio falta? En 1921 no se pensaba en el odio a las mujeres o en el odio de género. Ahora la carta se refiere a “todos los odios”, se integra el concepto de igualdad. Luego elaboré el “Manifiesto de la mujer”. Pensé que iba a ser un documento que se quedaría solo dentro de PEN, pero ha tenido un gran éxito. Pienso que se debe a que está escrito desde el dolor, no desde el enojo y la furia. Es un llamado de atención al conocimiento que hemos perdido por no educar a las mujeres, por no darles un lugar. También se refiere a que la religión, la cultura y la tradición no pueden ser más importantes que los derechos humanos, porque son los pretextos que se usan para maltratar o silenciar a las mujeres y a las niñas. Se habla, además, de la violencia como una forma de censura. El documento lo han adoptado las Naciones Unidas y la UNESCO como el corazón de su política de género y se ha traducido a varias lenguas, entre ellas al zulú, lo cual es muy emocionante.
PEN, junto con la organización VIDA: Mujeres en las artes literarias, y la UNESCO, lleva a cabo un estudio cuantitativo y cualitativo sobre desigualdad y marginación de mujeres escritoras. ¿Qué datos ha arrojado hasta ahora?
Se conocen cifras a través de los estudios de VIDA. Cuántos libros de mujeres han sido reseñados o cuántos premios han ganado, entre otras cosas. Cuando ves la gráfica, por ejemplo, del New York Times Book Review, resulta que 80 por ciento de los libros reseñados son de hombres. Otros datos más sutiles arrojan que el libro de una mujer casi siempre es reseñado por una mujer, pues existe el prejuicio de que los hombres no quieren reseñarlos. Ya se estudió que, casi siempre, cuando una mujer gana un premio de novela, su protagonista es un hombre. Eso es impactante porque entonces resulta que las historias de los hombres son más profundas, más universales y, por tanto, son premiadas. Otra cosa que han encontrado es que casi siempre la literatura de una mujer es comparada con la de otra mujer, es raro que comparen a una mujer con un hombre. Son cosas que suceden inconscientemente. Sabemos que los resultados que van a publicarse no serán muy favorables, en unos países más, en otros menos.
Entre las acciones más valiosas de PEN destaca la apertura del primer Centro de lenguas indígenas en México. ¿Cómo está funcionando?
Fue un gran acontecimiento para PEN. Tuvimos un encuentro en San Cristóbal: Escribiendo el futuro en lenguas indígenas. Participaron escritores de Canadá, Estados Unidos, Tíbet, la India, Argentina, Chile, Guatemala, entre otros. Hay muchos proyectos compartidos, estamos traduciendo un cuento titulado El niño invisible, de la escritora finlandesa Tove Jansson. Se está incorporando a escritores en el exilio como miembros de PEN pluricultural. Es muy estimulante que, por ejemplo, un kurdo que está en una cárcel en Turquía, pueda ser miembro honorario del Centro chiapaneco. Países como Ecuador, Bolivia y otros tantos en África se quieren sumar. El año próximo tendremos nuestro congreso en Suecia y será un honor recibir a escritores de Chiapas. Recordemos que PEN cuenta con un manifiesto sobre preservación de lenguas, la “Declaración universal de derechos lingüísticos”, firmada por el Dalai Lama, Octavio Paz, Desmond Tutu, Wisława Szymborska. Una gran defensa de las lenguas.
Por otra parte, se redactó el “Manifiesto de la democracia de la imaginación”. ¿A qué se refiere?
La carta de PEN establece que la literatura no conoce fronteras, tanto las reales como las imaginarias. PEN se opone a las nociones de pureza nacional y cultural que impiden que las personas escuchen, lean y aprendan unas de otras. Una de las formas de censura más insidiosas es la autocensura, se construyen muros en torno a la imaginación que a menudo se rigen por miedo al ataque. La imaginación permite a escritores y lectores trascender el lugar que ocupan en el mundo para incluir las ideas de otros. Para algunos, este lugar ha sido la cárcel, donde la imaginación se convierte en libertad interior y, a menudo, en un modo de supervivencia. Hice, junto con otros miembros de PEN, el “Manifiesto de la democracia de la imaginación”. Uno pensaría que no tendríamos que hacer esto. Es absurdo tener que defender a la imaginación, pero en estos tiempos hemos visto que hay tendencias muy violentas en algunos países que pretenden normar la escritura: “Nada más puedes escribir sobre lo que conoces, sobre el grupo al que perteneces”, como si la imaginación se pudiera hacer a un lado. Un ejemplo es el escritor afroamericano James Baldwin. En una de sus novelas describe a una mujer dando a luz. Es la escena más real, más conmovedora que he leído, y está escrita por un hombre. Consideramos que PEN, siendo la organización más antigua y más grande de escritores, tenía que defender la imaginación.
Por lo que se refiere a periodistas, PEN ha contribuido a señalar y tomar acciones en casos de persecución, censura, asesinato, y otros modos de atentar contra la libertad de expresión. ¿Dónde están los focos rojos?
En México. Tristemente México sigue siendo un país peligroso después de casi doce años. No sabemos de persecuciones o asesinatos a escritores, pero hemos visto situaciones problemáticas relacionadas con una manera de censurar a través de juicios o acusaciones de carácter financiero, básicamente a periodistas. El problema con México es la impunidad, no creo que alguien esté en la cárcel por haber asesinado a un periodista, son crímenes totalmente impunes, es muy grave.
¿Qué temas se vislumbran como los más espinosos en el ámbito del periodismo?
Tuve una reunión con el Dalai Lama, en Tíbet. Él hizo énfasis en el problema del gran desastre del planeta, su destrucción. Lo que importa, dijo, es salvar el aire, los ríos, los océanos. En PEN tenemos claro que viene una terrible violencia contra periodistas que cubren el tema. Lo vemos en las Filipinas. El presidente y el gobierno se han coludido con empresas que están destruyendo las islas y no sé a cuántos periodistas han matado, pero son muchos. Ese periodismo va a ser muy peligroso en todo el mundo.
¿Cómo se van a celebrar los 100 años del PEN?
Estamos haciendo un libro conmemorativo a cargo de diseñadores del Museo de Arte Moderno de Nueva York; tendremos un congreso digital en el que participarán escritores como J. M. Coetzee, Orhan Pamuk, Margaret Atwood, Salman Rushdie y Elena Poniatowska, entre otros. Vamos a inaugurar el archivo digital sobre la historia de todos los centros PEN en el mundo y habrá una gala en Suecia, en 2022.
Frases
“PEN se opone a las nociones de pureza nacional y cultural que impiden que las personas escuchen, lean y aprendan unas de otras”“La religión, la cultura y la tradición no pueden ser más importantes que los derechos humanos; son pretextos para maltratar o silenciar a las mujeres”
“El problema con México es la impunidad, no creo que haya alguien en la cárcel por haber asesinado a un periodista”
ledz