La versión ya corría por todos lados. Un avión había caído cerca de la Fuente de Petróleos, en la Ciudad de México. En Atotonilco, Jalisco, el presidente Felipe Calderón ofrecía un discurso en lo que parecía el cierre de una gira más. Nadie lo distrajo ni interrumpió. Las llamadas de los medios a sus reporteros no cesaban en busca de confirmar si en esa aeronave viajaba el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.
Calderón Hinojosa seguía hablando entre la escasa concurrencia y ya sin luz de día, mientras corrían las versiones de que su hombre más cercano había muerto trágicamente.
El equipo del Presidente, incluida su secretaria particular Aitza Aguilar, el jefe del Estado Mayor Presidencial, el general José de Jesús Castillo, y su jefe de ayudantes, el coronel Castro, ya intercambiaban llamadas con quienes estaban en la Ciudad de México.
Fue el vocero presidencial, Max Cortázar, quien en motocicleta llegó al lugar del siniestro sólo para confirmar que no había sobrevivientes del desplome del Learjet en el que regresaba Mouriño de San Luis Potosí, con José Luis Santiago Vasconcelos, entonces titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO). Todavía alcanzó a ver los restos del avión carbonizados.
Calderón se llevó la mano al rostro; todos estaban en shock
Con esa información, Max llamó a Aitza para informarle al Presidente y fue hasta que terminó su discurso, cuando su particular le diría lo confirmado. Calderón caminaba y detuvo su paso, se llevó la mano al rostro, tomó el teléfono y se dirigió velozmente al helicóptero que lo llevaría en un breve vuelo al avión presidencial que aguardaba en Zapopan, para regresar a la Ciudad de México.
Dos personas que también cimbraron al equipo que en enero se había fragmentado luego de la salida de Mouriño como jefe de la Oficina de la Presidencia y que ahora despachaban para el número dos del gobierno: Miguel Monterrubio y Norma Díaz, iban también en la aeronave.
El silencio en el vuelo presidencial de regreso a la capital del país era conmovedor. Todos estaban en shock. Desde la campaña de Calderón, Iván -como lo llamaban sus cercanos- había sido la mano derecha y el operador del michoacano, incluso la mayoría de los reporteros de la fuente había convivido con él, con Monterrubio y con Norma.
Lo único que atinó a decir el equipo de comunicación que acompañaba al mandatario, fue que, al llegar al hangar presidencial, Calderón ofrecería un mensaje. Ya todo estaba confirmado.
Durante el vuelo de regreso, el Presidente giró instrucciones para que también acudiera al lugar su secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y habló con el de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, quien también estaba en el sitio, acompañado del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, y el responsable de la seguridad de la capital, Manuel Mondragón.
A bordo del avión presidencial, Calderón también redactó su discurso que pronunció siempre con la voz entrecortada durante unos cinco minutos y en el que definió a Juan Camilo Mouriño como uno de sus más entrañables amigos.
Calderón se cambió la ropa informal que portaba para la gira en Jalisco, por un traje oscuro y corbata negra.
El 4 de noviembre de 2008 fue el día en que los planes del Presidente y de todo un gobierno cambiaron. Juan Camilo Mouriño murió al caer el avión en el que estaba a poco más de 15 kilómetros de aterrizar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.