Más y más la participación política se limita a una sucesión de tormentas de indignación que se esfuman a la misma velocidad con la que surgieron. Byung-Chul Han retoma el término shitstorms para explicar el fenómeno. Las shitstorms suceden en la red, casi nunca llegan a las calles. Su rasgo central es que son inestables y efímeras. Un evento desencadena un torbellino de indignación que unifica momentáneamente a una pluralidad de individuos que de otra forma no lo harían. Pero entre ellos no existe una unidad discursiva. Funcionan como una onda incontrolable. Cada voz grita, tuitea, sube a su muro algo distinto. Nada más lejano al sonido de las consignas gritadas al unísono por las masas del siglo XX que el barullo de voces heterogéneas generado por las shitstorms.
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