Las confesiones de Miguel de la Madrid

Visto como el primer presidente de la llamada corriente “tecnócrata” del PRI, Miguel de la Madrid gobernó México en años turbulentos (1982-1988), marcados por la crisis económica, “la caída del sistema” y el asesinato del periodista Manuel Buendía.

La figura del ex presidente fue controvertida hasta su fallecimiento. Fotos: Archivo
Héctor Benavides
Monterrey /

El 12 de mayo del año 2004, en la suite presidencial del Hotel Ancira, entrevisté para Telediario y el programa Cambios al ex presidente Miguel de la Madrid, quien gobernó México en los años ochenta.

Durante 30 minutos conversamos, entre otros temas, sobre la crisis económica de 1982, la nacionalización de la banca, el Fobaproa –considerado el fraude del siglo XX–, la muerte del periodista Manuel Buendía y “la caída del sistema”, que tuvo como protagonista al entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, en 1988.

¿Cuándo fue informado usted y por quién sobre la decisión del presidente López Portillo de la nacionalización de la banca?

Bueno, en realidad a mí me lo mandó informar el presidente la noche anterior al Informe –30 de noviembre–. No me consultó la medida, simplemente me la notificó y la nacionalización bancaria quebró las relaciones tradicionales que había entre el Gobierno y el sector empresarial. Hubo una gran irritación aquí en México y en el extranjero, por eso yo me preocupé y tan pronto llegué al Gobierno organicé los mecanismos para negociar la indemnización, y lo hice relativamente rápido, ya que durante 1983 prácticamente todos los bancos, mejor dicho los banqueros, habían recibido ya su indemnización.

Don Miguel, 22 años después la banca casi no es nuestra…

Ya no.

Hay una enorme deuda que fue transferida, deuda pública, al Fobaproa, ¿a quién responsabilizar de todo este daño que se causará a las nuevas generaciones?

Pues mire, tiene distintos episodios el fenómeno. Primero, que la reprivatización de los bancos cometió varios errores, le dio prioridad a las ofertas que ofrecían más recursos y de esa manera muchos de los que compraron los bancos fueron gente que no tenía la experiencia suficiente para ello.

Después vino la crisis de 1994 y ahí explotó un tremendo problema, porque los bancos tenían carteras vencidas muy altas que no podían pagar con los recursos que tenían disponibles. Entonces el Gobierno que no podía dejar que los banco quebraran, montó esos mecanismos de apoyo que nos llevó a desembocar en el Fobaproa.

Dos últimas preguntas: la primera relacionada con la muerte del periodista Manuel Buendía, el próximo 30 de mayo de 2004 se cumplirán 20 años de su asesinato, ¿qué fue lo que sucedió?, ¿qué fue lo que le informaron a usted?

Yo me preocupé mucho por este caso y nombré un fiscal especial supervisado por un grupo de amigos de Manuel Buendía para que hiciera las investigaciones correspondientes. Infortunadamente no pudieron priorizar su labor durante mi Presidencia, pero (Carlos) Salinas lo mantuvo en esa posición y unos meses después descubrieron que el culpable del crimen había sido José Antonio Zorrilla, que era director de la (Dirección) Federal de Seguridad; el autor intelectual y Zorrilla fueron aprehendidos, juzgados y todavía están en la cárcel.

Finalmente, “la caída del sistema”, porque quedó en muchos sectores de la población que no hubo limpieza en las elecciones de ese año 1988, que el responsable fue el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, y en alguna medida usted.

Mire usted, lo que pasó ese día de las elecciones es que las autoridades del Registro Federal de Electores habían prometido que se darían informaciones del sistema y entonces los primeros resultados que llegaron al centro efectivamente favorecían a Cuauhtémoc Cárdenas.

Yo consideré que esa tendencia no iba a prevalecer cuando ya se recibieran los resultados del resto de la República y entonces autoricé al secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, para que se abstuviese de dar informes parciales y que se esperara hasta recibir un mayor volumen de la información para darlo a conocer. Yo di la orden, no el secretario Bartlett.


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