Los evangelios de Alejandro Jodorowsky

Con motivo del inicio de la FIL Monterrey, el arquitecto Benavides comparte la tercera parte de su conversación con el polifacético artista francochileno.

Jodorowsky es conocido por sus peculiares puntos de vista de la vida. Fotos: EFE y Archivo
Héctor Benavides
Monterrey /

Tercera parte

(La segunda parte fue publicada el 15 de octubre de 2022)

En los casi tres años que lleva esta página publicándose en MILENIO, la figura de Alejandro Jodorowsky se ha vuelto recurrente y familiar.

Siguen guardadas muchas otras entrevistas en el archivo, sin embargo, por compromiso con los lectores, debo confesar que Alejandro ha sido uno de los personajes entrevistados que mayor huella ha dejado en mí. Despertó a mis 26 años de edad el gusto por la lectura, incluyendo los cómics y la novela gráfica de actualidad.

Lo que escribo ahora, es lo que dijo Alejandro Jodorowsky, artista, cineasta y escritor chileno, nacionalizado francés y de ascendencia judío-ucraniana sobre su libro Evangelios para sanar, que provoco polémica en la Feria del Libro Monterrey 2002:

¿En alguna de sus conferencias recientes, usted habló de una Papisa junto al Papa…?

Yo qué más quisiera. Me gustaría ver en Roma al Papa con su Papisa y sus hijitos, la Santa Familia, esa no es ninguna aberración, eso es algo normal para mí.

La familia tiene que ser una Santa Familia, tiene que ser la cabeza de la Iglesia.

A mí me parece que no es una aberración pensando que pudiera haber sacerdotisas como sacerdotes, diciendo la misa, qué maravilloso sería.

Pero eso va contra la tradición de la Iglesia...

Yo fui a Roma, al Vaticano, que por cierto me encantó. Vi que una mujer que tenía los hombros descubiertos, no podía entrar al Vaticano; no podría porque estaba mostrando los brazos o el cabello, tenía que ir cubierta como si la carne femenina fuera el pecado. Un hombre entra en camiseta al Vaticano y no pasa nada.

Pero hay otras religiones en las que también se discrimina a la mujer...

Sí, también los judíos en la sinagoga y las mujeres tapadas con los musulmanes… Todo eso es una aberración, es algo que tiene que cambiar, por eso escribí el libro de los Evangelios.

¿De qué habla su libro?

Yo pienso que vivimos en una sociedad judeocristiana en la que la Biblia –el Viejo Testamento– y los cuatro Evangelios, más el Apocalipsis y los Hechos (de los Apóstoles) han marcado al mundo. Entonces, no podemos seguir interpretando los Evangelios con la mentalidad del Renacimiento, la Edad Media o el siglo XVII.

Un poeta, Alí Chumacero, me dijo recientemente que si le dieran a escoger entre muchos libros para llevárselos a una isla desierta, ese libro sería la Biblia.

Totalmente de acuerdo, pero debería ser la Biblia completa, porque la Biblia que se llama la Biblia, es la Biblia Hebráica, y luego se le agregaron los Evangelios que es el Nuevo TestamentoViejo y Nuevo Testamento–, ambas hay que llevarlas a la isla y para bien comprender el mundo también hay que llevarse el Corán, porque el Corán forma parte del mundo judeocristiano.

¿Se necesita ser creyente para entender en toda su belleza el Antiguo y Nuevo Testamento?

No, no, tú puedes no ser creyente y tomando como mito fundador un mito hermosísimo y necesario.

También puedes ser creyente y decir: “Esto es una creencia, lo vieron, lo contaron y lo escribieron”.

¿Qué es el mito fundador?

Son los arquetipos esenciales que tenemos nosotros para expresar ciertas cosas, son símbolos. Nace del inconsciente y luego se traduce en la palabra.

Primero pasa al sueño, al canto, y después llega a la palabra y se escribe.

En este año 2002, usted, maestro Alejandro, tiene ya 73 años de edad, ¿qué es lo mejor que ha aprendido en todos estos años?

Amigo mío, si les dicen como ahora lo dice la ciencia, que la vida no tiene significado, que estamos aquí por azar, pues entonces ustedes dirían: “La vida y el universo no tiene significado”.

Entonces yo me doy el significado: que no hay un Dios que nos ame, yo soy quien me amo y quien ama a los otros; y si no hay bondad, yo soy la bondad; y si no hay conciencia, yo soy la conciencia.

Dejo de ser niño, dejo de pedir y lo que el mundo no me lo da, yo me lo doy... Damos al universo lo que él no nos da; lo que no hace por nosotros, nosotros lo hacemos.


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