Memorias de una Colombia bajo fuego

A principios de 1989, Colombia se encontraba en plena ebullición por la violencia; entre tanquetas, el arquitecto Héctor Benavides conoció a figuras de la radio cafetalera como Jairo Tobón de la Roche y testigo de la magia vallenata de Alejo Durá.

Héctor Benavides conoció a figuras de la radio cafetalera como Jairo Tobón de la Roche y fue testigo de la magia vallenata de Alejo Durán. Especial
Héctor Benavides
Monterrey /

Hablar de don Jairo en Colombia y en toda la América nuestra es hablar de la radio en su mejor acepción.

Don Jairo Tobón de la Roche es recordado por su gran contribución al crecimiento de las empresas radiofónicas Todelar (por Tobón de la Roche), Caracol y RCN, en donde revolucionó la radio informativa. Fue en RCN en febrero de 1989 donde le conocí y lo traté a lo largo de una semana, que incluyó el domingo 12 de febrero un viaje en automóvil y comida en compañía de su esposa en los alrededores de Bogotá, Camino de Pa Silvania – kilómetro 44–, restaurante Arrieros Semos.

La inolvidable tardeada con tan finos anfitriones terminó en una grata velada en la que don Jairo dijo: “Señor Benavides, ¿qué es mejor que escuchar radio?”. Y él mismo dio la respuesta: “Hablar de radio, hábleme de la radio en México y en Monterrey”. Con ese tema nos dieron las dos de la mañana del día siguiente.

Durante esas semanas de febrero de 1989, la situación de Colombia era muy delicada según se podía advertir, no sólo a través de los medios de comunicación, sino recorriendo la ciudad como yo lo hacía todas las tardes, después de terminar mis visitas de trabajo en las instalaciones de RCN.

Todas las mañanas durante mi estancia en Bogotá las dediqué a escuchar, grabar y analizar los contenidos y formatos de los programas informativos de RCN y Radio Caracol, para después comentarlos de manera general con don Jairo y a detalle con el colega Antonio Pardo, siempre dispuesto a aclarar cualquier duda que le plantearas.

A pocas cuadras del hotel en donde estaba alojado se podían observar tanquetas y vehículos militares, y en las terrazas de los edificios comerciales y bancos de la zona, policías de élite con armas de alto poder vigilando las 24 horas del día.

La complejidad de los temas relacionados con el crimen organizado y en particular a la guerra entre los cárteles de Medellín y de Cali que estaba en su punto más álgido, así como la manera tan profesional de abordar estos asuntos muy delicados para la vida nacional de Colombia, resultaron toda una lección in situ para alguien como yo en ese año de 1989 que llegaba de un México relativamente tranquilo, en donde todavía no enfrentábamos esos graves problemas de seguridad nacional.

Un día sí y otro también, el locutor y periodista Juan Gossain informaba sobre enfrentamientos del Ejército con la guerrilla en distintas zonas de Colombia, daba detalles de la última liberación de rehenes civiles intercambiados por guerrilleros, consignaba uno o más secuestros de las últimas horas y describía el más reciente decomiso de armas o drogas.

Así transcurrían esos días hasta que llegó el jueves 9 de febrero: ese día cumplía 80 años el más grande compositor de vallenato en Colombia, Alejo Durán, como lo llamaba familiarmente Juan Gossain al maestro.

“¡Y vaya vida!”, confesaba el maestro, quien le decía a Juan que tenía dos pasiones: su acordeón y sus mujeres. No recuerdo si oí bien, pero creo que Durán le confesó que tenía 18 hijos y no se acordaba de cuántas mujeres. Esa entrevista de Juan con el maestro Alejo Durán la grabé y se la regalé a mi regreso a mi buen amigo Celso Piña. Que en paz descanse.

Para mí era toda una sorpresa escuchar del propio compositor que una de sus canciones más queridas era “Cero 39”, una cumbia vallenata que yo presenté en repetidas ocasiones en la XERG 690 en la versión de Mike Laure, en la década de los 60.

El propio Alejo Durán la recordó esa mañana en el día de su cumpleaños y se la cantó a Gossain:

Cuando yo venía viajando, cuando yo venía viajando…

Viajando con mi morena… y al llegar a la carretera...

Al llegar la carretera, ahí me dejó llorando…

Cero 39, cero 39, cero 39 se la llevó

¡Ay lo que me duele, lo que me duele, válgame Dios!

Se la llevó el maldito taxi, aquel cero 39 se la llevó.


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