Desde las calles de Ciudad Juárez se observa a dio llegar por el puente fronterizo Lerdo a decenas de personas, vestidas con sudaderas y pantalones azules, sandalias negras o anaranjadas y sus pocas pertenencias en mano, que cuentan sus historias y su travesía desde Venezuela.
“Entré con mi teléfono celular, un rosario, un escapulario, que siempre he tenido desde que me lo dieron. Pasaporte, cédula, nos lo entregaron, sí te respetan eso, pero te quitan todo en la parte de la vestimenta”, narró un joven venezolano.
Cuando quedan bajo custodia de la migra los obligan a tirar su ropa a unos contenedores, para después desecharla. Algunos logran esconder algún objeto valioso o con valor sentimental entre sus documentos o corren con la suerte de que queden en resguardo: “mi teléfono y el rosario, y mi cédula y el pasaporte, nada más”, contó otro muchacho.
Esos objetos demuestran que la fe es uno motor que los mantiene con la esperanza de que eventualmente les abran los brazos del otro lado del río Bravo.
Henry atravesó siete países y una selva completa, la del Darién, con sus identificaciones, un poco de dinero que ya se le acabó y una Biblia que le regaló un familiar: “no traía nada, solamente la Biblia y no la iba a botar. Se las di y me dijeron que sí me la podían guardar. Está mojada porque pasé por la selva y los ríos. Esto fue lo único que me devolvieron y mis documentos”.
Los recuerdos de las familias que dejaron en Venezuela también los impulsan a no rendirse, a pesar del frío: “yo tenía estos dos anillos que cargaba, los tengo acá, la cédula de identidad, el pasaporte, un llavero. Es un regalo de mi hijo, que me lo consiguió y este era de un hermano”, apuntó Juan José Molina.
“Dile que estoy por ella”
Jason, un ex empleado administrativo aeroportuario en Venezuela, porta en todo momento un anillo que le regaló su madre: “a mí me entregaron mi anillo, gracias a Dios, tiene un valor sentimental por mi mamá, fue lo principal. Y es como si la llevara a todos los días y ella me viera, y si me ve dile que estoy bien, que la amo, que estoy por ella.”
Rubén Rangel, un ingeniero agrónomo, lleva en su dedo anular izquierdo el recuerdo de un amor que dejó en su país: “el anillo tiene un valor sentimental por mi pareja. Ya tengo 4 años y me lo dio como símbolo de amor.”
Sus pertenencias cuentan la historia de lo que fueron en Venezuela: profesores, ingenieros, odontólogos e incluso militares en activo y en retiro. “Este anillo que porto es de la Guardia Nacional venezolana. Me gradué en 1991, de ahí me pasaron a Casa Militar, fui escolta de los presidentes Carlos Andrés Pérez, Ramón J. Black y Rafael Caldera, quien le dio el indulto al golpista Hugo Rafael Chávez Frías, el cual hizo todo este desastre que tenemos en nuestro país.”
Demostración de fuerza
Autoridades de los tres niveles llevaron a cabo una práctica operativa con el fin de demostrar la fuerza desplegada en la frontera sur del país para garantizar la migración ordenada y segura.
En el puente internacional Suchiate II se desplegó un contingente de 3 mil elementos del Grupo Beta del Instituto Nacional de Migración (INM), Ejército, Guardia Nacional, personal de Salud, Protección civil, además de policías estatales y locales.
El director general de Coordinación de Oficinas de Representación del INM, Héctor Martínez Castuera, dijo que este ejercicio tiene el objetivo de demostrar que en México hay una política humanista que “obliga con nuestra conducta a preservar la soberanía de la nación y a tratar de establecer una migración protegida, regulada y segura”.
Esta fuerza de tarea opera en varios puntos de la frontera entre Chiapas y Guatemala y está preparada para contener la migración irregular, evitar que los indocumentados caigan en redes de coyotes o polleros, además de rescatar, regularizar o retornarlos a su país.
Según autoridades, 7 mil migrantes están varados en Tapachula luego del anuncio del gobierno de EU de otorgar 24 mil visas a venezolanos, pero las caravanas no paran, como el grupo de 200 personas que salió rumbo a Oaxaca.