En el centro de la Plaza de la República, en la colonia Tabacalera, se yergue una estructura de 67 metros que rinde homenaje a los héroes de la Revolución Mexicana.
El monumento se ubica en el que alguna vez se proyectó como la sede del poder legislativo en México y “uno de los edificios más grandes de América”, de acuerdo con el historiador Justino Fernández, citado por Javier Pérez Siller en Los valores republicanos porfiristas en la Estética del Poder Legislativo Federal.
En 1897, el entonces presidente Porfirio Díaz lanzó una convocatoria para la construcción del Palacio Legislativo que, además de albergar a las Cámaras de Senadores y Diputados, daría cabina a oficinas y dependencias del gobierno.
El proyecto era más ambicioso: se trataba de generar una nueva traza de la ciudad a partir de la alineación de los edificios de gobierno.
“El edificio coronaría, al mismo tiempo, el proceso de expansión de la Ciudad de México con una nueva traza urbana del poder republicano”, explica el texto.
Los porfiristas querían hacer un corredor que fuera del Palacio Nacional al Palacio Legislativo y la idea sería desarrollada por el arquitecto francés Émile Bénard quien nunca pudo ver su obra terminada.
(Foto: Especial)
De haberse construido, el Palacio Legislativo tendría mayores dimensiones que el Capitolio de Washington, según El sueño inconcluso de Émile Bénard y su Palacio Legislativo, hoy Monumento a la Revolución, del mismo autor en colaboración con Martha Bénard.
La expansión de la ciudad había comenzado años antes…
A finales de 1880, Porfirio Díaz mudó la sede del Ejecutivo del Palacio Nacional al Castillo de Chapultepec y unos años después comenzaría el embellecimiento de la avenida Paseo de la Reforma.
Los personajes adinerados de la época comenzaron a erigir las casonas y palacetes de la colonia Juárez y el ministro de finanzas, José Yves Limantour, quien jugaría un papel central en la designación del arquitecto, adquirió los terrenos para edificar la obra.
El autor del proyecto fue un arquitecto francés Émile Bénard y Porfirio Díaz colocó la primera piedra el 23 de noviembre de 1910.
El inicio de la Revolución Mexicana el mismo año (e irregularidades administrativas, dicen algunos) detuvo el proyecto.
La administración de Francisco I. Madero continuó con los trabajos, que se interrumpieron definitivamente tras su asesinato.
El arquitecto salió del país ante la imposibilidad de continuar con su trabajo, pero regresó en 1922 para proponer al presidente Álvaro Obregón que en la estructura se erigiera un monumento a los grandes hombres de la lucha de la revolución, el Panteón a los Héroes.
(Foto: Especial)
Algunos dicen que Obregón aceptó, pero no había dinero suficiente; otros que el proyecto quedó interrumpido con el asesinato del general, hasta que, en 1938, Carlos Obregón Santacilia retomó la estructura Salón de los Pasos, que quedó abandonada e incluso estuvo a punto de ser destruida.
Émile Bénard murió en 1929, un año después del asesinato de Álvaro Obregón y nunca pudo ver terminada ni la gran obra del Palacio Legislativo ni el Panteón a los Héroes.
En noviembre de 2010, el gobierno reinauguró el Monumento a la Revolución como parte de los festejos del Centenario de la Revolución.
(Foto: Especial)
Hoy, el Monumento a la Revolución alberga el Museo Nacional de la Revolución y también el archivo del arquitecto francés que ideó un edificio destinado a representar el “orden y progreso” que Porfirio Díaz siempre imaginó para su gobierno.
OVM