Perpetrada la amenaza a Ucrania y mientras las tropas rusas iniciaban su ingreso a Kiev, Vladímir Putin apunta ahora a otros países: Finlandia y Suecia en un mensaje claro que puede acercarse, a decir de Moscú, “a un punto de quiebre” en su relación con Occidente.
Los dos vecinos nórdicos no forman parte de la OTAN. No quisieron durante la Guerra Fría y no lo quisieron después, pero desde hace unos años el comportamiento de Moscú ha cambiado el punto de vista de la clase dirigente y parte de la sociedad.
Buena prueba de ello es que ayer, a la teleconferencia convocada por el secretario general, Jens Stoltenberg, no estaban invitados solo los 30 miembros y las instituciones europeas, sino también Helsinki y Estocolmo. Una decisión que no ha gustado en el Kremlin, que ha vuelto a enseñar los dientes.
La portavoz de Exteriores rusa, Maria Zajarova, dijo en rueda de prensa que “todos los Estados participantes de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) a título nacional, incluidos Finlandia y Suecia, reafirmaron en su día el principio de que la seguridad de algunos Estados no debe construirse a expensas de la seguridad de otros países. Es evidente que la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, que es principalmente un bloque militar, tendría graves consecuencias militares y políticas que requerirían que nuestro país tome medidas recíprocas”.
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Zajarova advirtió que las relaciones entre Moscú y las potencias occidentales se acercan a un “punto de quiebre”.
“No ha sido nuestra opción. Queríamos el diálogo, pero los anglosajones (en referencia directa a EU) cerraron esas opciones una tras otra y empezaron a actuar de forma diferente”.
La reacción en ambas capitales europeas, o en Bruselas, ha sido la de no responder a la amenaza de forma directa, pero recalcan un mensaje sin matices: “La decisión del presidente Putin de atacar Ucrania es un terrible error estratégico, por el que Rusia pagará un alto precio, tanto económico como político, en los próximos años”, ha dicho Stoltenberg al terminar la reunión y así ha quedado recogido en una declaración de todas las partes.
Rumbo al centro de la capital
Tres décadas después del fin de la URSS, los soldados rusos volvieron a asomar por Kiev. Esta vez no como camaradas, sino como potencia invasora.
A la hora de comer volvió el chillido de las sirenas a Maidan, la plaza de la independencia. Las autoridades alertaban a los residentes del distrito de Obolon que se mantuvieran alejados de las calles debido a que se acercaban “hostilidades activas”. Con dificultades, los invasores se abrían paso con la mirada puesta en el centro de la ciudad.
La “operación militar” que lanzó Putin en Ucrania con la coartada de proteger a la “minoría rusa” y frenar la amenaza de la OTAN ha desembocado en una invasión en toda regla que persigue un cambio de régimen por la vía que sea. Incluso instigando un golpe militar.
El presidente Putin pidió al ejército del país atacado a que tomen el poder. “Una vez más hago un llamamiento al personal militar de las fuerzas armadas ucranianas: no permitan que los neonazis y los nacionalistas radicales ucranianos usen a sus hijos, esposas y ancianos como escudos humanos”, afirmó en una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia, donde repasó con su junta los detalles del mayor ataque a un estado europeo desde la Segunda Guerra Mundial.
Moscú asegura que no planea una ocupación militar, solo desarmar a Ucrania y destituir a sus líderes. El jefe de inteligencia de defensa de Reino Unido confirmó que las fuerzas rusas continuaban anoche avanzando hacia Kiev. “La idea de Rusia es crear caos y formar una administración temporal”, explica Mijailo Podolyak, asesor del presidente Volodímir Zelenski.
Ucrania acusó a los rusos de disparar contra ambulancias en las regiones de Zaporizhzhya y Chernihiv y contra un hospital psiquiátrico en Chernihov. La multiplicidad de frentes relanza el potencial de daños colaterales. Dos barcos, uno de ellos panameño, fueron alcanzados por misiles rusos cerca de Odesa.