Político, diplomático e iniciador de movimientos que generaron un cambio en el país, así fue la vida de Porfirio Muñoz Ledo, un referente en la izquierda mexicana, quien desde niño dio muestra de su talento tras ser campeón de oratoria, de declamación y también de box.
“A mí me invitaron por ser rebelde, nadie en mi vida pública me invitó por ser sumiso, invitado por ser rebelde y por ser crítico porque el propio sistema necesitaba su propia reflexión”, recordó durante una entrevista para Carlos Díaz-Barriga en Lado B.
Muñoz Ledo fue el iniciador de lo que se llamó Corriente Democrática y luego Frente Democrático Nacional (FDN) junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a quien conoció desde niño, y con su amiga Ifigenia Martínez.
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Al fin del mandato del presidente José López Portillo, de quien fue su jefe de campaña y que le dio un nombramiento en la Secretaría de Educación Pública (SEP), Porfirio se fue como embajador a Naciones Unidas.
“…yo había acumulado demasiado poder, entonces todo mundo se me echaba encima, entonces me derivó en Naciones Unidas”.
A pesar del prestigio mundial del que gozaba México a finales de la década de los 70, Muñoz Ledo recordó que se empezaron a escuchar voces de que nuestro país no era una democracia.
“No era, yo había participado en el sistema, haber sido presidente del partido del gobierno (Partido Revolucionario Institucional), para mí era evidente que a pesar de los esfuerzos se habían hecho de apertura, era un partido de Estado, vivíamos un sistema de partidos de Estado”, recordó Muñoz Ledo.
Cuando le preguntaban cuál era su peor defecto en la política, respondía: “La impaciencia”.
Gracias a Jaime Torres Bodet pudo conocer a personalidades europeas.
Cuando llegó a Francia como embajador, conoció a Francois Mitterrand, del que fue cercano, y a quien consideró como el mejor presidente de la quinta República.
Muñoz Ledo consideraba que la envidia es un freno en toda vida pública y en todo país, la cual lo “corroyó” y “destruyó” en parte su vida pública, mucho más de lo que había pensado.
“Yo no fui secretario general de Naciones Unidas”. Ya tenía todo armado, pero un voto no tuvo a favor: el voto de México.
“Yo me había ido al exterior, le dije, ya en el gobierno de (Miguel de) la Madrid, por temor a que yo tomara mucha fuerza en México, este, a que yo llegara con un prestigio mundial, digamos, de ser secretario general y por los efectos que hizo podía tener los intereses políticos en el país.
“Un íntimo amigo mío, voy a decir el nombre, Fausto Zapata, buen amigo mío, oyó a López Portillo decir: ‘pues me da mucha pena, pero no puede ser Porfirio secretario general’. ¿Por qué? Le preguntó. ‘Porque no puede haber un papa mexicano’, respondió”, comentó Muñoz Ledo.
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También conoció al cubano Fidel Castro, antes de que embarcará en su aventura de iniciar la revolución en su nación.
Muñoz Ledo recordó que en el jardín de niños conoció a Cuauhtémoc Cárdenas, porque era el hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas.
Después estudio en la escuela primaria Rosa Luxemburgo, donde su madre era profesora de sexto año.
En dicha época, Porfirio era tartamudo, pero su madre encontró un método: Lo invitó a leer en voz alta y luego lectura de velocidad. llegó a hablar 300 palabras por minuto.
Ganó premios de oratoria, de historia de la Ciudad de México, y el de la ciudad de oratoria, el cual entregaba una gratificación al vencedor.
“Eso daba dinero, no mucho, pero suficiente para que yo saliera adelante. Entonces yo le di ese dinero a mi padre y siempre, él me llevaba una cuenta y él me daba, entonces ya me mantenía yo por concursos…”
aag