La reducción en el presupuesto de la Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura (CONAPESCA) y la falta de vigilancia de puertos y zonas pesqueras ha propiciado el aumento de la pesca ilegal y el comercio de especies protegidas en la región del Golfo de México.
Debido a la escasa cobertura, durante el último año 58 de los puertos existentes a lo largo de 3 mil kilómetros en el litoral del Golfo han quedado bajo la supervisión de apenas 5 inspectores, quienes se encargan de supervisar la zona. Esta desatención ha favorecido el aumento de la recolección ilegal de especies y el reclutamiento por parte del crimen organizado de pescadores locales para su captura y comercio.
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Desde 2019, Conapesca ha sufrido importantes reducciones presupuestarias para la vigilancia e inspección de las zonas pesqueras en la región noreste del país. En aquel año el dinero destinado para la seguridad de puertos fue de 152 millones de pesos, mientras que para el año siguiente se redujo hasta los 45 millones de pesos, es decir, un recorte del 70 por ciento respecto al año anterior.
De acuerdo con Alejandro Desfassiaux, presidente de Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial (GMSI), la pesca irregular se ha convertido en el principal motivo para que el crimen organizado se haga con los servicios de los pescadores locales.
Según datos de su organización, cerca de 250 mil pescadores son víctimas de robo, secuestro y extorsión, además de ser obligados a llevar un control de volúmenes de especies capturadas para cumplir con el pago de cuota que los criminales exigen.
Este “cobro de piso”, afirma Desfassiaux, ha incrementado desde que Conapesca abandonó su labor de vigilancia en aguas nacionales y el crimen organizado se hizo con el control de la industria.
Agregó además que el fallo en la estrategia de seguridad del gobierno federal es la razón por la que miles de pescadores locales han sido forzados a trabajar para el Cártel de Sinaloa o el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en la recolección de la totoaba, una especie cuya vejiga natatoria es considerada “la cocaína acuática” y su precio asciende a miles de dólares en los mercados asiáticos.
LCR