Mientras observas la última conferencia del presidente López Obrador recuerdas que tu viejo despertaba antes del amanecer para escuchar las llamadas mañaneras en una insignificante radio de pilas. Durante los seis meses que pasó muy enfermo, hasta que murió de cáncer, tu viejo llegó a contarte de la vez en que AMLO leyó la carta que envió al rey Felipe VI, donde le pedía que la Corona española se disculpara con los pueblos originarios por la Conquista. Tu viejo, descendiente de otomíes, estaba bien contento. “Qué bueno que les dijo sus cosas a esos cabrones”, te dijo.
Tu viejo, que decía que López Obrador le había regresado la dignidad con la pensión para adultos mayores, también te contó que se le pusieron los pelos de punta cuando el presidente habló de que se maquinaba un golpe de Estado. “Si hacen eso, ora sí se arma la revolución, hijo”. Te platicó, además, de que aquella mañana en que AMLO y su gabinete de seguridad presentaron el fallido operativo contra Ovidio Guzmán. Y también te habló de la vez en que el presidente dijo que “a las 5 de la mañana se repartía la suerte”, aunque para tu viejo no hubiera suerte posible.
Otra mañanera de la que te platicó tu viejo fue aquella cuando el periodista Jorge Ramos, bien hegemónico él, polemizó con AMLO por la cifra de asesinatos. Te dijo tu viejo: “Le cayó la boca al Ramos ése cuando le respondió: ‘Yo tengo otros datos’”. Mirarlo contándote las proezas del presidente como si fueran suyas, te reveló que tu viejo veía en López Obrador a uno de los suyos. Sigues pensando que se preocupó más por AMLO cuando enfermó de COVID que por él, que terminó hospitalizado por el bicho.
Cuando fue dado de alta, te contó que, al igual que López Obrador, se puso en manos del Sagrado Corazón de Jesús y otros santos, y tú recordaste aquella ocasión cuando el presidente desembolsó sus estampas religiosas y las mostró para responder sobre las medidas que había tomado para contener la epidemia. “El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción (…) detente, enemigo, que el Corazón de Jesús está conmigo”.
Es una pena que a don Goyo no le haya alcanzado la vida para saber que al presidente se le ocurrió una sección (Quién es quién), otra herramienta para desarticular los relatos falsos, diluir información que le era negativa, imponer la épica gubernamental y defenderse de las calumnias. A tu viejo tampoco le alcanzó para escuchar todo el playlist que propuso AMLO y que incluía a Grupo Firme, Grupo Frontera, Residente, Rubén Blades, Lila Downs y Los Tigres del Norte, los padres del narcocorrido moderno.
Tu viejo no supo de la inauguración del AIFA, pero sí entendió que cuando López Obrador canceló el aeropuerto de Texcoco fue más por una decisión política. “Le está mandado el mensaje a los potentados de que él es el presidente”, te dijo tu viejo. Tampoco vio la mañanera aquella que AMLO ofreció desde el búnker de Genero García Luna, pero sí se enteró de que al exfuncionario calderonista lo arrestaron por narcotraficante.
Si bien a tu viejo le tocó ver cómo AMLO apelaba a la disfuncional familia mexicana y regañaba a los narcos, ya no estuvo para cuando el presidente se mofó de la OEA, cuando candidateó a Xóchitl Gálvez, cuando rivalizó con la clase media progre-neoliberal, cuando peleó con las ONG’s, cuando aguantó la negra campaña de #Narcopresidente, cuando convino con Carlos Slim para reconstruir la Línea 12, cuando mostró un videoclip hecho por IA donde AMLO canta A mi manera, cuando organizó una mañanera en el salón donde se reunía con su gabinete de seguridad, cuando acompañantes de los padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa derribaron la puerta de Palacio Nacional o cuando el presidente les falló al no resolver el caso.
Según un recuento de MILENIO, AMLO ofreció 1.423 mañaneras, algo así como 2.932 horas de grabación. Se acaba una era. Incluso para ti y para tu viejo.