Tlahuelilpan: a cuatro años del siniestro que enlutó a familiares

Bajo el rayo del Sol, Jesús pinta la capilla que construyó en memoria de sus hijos en la zona cero de la explosión en el ducto. “Duele como si hubiera sido ayer”, dice con voz quebrada

Zona cero en Tlahuelilpan está abandonada. (Francisco Villeda)
Francisco Villeda
Tlahuelilpan /

A sus 52 años de edad Jesús Contreras se hace cargo de sus cuatro nietos, después de que fallecieran sus dos hijos a causa del incendio del ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), siniestro registrado el 18 de enero de 2019.

Bajo el rayo del Sol, Jesús pinta la capilla que construyó para sus hijos en la zona cero, ahí a cada brochazo recuerda el dolor que esa tragedia le provocó a su familia. “Duele como si hubiera sido ayer”, dice con voz quebrada.

Sus hijos, relata, llegaron solo a morir al lugar después de que se difundiera en redes sociales que había gasolina en abundancia y sin costo, lo que generó bullicio entre la gente, puesto que en esos días había una grave escasez de combustible; las filas en las gasolineras eran interminables y muchos tuvieron que parar actividades por falta de hidrocarburo para transportarse o para trabajar.

Su hijo mayor, de 34 años, era su ayudante de albañil; mientras que el de 28 años trabajaba en una granja. Uno murió en el sitio y su cuerpo se lo entregaron luego de las pruebas a los restos. El otro resultó lesionado y un mes después falleció en el hospital.

Jesús tuvo que asumir desde entonces el papel de padre para sus nietos. Uno de sus hijos tenía tres hijos, el otro solo uno. Ahora es multioficios para mantener a sus nietos; sus dos nueras también trabajan para la manutención de los niños de 7, 8 y 12 y el adolescente de 15 años de edad.

La situación económica es difícil, reconoce, pues hay empleos mal pagados y después de la tragedia los apoyos para los deudos fueron casi nulos, muchos no se concretaron y solo los tenían dando vueltas a reuniones sin que les resolvieran los apoyos de becas o proyectos productivos con el fin de generar un sustento, pues muchas cabezas de familia fallecieron en el siniestro.

De las acciones de gobierno tras la tragedia para recomponer el tejido social, señaló que son ineficaces; la carretera, dice, era una petición de años y poco impacto tiene. Ahora, en el olvido a cuatro años del siniestro hay desolación y el dolor en las familias de los 137 reconocidos, a causa de la explosión por la que no hay ni un solo responsable tras las rejas.

Como Jesús, muchos familiares acuden para darle mantenimiento a sus capillas, para dejar flores, mejorarlas o simplemente visitarlas para recordarlos en fechas especiales, como el cumpleaños de uno de los hijos de Jesús, apenas el 8 de enero.

Pero el punto de capillas también es visitada por delincuentes, quienes han robado puertas, ventas y cruces de estos sitios.

“No respetan nada”, dice Jesús, mientras señala las marcas que dan cuenta de cómo los delincuentes arrancaron la puerta de la capilla de su hijo, esa que con tanto sacrificio construyó luego de vender la cosecha de una milpa que  renta.  

Apenas duró dos meses su capilla con puerta cuando los delincuentes se la llevaron, como hicieron con la capilla vecina, a la que le robaron las ventanas. La zona cero está abandonada, llena de hierba, maleza y suciedad, un día antes de que se cumpla el cuarto aniversario.

Los cimientos del obelisco que se pretendía construir en memoria de los fallecidos están ahí, abandonados, recordando el desinterés de los gobiernos en los deudos del siniestro; pero el huachicol también está vigente a pesar de la estrategia federal que cumple cuatro años.

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