Tras días de batallas, el Ejército tomó el Poli

50 años del 68

Ante la avanzada militar, lo estudiantes que defendían el Casco de Santo Tomás se rindieron y pidieron ser considerados "prisioneros de guerra".

El brigadista Rafael Lima Nava formó parte de la resistencia estudiantil del 23 de septiembre de 1968 (Nelly Salas)
Francisco Mejía
México /

A las 20:30 horas aparecieron los vehículos del Ejército... Desde las 17:00 horas del 23 de septiembre de 1968 en las escuelas del IPN, ubicadas en el Casco de Santo Tomás, se libraba una lucha cuerpo a cuerpo entre estudiantes, granaderos y policías de la Montada. 

Fue la hora de mayor intensidad: se colocaron barricadas, los muchachos iban y venían con bombas molotov, bazucas caseras, piedras, resorteras y palos. Sobre un muro de la Escuela de Medicina estaba la efigie del Che Guevara, hacía mucho calor y el ambiente estaba caliente.

En las calles aledañas, sobre todo en Instituto Técnico y Plan de Ayala, había barricadas y camiones incendiándose. El tranvía de 25 centavos había suspendido su servicio unos días antes. A las 21:00 horas fue el apogeo de camiones incendiados. El libro blanco del 68, elaborado por la PGR, señala que lo que ahí sucedía tenía tintes de “guerrilla urbana”.

Según versiones periodísticas, informes de la Dirección Federal de Seguridad (194 DFS 11-4/L42/F65) y testimonios de los estudiantes participantes en “la defensa del Casco”, recogidos por MILENIO, del 21 al 24 de septiembre se libraron las batallas más fuertes del movimiento estudiantil de 1968 en el campus politécnico, principalmente en la Vocacional 7, Zacatenco y el Casco de Santo Tomás. De ello poco se sabe, pues para muchos el movimiento estudiantil de 1968 solo es el 2 de octubre. 

En la parte posterior de la Escuela Técnica Industrial Wilfrido Massieu los muchachos amontonaban botellas, estopa, gasolina, chapopote y más; creativos y decididos, bajo un techo de laminas acanaladas, hombres y mujeres, preparaban las bombas molotov que transportaban en carritos y bolsas del mandado. Unas a las azoteas, otras a las barricadas... 

En el ambiente había humo negro, olor a pólvora y gasolina. Sobre el asfalto y las vías del tren, había piedras, muchas piedras. Vidrios de botellas rotas. Palos y neumáticos ardiendo. De repente, sobre Instituto Técnico, cayeron una, dos, tres bombas seguidas. Los granaderos corrieron. En las vías del tren un coche ardía. 

Por eso de las 20:30 horas el tiempo se aceleró con la llegada de 15 vehículos blindados, 400 soldados y elementos de la policía judicial con metralletas M1 y lanzagranadas; en las fotos de la época se ve el avance de los soldados con la balloneta al frente. 

A las 23:15 horas se escucharon ráfagas ametralladora, el estampido diversas armas de fuego. Los soldados rodearon la escuela y de repente, oscuridad total. Fue cuando el tiroteo se intensifi có, los soldados iban pecho tierra y desde adentro de la escuela volaron botellas ardiendo.

Para las 23:45 horas aún se escuchan disparos; los muchachos corrían, otros mantuvieron la defensa y unos más preparaban las bombas. Mujeres y hombres lloraban, pero seguían decididos a defender las barricadas. 

Los soldados, catean edificios, suben a las azoteas, claro, donde pueden, buscan en tinacos y rompen vidrios. Hay cientos de detenidos. A las 00:30 horas del 24 de septiembre los militares irrumpieron en Zacatenco. Son mil soldados, 13 tanques ligeros y demás vehículos militares, así ponían fi n a casi tres días de enfrentamientos. 

Al menos 15 minutos más tarde, el Ejército entró a la Vocacional 7 del IPN. Sus vidrios rojos y blancos, pintados con las leyendas “Libertad a presos políticos” y “Aquí nadie se rinde”, otros están rotos. Desde edificios aledaños, los vecinos arrojaban agua hirviendo a los militares. 

A las 3:00 de la mañana llegaron más refuerzos militares al Casco de Santo Tomás al mando del general Gustavo Castillo. Fueron 600 soldados con lanzagranadas en 15 carros blindados, pero la resistencia estudiantil no cedía. La batalla sigue. Ambos bandos reportaron heridos y muertos. 

El entonces integrante de la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior pro Libertades Democráticas del movimiento estudiantil, Fausto Trejo, hablaba de 30 muertos, el semanario francés L’Express reportaba “más de 15 caídos” y las cifras ofi ciales informaban de apenas tres muertos. 

Los helicópteros sobrevolaron toda la tarde-noche y sus ocupantes seguro alcanzaron a leer una manta colgada de un muro: “El juego político no es olímpico”. 

Ese 23 de septiembre “empezarona llegar los militares por la calzada México-Tacuba; nosotros estábamos pertrechados en la escuela (Wilfrido Massieu). Fue una operación en pinza que abarcó cinco colonias: Santo Tomás, Nextitla, Plutarco Elías Calles, Agricultura y un Hogar para Nosotros, nos rodearon”, recuerda 50 años después Humberto Campos. 

Miembro del Comité de Lucha de su escuela, sacó de su memoria otro recuerdo: “Aquí, en Salvador Alvarado y Avenida de los Maestros, con bombas molotov y demás, se quemaron tres camiones —dos de granaderos y una perrera— y una jeep del Ejército, también se quemó un transformador para que no hubiera luz, todos estaba oscuro”. 

El entonces brigadista Rafael Lima Nava recuerda: “Camiones de la Montada y granaderos empezaron a sitiar las escuelas; nos toco aquí (Escuela de Economía), teníamos barricadas de bancas y mesas en el estacionamiento. 

Nos defendimos con bombas molotov, piedras y palos para que la Montada no entrara a la escuela. “Cuando llegó el Ejército hubo disparos, había hoyos en las paredes. De repente, solo quedábamos seis en la azotea de la escuela, escondidos abajo de los tinacos, salíamos cuando los soldados apagaban los refl ectores y entre las ráfagas de las metralletas aventábamos piedras y bombas molotov... así resistimos toda la noche. 

“La madrugada del 24 de septiembre aún teníamos bloqueada la subida a la azotea, pero llegó un soldado y aventó todo. Fue cuando nos entregamos. ¿Con qué nos defendíamos?, si traían M1 y M2, levantamos los brazos y nos condujeron a culatazos a la mitad del edificio. 

“Le pedí a un soldado que nos trataran como prisioneros de guerra de acuerdo con la Convención de Ginebra, pero su respuesta fue ‘soldados su chingada madre, ustedes no son soldados son guerrilleros’”. 

Fueron subidos a unos camiones y trasladados a Tlaxcoaque, después a la procuraduría y por último a Lecumberri. “Estuve dos años y tres o cuatro meses preso”. El entonces integrante del Consejo Nacional de Huelga, Luis González de Alba, afi rmó en su libro Los días y los años que “se vivía un ilegal estado de sitio no declarado”. 

Había escaramuzas por diferentes puntos de la ciudad. Brigadas relámpago y detenciones, protestas en provincia; paros escalonados y huelgas en universidades. El camino al 2 de octubre quedaba pavimentado...


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