El operativo desplegado por las fuerzas armadas tuvo una dimensión área empleada por la Fuerza Aérea Mexicana, ya que por primera vez, desde 2017, se emplearon helicópteros artillados para poder atacar al equipo de seguridad de Ovidio Guzmán.
Tres aeronaves de la Fuerza Aérea Mexicana se encuentran averiadas debido a los daños recibidos por armas antiaéreas de alto calibre, utilizadas por el círculo de seguridad del hijo de Joaquín Guzmán, para evitar su traslado.
Dos helicópteros permanecen dañados luego ser impactados por armas tipo Barret, Calibre 50 que, se presume, estaban montadas a bordo de vehículos blindados artesanales pertenecientes al Cártel de Sinaloa; además, hubo otra aeronave del ejército mexicano que fue atacada al aterrizar en el aeropuerto de Culiacán: se trata del vuelo FMA, Fuerza Aérea Mexicana, 3205.
De acuerdo a un oficio del aeropuerto de Culiacán, al que MILENIO tuvo acceso, y en el que se narra lo que pasó:
“Durante el aterrizaje tuvo impacto de proyectil por arma de fuego en el motor dos, provocando el paro del motor e incendio en el avión c295, en vuelo confidencial.”, comenta el oficio.
Durante el aterrizaje, ésta aeronave militar CASA - 295, recibió un impacto en la turbohélice, posteriormente dicha turbohélice se incendió y, en consecuencia, el avión tuvo que aterrizar de emergencia.
Esta aeronave es un avión producido en España que se usa para transporte táctico de tropas, tal y como se habían visto en algunas imágenes que mostraban a este avión siendo cargado con elementos de las fuerzas especiales en la base aérea de Santa Lucía.
Situación muy parecida a lo que ocurrió con el vuelo de Aeroméxico, en el que cuando iba a despegar, recibió un impacto que afectó su sistema hidráulico y obligó al piloto a abortar el despegue.
A diferencia de lo que ocurrió en el “culiacanazo”, en 2019, se ha visto una interacción mucho más importante por parte de la Fuerza Aérea Mexicana.
aag