Me vale gorro lo que digan: Jorge Olvera García

Entrevista

Amante de la música latinoamericana, de la poesía, el futbol, la lectura y escritura, el presidente de la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de México (Codhem) platica de las cosas que lo marcaron en su juventud.

Asegura que la clase política es muy rígida y eso aleja de la gente. (Iván Carmona)
Claudia Hidalgo
Toluca /

Sonriente, relajado y sin poses, Jorge Olvera García igual se toma una foto con la comunidad LGBTTTI, agarra su guitarra y canta en un festival frente a cientos de jóvenes o hace retumbar los muros con una oratoria nata que él mismo reconoce, raya más en la elocuencia teatral, aunque al final también termina siendo un arte. 

Abogado de profesión, amante de la música latinoamericana, de la poesía, el teatro, el deporte, la lectura y la escritura. Sus años han transcurrido entre la familia, la academia verde-oro, la bohemia, la cultura, el servicio público y ciento de entrevistas donde él mismo sabe dónde está la nota. 

De su familia quien está muy presente es su hijo Omar, a quien crió entre libros, música, futbol y política, “así aprendió y es mejor que yo en todo”, asegura. 

A media plática hizo una pausa para mostrar sus habilidades musicales, mientras contaba la historia de diversos instrumentos y sus características, ejecutó por segundos el cuatro y pasó a la guitarra con la que interpretó “La prefiero compartida” de Silvio Rodríguez, para reflexionar. En la escuela antes de enseñar inglés o francés, los niños deberían aprender música.

¿Qué toca además de la guitarra?

Todos los instrumentos latinoamericanos yo los ejecuto porque fue parte de mi formación durante la prepa y la facultad; el escribir, sigo siendo profesor de tiempo completo, le dedico una parte de los sábados y los domingos en la noche generalmente, leo muchas columnas periodísticas, libros, reseñas o algunos que retomo porque cobran otro significado con el paso de los años. 

El futbol es una de mis pasiones que todo ser humano debe de practicar, hay una frase de Albert Camus: “Todo lo que sé de la moral y de los hombres se lo debo al futbol”. El futbol enseña a pensar en la parte espiritual y filosófica, a organizarse, a ver estrategias y en la parte de salud saca el estrés. 

Defiendo el futbol porque es muy rápido, son 22 jugadores que están en un vaivén de 90 minutos, rapidísimo, y deben respetar el futbol, la disciplina táctica, la física, el despliegue en toda la cancha sin descomponerse y respetando un sistema, eso lo podemos equiparar a la vida, en la forma de verla, donde el mejor equipo son todos, el equipo trabaja para uno y uno para el equipo; es un espejo.

¿Qué posición juega?

Portero, ya por la edad, es el que menos desgaste tiene. El futbol enseña a saber perder, a organizarse, prepararse, sobre ponerse a la derrota, alzarse en la victoria, la disciplina, la táctica, la lógica, la agilidad de pensamiento; creo que el futbol da muchas enseñanzas, no digo que sea todo pero sí mucho, algunos dicen que el ajedrez, pero no es tan rápido para desplegar una estrategia táctica. 

¿Qué tipo de lectura le gusta?

Recuerdo a Ermilio Abreu Gómez, un gran libro, “Canek”, una rebelión que sucede en Yucatán, me influyó mucho en la secundaria; otro que también me impactó fue “La Rebelión de los Colgados” que habla sobre la desproporción social que existía en la época de la Revolución. También poesía como Pablo Neruda que retrata a América Latina en sus procesos históricos, políticos y sociales, su genética, hasta García Márquez o Mario Benedetti. 

¿De dónde viene tanta pasión por los discursos?

En la secundaria tuve un maestro que nos instruyó en la lectura, Ramón Vilchis Montes de Oca, mi docente de español. Él era periodista del Noticiero y tenía una sección cultural, hizo un periódico en la escuela y nosotros la hacíamos de reporteros, columnistas, nos ponía a leer poesía, autores; nos enseñó a Joan Manuel Serrat y a leer, leer y leer.

Ya en la prepa es cuando entro a teatro, me empezó a influir en decir los libretos con esa vehemencia, con esa pasión de adentrarse en el papel. Yo jamás en la vida he tenido un curso de oratoria, que respeto a los que lo tienen porque son profesionales, pero aquí es más un tema teatral, una técnica que aprendí en teatro experimental que hice mucho en la UAEMex y música.

Casualmente en la prepa entran algunos maestros que nos enseñan la guitarra, las quenas, los charangos, las jaranas, los instrumentos prehispánicos, los antiguos y los mexicanos, esa es la formación que tuve, nunca he participado en un concurso de oratoria ni lo haría porque mi formación es otra, es teatral.



¿Serenatas?

Iba cuando estaba en la secundaria y en la preparatoria. Ahora ya no por la inseguridad y por proteger los derechos de todos.

Solía ser una tradición muy bella, muy romántica, pero también culturalmente se ha ido acabando porque al joven le interesa el antro, el estéreo, ya hay plataformas tecnológicas que ahorran la música en vivo.

Realmente crecimos en una época de sensibilidad.



¿La forma de ser tiene que ver con el conocimiento, el nivel del cargo?



No. Entre más sabes más bagaje cultural se tiene y más sencillo se debe ser, no se termina de aprender. Las limitaciones que tuve de joven me ayudaron entender, o era el camión o era la torta de “La Violeta”, en Juárez, pero sacrificaba uno el “chesco” no se podían las dos cosas. Caminaba de C.U. a Rectoría pero pasaba a comer una torta de mole y a ensayar.

No soy tan complicado, soy muy relajado y me lo han criticado, tú compórtate, eres un hombre público, no te acerques a ese muchacho, no vayas a comer tortas a la cajuela de Derecho, a las gordas, qué van a decir; a mí me vale gorro, eres como eres y punto.

SGCF

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