Óscar Arturo se gana la vida cuidando carros a un costado de la sede nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), un complejo de tres edificios que se extiende a lo largo de una manzana entera.
Cuyo tamaño de la estructura queda como vestigio de la colosal fuerza política que este instituto alguna vez tuvo: uno que gobernó ininterrumpidamente por más de siete décadas, que controló todos los estados hasta 1989, el de la “dictadura perfecta”, el dinosaurio que se creía muerto en el año 2000 pero regresó al poder dos sexenios después.
"Antes nada más existía un solo edificio, te digo porque yo iba ahí por mi Navidad, íbamos a que nos regalaran un juguetito de plástico”, recuerda este hombre septuagenario que nació a unas cuantas cuadras del complejo tricolor y que conoce perfectamente todo ese vecindario de la alcaldía Cuauhtémoc. Rememora cómo se llamaban antes las calles, qué negocios había, cuáles son nuevos, cuáles ya no existen.
Al centro neurálgico del priismo lo recuerda en otra época como "más espléndido y más fuerte"; ahora lo percibe decaído.
Con su bastón, don Óscar señala uno de los accesos laterales que da a la calle Luis Donaldo Colosio, en la que –dice– aún se observa algo de movimiento cuando hay reuniones de los líderes del partido.
Incluso, afirma que la estrecha vialidad se llena de autos y guardaespaldas, pero "no continuamente, haz de cuenta, tres o cuatro veces al año".
Ya no son tan recurrentes las asambleas y los eventos que congregaban a miles de agremiados que atiborraban la explanada del complejo. Eso es cosa del pasado.
El PRI ha dejado de ser el gigante que arrasaba en cualquier elección para ser ahora una fuerza política modesta que en 2024 apenas alcanzó el 9.5 por ciento de la votación presidencial (debajo de otros partidos opositores como el PAN y Movimiento Ciudadano) y que ha sufrido una sangría de afiliados, al pasar de 6.4 millones en 2018 a menos de 1.5 millones en su censo más reciente.
El trasatlántico tricolor cada día pierde más tripulación: unos por haber sido expulsados al no coincidir con su capitán actual, Alejandro Moreno, y otros que por conveniencia saltaron a otras embarcaciones políticas anticipando el naufragio de la nave priista.
Pero ahí están las propiedades
Al partido de Alito, sin embargo, aún le quedan sus millonarias prerrogativas que en 2025 ascenderán a 985 millones de pesos (mdp), y un patrimonio inmobiliario que acumuló en sus años de gloria de al menos 151 propiedades con un valor catastral de más de 654 mdp, según lo que registran el Comité Ejecutivo Nacional y los estatales en el Sistema de Portales de Obligaciones de Transparencia (SIPOT).
Y decimos "al menos" porque no es pública toda la información de sus inmuebles.
Lo que fuera opulencia hoy es decadencia evidente por la condición actual de algunos de los edificios emblemáticos del Revolucionario Institucional: paredes agrietadas y grafiteadas, vidrios rotos, emblemas del partido decolorados e inmuebles casi vacíos son el reflejo de un instituto político que ha envejecido mal y se ha desmoronado.
Hay un elemento más en esta historia. Los estatutos del partido, en sus artículos 83 fracción XIX y 89 fracción XIII, autorizan a su Consejo Político Nacional –bajo control de Alejandro Moreno– para enajenar y gravar sus propiedades. En otras palabras, los actuales líderes pueden echar mano de lo último que le queda al barco priista en caso de que termine por hundirse: la venta de garaje de sus edificios casi vacíos.
Edificios cascarón, sin gente
De acuerdo con los datos del SIPOT, que MILENIO sistematizó, el PRI reporta inmuebles de su propiedad en 22 de los 32 estados del país, incluidos tres que están bajo control de su Comité Ejecutivo Nacional, es decir en Insurgentes Norte 59, Ezequiel Montes 99 y Lafragua 3, todos en la capital.
En el resto de las entidades no transparenta la información. Además, no todas las dirigencias locales que sí reportan bienes revelan su valor catastral, o bien reportan precios absurdos (como oficinas de mil pesos).
De la información que sí es pública se desprende que el Revolucionario Institucional cuenta con un patrimonio de por lo menos 151 propiedades: 42 no transparentan su precio, mientras que las otras 109 suman un total de 654 millones 941 mil 827 pesos.
La más cara es la sede nacional de avenida Insurgentes Norte 59, colonia Buenavista, en la Ciudad de México, valuada en 320.4 millones de pesos.
El complejo, obra del arquitecto potosino Pedro Moctezuma Díaz, comenzó con un edificio inaugurado el 20 de noviembre de 1963, durante el régimen del presidente Adolfo López Mateos, y se siguió ampliando con la construcción de nuevos edificios hasta llegar al complejo que existe hoy.
El tamaño de la sede, que abarca una manzana completa, era fiel reflejo del enorme poder que tenía el partido. Construida sobre lo que antes fueron los terrenos de las viejas estaciones de ferrocarril, la propiedad conserva un valor histórico al ser testigo de la historia de la fuerza política más importante del siglo XX y del México de la Posrevolución.
Ya hacia el salinismo, el cronista Fidel Samaniego describía las reuniones que allí ocurrían como “un horno, una olla exprés en ebullición” en donde la multitud se congregaba en la explanada y en torno a la sede del partido para arropar a sus candidatos.
Era el sitio que reunía a “priistas de todos los tamaños”, desde los de poca monta hasta los “de traje y corbata, las de vestidos no baratos y joyas poco revolucionarias e institucionales” que “trataban a toda costa de ocupar los mejores lugares”.
Para las nuevas generaciones es difícil creer que tales aglomeraciones ocurrían en este complejo que hoy luce casi muerto. No hay porras ni multitudes, tampoco algarabía. Si antes la sede estaba a la medida del monstruo que era el PRI, hoy se puede decir que le queda grande.
En la otrora orgullosa sede nacional
Son las 11:00 horas del lunes 25 de noviembre de 2024, y apenas es perceptible algún tipo de movimiento. En un recorrido contamos un puñado de personas en toda la explanada y su estacionamiento está a menos de una tercera parte de su capacidad. Hay más carros a lo largo del camellón que Óscar Arturo cuida a diario y que pertenecen a empleados de la alcaldía Cuauhtémoc, a unos pasos del búnker priista.
El ajetreo de los transeúntes y autos que circulan a toda velocidad frente a la puerta principal de la avenida Insurgentes contrasta con la parsimonia que se percibe en las otras calles que limitan el complejo: Luis Donaldo Colosio, Jesús García y Héroes Ferrocarrileros.
Los accesos raramente se abren para permitir la entrada de empleados o visitantes, las áreas verdes lucen descuidadas, hay banquetas deterioradas e incluso algunos indigentes aprovechan las entradas secundarias al recinto para tomar una siesta.
Sobre las vallas perimetrales de color verde cuelgan carteles en los que el PRI presume sus logros de antaño, desde la creación de universidades hasta el Metro, pero ninguna persona parece interesada en leerlos.
A pocas cuadras de la sede nacional están las oficinas que albergan a la dirigencia priista de la Ciudad de México, en la intersección de la avenida México-Tenochtitlán y la calle Juan Aldama.
Se trata de una casona estilo colonial con valor de 19 millones de pesos, según la información del SIPOT. Su estado no es mejor que el de Insurgentes 59: las paredes están grafiteadas, tiene ventanales rotos y el movimiento es casi nulo.
Bonifacio Martínez, quien ha vendido frituras y raspados más de 35 años en la zona, confirma que el inmueble “ha estado muy solo, ya no hay mucha gente como antes que estaban en el poder”.
Las propiedades más costosas
Después de la sede nacional, la siguiente propiedad más cara que tiene el priismo es un edificio ubicado en Lafragua 3, colonia Tabacalera, a unos pasos del Monumento a la Revolución, que también alberga oficinas de la dirigencia nacional. Está valuada en 51.1 millones de pesos.
Luego está un conjunto de edificios y terrenos que administra la dirigencia de Chihuahua, localizados en Melchor Guaspe 5401, en la capital de ese estado, de 31.1 mdp. Después, las oficinas del PRI mexiquense en avenida Alfredo del Mazo 1418, en Toluca, con valor de 22.9 mdp. Y en quinto lugar se encuentra un edificio adquirido por el priismo de Durango en marzo de 2021 con valor de 19.6 mdp, en boulevard Domingo Arrieta S/N, barrio de Tierra Blanca.
La sexta propiedad más costosa es la sede del PRI capitalino, esa donde su ex dirigente Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, “el Príncipe de la Basura”, presuntamente creó para su beneficio una red de trata y explotación sexual que hoy lo tiene en la cárcel.
El Top 10 de los inmuebles lo completan los de avenida Alfredo del Mazo esquina con Dr. Nicolás San Juan, también en Toluca (17.9 mdp); la sede del PRI veracruzano, en avenida Adolfo Ruiz Cortines 1419, municipio de Xalapa (14.8 mdp); el Instituto de Capacitación Política del PRI capitalino, en avenida México-Tenochtitlán 60 (13.3 mdp), y la sede de la dirigencia zacatecana, en calzada Jesús Reyes Heroles 102 (12.3 mdp).
El PRI no informa sobre el valor de las 14 propiedades que tiene en Coahuila, que es uno de los dos estados que aún gobierna, ni las dos que tiene en Tlaxcala.
Además, reporta a medias el precio de sus siete inmuebles de Campeche (tierra de Alejandro Moreno), sus 20 de Sinaloa y sus 12 de Tabasco.
Tampoco hace público el inventario de sus bienes en Aguascalientes, Baja California Sur, Colima, Hidalgo, Jalisco, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sonora y Yucatán. En esta última entidad es dueño de la Casa del Pueblo, un edificio en Mérida de belleza arquitectónica que combina el arte europeo con la ornamentación maya. El predio tiene más de 10 mil metros cuadrados.
El fin de una época
Don Óscar ha vivido y trabajado toda su vida en la colonia Buenavista. Recuerda los tiempos en que trabajaba como guardia de seguridad en el Hotel Lark, que hoy forma parte de la cadena Holiday Inn, a una cuadra de la sede nacional del PRI, pero ya en la colonia Santa María la Ribera.
Presume que allí conoció a Luis Donaldo Colosio antes de que fuera candidato presidencial, cuando dirigió al PRI entre diciembre de 1988 y abril de 1992.
“Era una persona más bajita que tú, usaba trajes comunes y corrientes, claro, no tan corrientes ¿verdad?, pero sí algo normal a comparación de mucha gente política que usa ropa y zapatos carísimos. El señor llegaba a cenar allí, a veces acompañado, pero por lo regular solo”.
Este hombre que aún saca fuerza de su cuerpo menudo para seguir ganándose el pan, ahora como franelero, guarda un buen concepto del sonorense asesinado durante la campaña presidencial de 1994, no así de los priistas actuales.
No es extraño, ya que el partido de los tres colores es hoy el más impopular en el espectro político mexicano. Con todo, cree que no se les debe subestimar ni tampoco darlos por muertos. “Es un partido pesado porque tiene añisimos, hablamos de muchos años”.
Bonifacio, el que comercia con frituras y raspados, no piensa igual. Mira la desaliñada casona del PRI capitalino, hace una pausa para reflexionar, y con cierta sorna concluye: “no, yo creo que el PRI ya fue historia”.
HCM