En su segundo día como Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador volvió al aeropuerto de la Ciudad de México cumpliendo su promesa de viajar en vuelos comerciales como cualquier otro ciudadano.
En su clásico Jetta blanco y con el mismo chofer, llegó con 50 minutos de anticipación a su vuelo; en cuanto bajó del auto, la gente, sorprendida de verlo ahí, se acercó a saludarlo.
"¡Felicidades!"; "¡Señor Presidente!"; "¡Qué gusto tenerlo aquí!"; "¡No nos vaya a fallar!", le decían quienes lo saludaban.
Algunos se tomaban una selfie para el recuerdo o sólo le estrechaban la mano.
"Aquí estamos, vamos a seguir, vamos a trabajar mucho", les decía el ahora Presidente en su arribo a la Terminal 2 del AICM.
López Obrador avanzó hasta el filtro de seguridad que pasó como cualquier otro.
Uno de los trabajadores le ofreció pasar adelante. "No, aquí voy bien, muchas gracias", dijo.
Tomó una charola. Se quitó el saco, el reloj, sacó unas llaves y también el cinturón. Sin prisa, lento, como cualquier otro día. Se percató que nada quedara fuera y obedeció las instrucciones.
— ¿Alguna moneda, llave, algo más que lleve en sus pertenencias... Presidente? — le preguntaron.
— Nada, nada, ya todo bien —, respondió.
Y mientras esperaba el llamado para abordar su vuelo de Aeromar rumbo a Veracruz, aprovechó para hablar de futbol.
"Están jugando los Pumas ahora ¿Ganó Pumas ya? ¿Cuánto? ¿3-1? ¡Pues muy bien! va a pasar ahora y eso es una buena noticia".
Con sólo tres mujeres del equipo de ayudantía y el coordinador del grupo Daniel Asaf, López Obrador llegó hasta la sala de Aeromar para volar como lo ha hecho tantas veces en un vuelo comercial, pero ahora, como Presidente de México.