EL SEXÓDROMO
Verónica Maza Bustamante
elsexodromo@hotmail.com
@draverotika
FB: La Doctora Verótika
Ya sea que lo practiquen apenas abran el ojo o un rato después de haberse despertado, el sexo que se realiza en las mañanas suele ser refrescante para los noctámbulos e imprescindible para aquell@s que gustan de entrepiernarse antes de comenzar la jornada laboral o durante el fin de semana.
Se decía que el mañanero no era de las prácticas favoritas de las mujeres pero a los hombres les encantaba. Aunque no es una regla, mucho hay de cierto en ello: en 2015, la marca de juguetes eróticos LoveHoney realizó una encuesta a más de dos mil 300 adultos de ambos sexos para saber sus preferencias en cuanto a horarios para el sexo. Confirmaron que la hora pico promedio de “calentura” para los hombres es a las 7:54 de la mañana y para ellas a las 11:21 de la noche. Si bien el deseo sexual aparece a toda hora, solo 11 por ciento de las mujeres se despierta realmente “apasionada”, mientras que apenas 16 por ciento de ellos quiere sexo justo antes de dormir.
Esto tiene que ver con hábitos del día a día, pues mientras ellos comienzan la jornada con ganas de salir de casa llenos de energía para afrontar la labor cotidiana, sus parejas del sexo femenino buscan terminar el día durmiendo sabrosamente gracias al efecto sedante y relajante de un buen orgasmo. También se debe a cuestiones hormonales: a primera hora del día, los del sexo masculino tienen a sus hormonas, particularmente la testosterona, trabajando al cien por ciento, mientras que en el caso de las mujeres es después de las 10 de la mañana cuando los estrógenos comienzan a elevarse.
Esto nos puede dar promedios interesantes: por ejemplo, a las 11 de la mañana tanto ellos como ellas estarán en un momento excelente para tener un encuentro muy prendido, lo cual vuelve a suceder después de la comida, entre las cuatro y las seis de la tarde, cuando las hormonas que controlan el estrés están en un nivel óptimo debido a la satisfacción y bienestar que suelen generar los alimentos. En cambio, entre las dos y las seis de la mañana a todos se nos incrementan los niveles de melatonina y cortisol, las hormonas encargadas de producir sueño, lo que impacta en el deseo sexual pues es cuando menos se nos antoja echarnos un round sin calcetines.
Todas estas investigaciones y encuestas nos sirven sobre todo a quienes estudiamos la sexualidad para entender mejor los comportamientos del ser humano en función de sus deseos y prácticas eróticas, pero en realidad no tendrían que impactar a la población en general, pues tratar de seguir al pie de la letra lo que mandan los estudios o nuestras hormonas nos podría someter a horarios, a llevar a cabo cosas que no nos gustan o que nos sentimos obligad@s a realizar.
Lo mejor siempre será no tener rutinas o cambiarlas cada cierto tiempo. Si por ley decidimos que todos los viernes serán de sexo cuando los niños se duerman, después de un tiempo esta situación se volverá rutinaria o se convertirá en imposición, lo que nos llevará a rechazarla en lugar de sentirnos felices por la posibilidad de compartir el placer con quien nos acompaña en la vida. Lo mismo pasa con los mañaneros: puede ser que a las mujeres no se nos antoje comúnmente lo erótico al despertar, sin embargo, si tras abrir nuestros ojitos imaginamos las posibilidades cachondas que podríamos tener en ese momento, es muy probable que se nos encienda el motorcito.
La creatividad es uno de los puntos claves del disfrute sexual. Cambiar de día o de hora, de posturas, integrando el silencio, las palabras o una mezcla de ambas, dejándonos algo de ropa o quitándonos hasta los pudores más arraigados, usando aceites y lubricantes, riendo y gozando nos ayudará a no caer en una monotonía erótica que nos lleve al aburrimiento.
Aquí les comparto algunos tips para que le saquen mayor provecho a sus mañaneros:
Si no prueban, no aprueban. ¿Cómo saber si a nuestros amores o amantes les gusta una cosa más que otra? Probando es como se aprende, así que pueden recorrer el mundo matutino de muchas maneras y después tener una conversación al respecto para saber qué es lo que más excita, si despertar a su pareja con besitos y caricias en los genitales para dar paso al sexo cuando aún se está amorodorrad@; si quitarse la pereza tras abrir los ojos, dándose tiempo para ir cachondeando suavemente hasta que den paso a una actividad más intensa; si salir a desayunar para, después, en el descanso del fin de semana, darle rienda suelta al placer, y muchas opciones más. Como verán, una misma práctica puede tener múltiples variantes, lo cual nos asegura años de diversión si sabemos conservar la curiosidad, el entusiasmo y el ingenio.
El agua, un buen aliado. He conocido a muchas personas a las que les desagradan los olores que todos tenemos en algún momento del día. No les gusta el aroma del sudor, del aliento al despertar e, incluso, de la vulva, el pene y sus secreciones. Sería injusto decir que eso está mal, pues todos somos diferentes y si algo no nos gusta, no pueden obligarnos a que nos agrade (lo cual es diferente a que algo que sea sano, seguro y consensuado nos atraiga pero nos neguemos a hacerlo por los mitos que nos rodean, por el qué dirán, etcétera). En estos casos, los mañaneros bajo la ducha son ideales, pues el agua aportará sensaciones deliciosas mientras esos malos humores se van diluyendo al aparecer los efluvios de un buen jabón (el cual servirá también como lubricante para el cuerpo), un gel de baño o sales aromáticas. Por supuesto, esta práctica no debería ser exclusiva para los y las de nariz fina: si no le hacemos ascos a nada… ¡Mejor razón para hacer burbujas de amor!
Con ‘kiko’ o sin ‘kiko’. Si no queremos dar o recibir besos pensando en el tufazo que nos cargamos en la boca, no los demos. A veces nos sentimos obligad@s a cumplir con el protocolo que nos indica que los besos deben ser parte inicial o primordial del acto sexual “hecho con amor” y si no aparecen, entonces no habrá cariño. Nada más lejano a la realidad, pues los sentimientos no van ligados, por fuerza, a las caricias físicas, y aunque haya harto amor, si no hay intención de juntar nuestra boca con una ajena, no deberíamos obligarnos a llevarlo a cabo. Pero eso sí, explorar con las manos el cuerpo ajeno no debería faltar.
El mejor invitado. Siempre hay que tener preservativos a la mano. En las mesitas de noche de nuestras casas y hoteles (cuando nos vamos de vacaciones o tenemos una noche íntima en un recinto semejante en nuestra ciudad) no deberían faltar dos o tres preservativos, pues parte del encanto del erotismo matutino es el factor sorpresa, lo inesperado. Ir a esa hora a la farmacia para comprar unos o ponerse a buscar en la bolsa de mano le quitaría intención a lo furtivo del encuentro, pero tampoco se trata de ponerlo ahí una noche antes como haciendo obligatorio el encuentro del día siguiente. Para quitarnos de todo esto, lo mejor es tener hulitos a la mano.
Calentar el bóiler para meterse a bañar. Como decíamos al principio de esta columna sobre los horarios preferidos de hombres y mujeres, a ellas les costará más trabajo prenderse a buena hora. Por eso recomiendo a sus parejas heterosexuales que, aunque estén que se les queman las habas, no quieran ir directo a la penetración, pues no habrá suficiente excitación ni lubricación en ellas. Si primero viajan a través del sexo oral, de la estimulación manual para ambos, por las caricias diversas y los besos sabrosos, a la hora del coito no solo habrán ganado cuando menos un orgasmo femenino, sino que ustedes, amigos, sentirán que tocan el cielo cuando visiten ése cálido espacio vaginal ya ambientado, alegrado y dispuesto al placer.