A los 13 años, Ángel tuvo contacto con el alcohol mientras cursaba la secundaria; como consecuencia, por sus problemas con la bebida, a sus 50 años ha sufrido horas de alucinaciones, añoranzas e impulsos suicidas, además de otros problemas que, asegura, son los que lo llevaron a la cárcel.
Ángel, pidió no ser identificado; es una persona alcohólica, privada de su libertad en el Centro de Reinserción Social (Cereso) No. 1 de Chihuahua por cargos de violencia familiar; le dieron seis años y ha cumplido tres.
Aunque el alcohol está prohibido en la cárcel, Ángel vive en un ambiente donde la tentación es grande, ya que se encuentra la manera de que los internos sacien su sed con bebidas que ingresan de contrabando y las caseras, que incluyen destilados hechos con desechos y basura del mismo lugar.
LA LUCHA
En un esfuerzo conjunto a favor de la reinserción social de las personas privadas de la libertad, autoridades de los sistemas penitenciarios federales y estatales, y la Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos (Cmsgaa), celebran la decimosexta Semana Nacional de la Persona Alcohólica Privada de su Libertad (Snpapl), que concluye actividades hoy.
La Snpapl que se lleva a cabo desde el año 2002, ha logrado la presencia de 605 grupos de AA en 278 instituciones carcelarias del país. Los grupos se encuentran distribuidos de la siguiente manera: 96 en Centros Federales de Readaptación Social (Ceferesos), 281 en Centros de Reinserción Social Estatales (Ceresos), 196 en cárceles municipales y 32 en centros de internamiento especializados para adolescentes.
Uno de los principales obstáculos que enfrentan los presos es la presencia de alcohol durante su estancia en las cárceles. Ya sea por medio de contrabando o destilados a partir de la fermentación de restos de fruta, por lo cual consiguen una bebida rudimentaria y de poca graduación etílica a la que llaman “chicha”.
“Esa es la razón por la que tenemos que tener esos grupos ahí en esos lugares (...) Nosotros lo que queremos es que puedas vivir sobrio todos los días, no importa que haya alcohol a tu alrededor”, explicó a MILENIO Roberto Karam, presidente de la Junta de Cmsgaa.
Ante la tentación, Orlando Ramírez, coordinador del Comité de Información Pública de la organización, destacó que AA “es un programa
integral que, podemos decir, se vuelve un estilo de vida, para la persona que se encuentra en recuperación se vuelve su convicción.
“Esa persona recluida un día va a salir y lo que queremos es que al hacerlo no recaiga cuando vuelva a estar puesto a prueba, rodeado de la amenaza del alcohol, que salga con las herramientas necesarias para decir ‘no’. Que evite recaer en la cadena de errores que los llevó a estar ahí, recluido”, resaltó Karam Araujo en la entrevista en las instalaciones de la Cmsgaa de CdMx.
CONCLUSIÓN DE LA HISTORIA
“Cometí un delito en estado de ebriedad. Yo tenía desconocimiento de lo que es la enfermedad, hoy me doy cuenta que yo, en un estado consciente, sobrio, jamás hubiera hecho ese tipo de acciones (...) Ahondando en lo que es la enfermedad del alcoholismo, yo padecía de depresiones, tenía soledad y problemas de personalidad”, relató Ángel.
Ahora, él forma parte de uno de los dos grupos de AA, con alrededor de 60 integrantes cada uno, que existen en el Cereso 1 de Aquiles Serdán.
“Somos un grupo pequeño en comparación con la población total del penal. Los demás nos dan nuestro lugar, saben que pertenecemos a AA, que en lo que cabe cumplimos con las leyes lo mejor que se puede”, dijo el interno.
El plan de Ángel para cuando salga del reclusorio es recobrar a su familia y también está dispuesto a seguir transmitiendo el mensaje de AA para continuar con el apoyo en las cárceles y ayudar personas que quieren dejar de ser adictos al alcohol.