Javier y Justino, dos refugiados en el DIF en espera de que salga el sol

Historia

Don Javier y don Justino se refugiaron del frío en el espacio del DIF estatal en la colonia Caracol; su esperanza es que para ellos salga el sol y encuentren un futuro más prometedor.

Justino Rodríguez (der.), de 80 años de edad, platica con Javier Barrera, de 82, quienes esperan un mejor porvenir. Roberto Alanís
Roberto Alanís
Monterrey /

Don Javier y don Justino tienen historias diferentes, aunque con algunas similitudes, pues ambos son originarios de otros estados de la República, pero la pobreza y otras circunstancias de la vida los hicieron coincidir en un albergue para resguardarse del frío que llegó a Nuevo León.

Resguardados en el albergue de la colonia Caracol, que administra el DIF de Nuevo León, ambos adultos mayores son algunos de los residentes que prefieren utilizar las instalaciones a deambular por la vía pública y sufrir las inclemencias del tiempo.

Aunque don Javier Barrera, de 82 años, intenta ser amable, en su rostro se refleja la tristeza ocasionada por los golpes de la vida, pues cuenta que llegó de Hidalgo porque perdió a su familia en un accidente.

“Llegué aquí por pie propio. Yo no conozco aquí, llegué para buscar trabajo para salir adelante porque allá en Hidalgo me pasó una tragedia. Perdí a mi familia en un accidente, explotó un tanque de gas.
“Este viernes va a ser mes y medio (de haber llegado al albergue), porque un amigo, no agraviando, conoce a una persona que trabaja en los autobuses Futura, y que si quería, me echaba un raid”, relató sentado en una de las literas del albergue de la colonia Caracol, administrado por el DIF estatal.

Comentó que su intención es conseguir trabajo, pero se le complica el hecho de que recientemente fue operado de sus pies, y aunque busca darle una buena cara a su situación, en ocasiones llega la desesperación.

“La otra vez estábamos platicando que se nos antoja una coquita y no, no tenemos ni un centavito para comprarnos una coca, es por eso que estamos aquí. A veces nos dejan bañarnos con agua fría, a veces con agua caliente”, platicó.

A su lado, don Justino Martínez, de 80 años de edad, contempla la charla. Él parece no darle demasiada importancia a la difícil situación por la que atraviesa, pues sus relatos se basan en recuerdos de su vida de joven, de su actividad laboral, tanto en el campo como en la ciudad.

“Soy de Nayarit. Tengo desde el 66 aquí, pero yo viví en Allende. Trabajé en un taller de puertas y ventanas, pero ahorita no, ya estoy viejo”, comenta con tranquilidad.

Don Justino recordó también que antes de esa época trabajó también “en el monte”, en un rancho de su natal Nayarit.

A diferencia de otras personas que se encuentran en situación de calle derivado de problemas mentales o adicciones, don Javier y don Justino tienen anécdotas de su vida productiva y anhelan reincorporarse al mundo laboral para vivir con menores preocupaciones.

Procuran mantenerse limpios y presentables, por lo que no desaprovechan la oportunidad de darse un regaderazo, aunque en ocasiones el agua salga fría. Otros residentes tienen la fortuna de utilizar solo el albergue para dormir, porque en el día encuentran la forma de ganarse algunos pesos, ya sea lavando carros, o vendiendo productos en algunos cruceros de la ciudad.

Afuera, el frío arrecia, pero adentro se siente el calor, tanto físico como humano, al sentirse como compañeros en el interior del albergue, que en ese momento contaba con 10 personas. Mañana quizá salga el sol y tal vez surja una nueva oportunidad para mejorar su calidad de vida. 


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