Benito Cardón Doñu es la cabeza de un negocio familiar que empezó hace alrededor de cuatro generaciones allá en el Valle del Mezquital y que encontraron en la lechuguilla la materia prima para hacer sus artesanías.
La lechuguilla
Se trata de una variedad de agave bastante versátil que puede alcanzar 45 centímetros de altura y 60 centímetros de ancho; sus hojas, mejor conocidas como pencas, son fuertes, con puntas endurecidas y afiladas que pueden traspasar la ropa y ni hablar de la piel; es una planta que solo florece una vez con flores de color amarillo con tinte rojizo.
Pero hay más, porque el agua almacenada en esta planta es rica en sales y minerales. En algunos sitios usan la lechuguilla para tratar golpes internos (hay que asar la penca, pelarla y aplicarla sobre la zona adolorida) y para disminuir el dolor de riñones (se exprime la penca asada y el jugo obtenido se bebe en ayunas).
¿Algo más que agregar sobre esta planta? Benito dice que la pulpa se utilizaba antes como champú natural, “porque la hoja de lechuguilla a la hora de mojarlo saca espuma y el líquido se pone verde y con eso se lava uno el cabello, le quita la caspa, le quita la orzuela y hace que le crezca más el cabello; también lo usan para quitarle lo berrinchudo a los niños, hay que bañarlos con la pulpa de la lechuguilla”.
Producción
Benito es originario de El Cardonal y con seis personas más, todos de la familia, se dedica a la elaboración y comercialización de diversos productos a partir de la fibra de lechuguilla. Recuerda que iniciaron con puras escobillas (también conocidas como escobetillas), luego empezaron a trabajar el ixtle del maguey para hacer estropajos y ayates, después se decidieron a elaborar cepillos.
El proceso para elaborar una escobetilla, dice, no es sencillo.
“Primero hay que ir a la mata de la lechuguilla (también conocida como agave lechuguilla), cortarle las pencas y ahí le sale el quiote (el tallo comestible de la flor del maguey); luego se talla a mano para obtener lo que es la fibra y se pone a secar al sol, lo cual puede llevar un día completo y ya después lo guardamos para empezar a elaborar las escobetillas”.
Agrega que después, una vez que han sido bien tallados los empiezan a trabajar: “se tallan en verde para que salga la pulpa, ya sea a mano o a máquina, y una vez seca se cepilla el ixtle para que al momento de hacer una escobeta sea mucho más rápida y fácil su manipulación”.
Durante la charla, Benito explica que se necesitan alrededor de seis pencas de lechuguilla para hacer una escobetilla de las grandes, para cuya elaboración destina alrededor de dos horas, mientras que en hacer una de las pequeñas se llevar alrededor de 45 minutos. Al día pueden llegar a hacer hasta 10 docenas de ellas. Un cepillo lo hace en poco más de media hora.
De la lechuguilla se pueden hacer muchos artículos y, como dice el entrevistado, “todo depende de la creatividad de la persona porque al ir innovando se van creando más cosas”.
Sobre el negocio
Las artesanías que elaboran allá en El Cardonal las comercializan en varios sitios, tales como ferias y encuentros artesanales, tanto en el estado como en otras entidades vecinas. Este año, por ejemplo, recuerda que acudió a la feria de Pachuca : “nos fue muy bien gracias a Dios”.
Pero, ¿cuáles son esos productos? “Tengo cepillos para darse masaje en la cara o para la espalda, para cepillarse el cabello y otros usos. Además vendemos prendas de vestir bordadas que hace mi mamá”.
De los productos que comercializa todos se venden porque son de uso común en nuestro país. Dice que las escobetillas las usan para los trastes y se recomienda que luego de usarlas, las enjuaguen bien con agua y las cuelguen para que se sequen y evitar así que le salga moho, al igual que con los diferentes tipos de cepillos que ofrece al público.
Los cepillos grandes sirven para masajear el cuerpo y cuestan 120 pesos, los más pequeños en 100 pesos, hay otros más chicos que son para exfoliar la cara y cuestan 65 y 30 pesos; el zacate para tallar la espalda hecho con ixtle de maguey está en 110 y 70 pesos; un guante para el cuerpo en 110 pesos; jaboneras en 40 pesos, y cepillos dentales en 60 pesos que son buenísimos porque al ser fibra natural no dañan las encías.
Con orgullo, afirma que le han comprado turistas de todas partes de la República, incluso del exterior. Colombia, Ecuador, Estados Unidos, España e Italia, por mencionar algunos, son solo algunos de los lugares hasta los que han llegado sus artesanías.
Sobre los bordados, detalla que el cliente puede elegir el diseño en la talla que desee, aunque la elaboración de algunas prendas puede tardar incluso un mes porque todo es a mano, y cuestan entre mil y mil 600 pesos, “todo depende”.