Los vapores y baños públicos de la Ciudad de México tienen cicatrices que perduran. Son un viaje al pasado, un recordatorio de lo que fuimos. Negocios familiares dedicados al bienestar, heredados por generaciones, que ante el boom de los gimnasios y clubes deportivos creíamos que estaban en “cuidados paliativos” y pronto iban a desaparecer. Pero la crisis hídrica que vive la CdMx parece darles una nueva vida. Los capitalinos están regresando a bañarse a estos establecimientos ante la falta de agua.
Durante el siglo XX muchos barrios y municipios circundantes no contaban con servicio de agua de forma eficiente. Fue hasta inicios de los años ochenta que el Sistema Cutzamala, que traería agua de las cuencas de Michoacán y el Estado de México, se inauguró para mejorar el abastecimiento de una ciudad con una imparable explosión demográfica.
Esta situación llevó a que los baños públicos fueran la alternativa para las familias de colonias populares, como sucedía en la colonia Centro o en la delegación Azcapotzalco, la cual aún conserva Baños Costa Azul, en la calle de Esperanza 70, que igual mantiene su esencia de antaño, decorativos y paredes de madera, así como una máquina de turnos metálica anclada al mostrador que entrega un ticket. En una vitrina venden sandalias y otros artículos de cuidado personal. Y al interior un letrero dice: “Ojo, cuidemos el agua”.
En sus años de mayor apogeo, los setenta, todo el que venía a disfrutar de un buen baño tenía cinco opciones de las cuales elegir: regadera y vapor individual si lo que se buscaba era mayor privacidad; el vapor general, compartido con más personas; y el baño turco, individual o compartido.
El mayor punto de afluencia era los fines de semana, cuando se buscaba un espacio de relajación después de la jornada semanal o darse un “vaporazo” antes de irse de fiesta. Podías incluso entablar una conversación o amistad con un desconocido. Y funcionaron también como espacios de ligue.
Las tarifas iban de los 5 mil 400 a los 8 mil pesos, de los viejos pesos. Hoy, los precios de una regadera individual o la experiencia de un servicio de vapor turco y regadera con más personas al interior, ronda entre los 100 y 150 pesos, mientras que los servicios especializados o con mayores comodidades aumentan a 200.
Celia Rivera, de 71 años, una vecina de la colonia Tacuba, recuerda con nostalgia estos sitios: los días sábados había filas largas para entrar y los baños cerraban alrededor de las 9 de la noche.
“Había unos famosos pasando la parte de los puentes y el paradero de camiones de Tacuba, se hacían filas grandes para pasar de diez en diez personas, ahora el negocio ya no está desde hace años, lo demolieron y pusieron una tienda en la esquina donde estaba”, dice para DOMINGA, la revista digital de MILENIO.
La gente viene por una regadera
Baños Marina es un negocio que está en Lago Huron 2, en la colonia Tacuba, lo maneja la familia Martínez Guillén desde su fundación a inicios de los setenta. Todavía conserva el antiguo mostrador, con un local de peluquería al interior y una fuente de sodas donde venden jugos para hidratarse luego de un buen baño, desde el clásico de naranja, de zanahoria, los “vampiros”, aguas naturales y algunos licuados.
Noé López, administrador de los Baños Señorial, en Isabel la Católica 92, en el Centro, también tiene una fachada que remonta al pasado, pero presume tener un nivel de limpieza y cuidado impecable. Noé cuenta que, ante la escasez de agua que ha afectado a varias colonias circundantes, durante los meses de febrero a mayo de 2024, llegó a su negocio un nuevo grupo de clientes.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) indicó que, a inicios del año, el Cutzamala registró un almacenamiento del 39.53 por ciento; a mitad de año, el porcentaje disminuyó 13.3 puntos porcentuales. Pese a que la temporada de lluvias ya inició, está situación poco a poco se despeja pero momentáneamente.
“Sí he notado una mayor afluencia de gente que solo viene a bañarse, anteriormente la gran mayoría venía por un vapor individual o un colectivo, un turco, raro el que venía exclusivamente por una regadera, pero en los últimos dos meses si creció entre 20 a 30 por ciento las personas que solo vienen a bañarse”, dice Noé.
El señor López trabaja aquí desde hace más de 12 años y en un principio notó que la clientela es bastante fiel. Con el objetivo de mantenerse vigente estos baños han mantenido parte de su esencia original, pero cuidando los interiores para que estos baños no se vean atrapados en el tiempo. “Muchas cosas han cambiado, incluso hace unos años se le dio una ‘manita de gato’”, pintaron y remodelaron los azulejos.
Actualmente hay 89 negocios en la capital del país, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Pero no todo es miel sobre hojuelas.
Armando Martínez, de Baños Marina, dice que, debido a la inesperada demanda en los últimos meses han comenzado a limitar el tiempo de uso de regaderas de 40 a 20 minutos, esto con el objetivo de optimizar el uso del recurso y los tiempos de espera.
“No es mucho lo que sube por el tema del agua, ya que por la zona hay varios pozos, pero sí hemos notado un aumento de clientes que solo vienen por la regadera”, destacó.
En el Porfiriato se bañaba hasta al caballo
La capital tiene una larga historia de baños públicos, incluso existió el famoso “Circuito de Baños” en la época del Porfiriato, que era una red de establecimientos públicos. Algunos registros históricos apuntan a que incluso se podía bañar al caballo, lo que podría considerarse como los primeros autolavados en la ciudad.
Para finales del siglo XIX había más de 48 baños públicos y desde ese entonces se han adaptado a cualquier tipo de bolsillo. Su crecimiento exponencial se les atribuye directamente a las políticas modernistas de Porfirio Diaz que, como parte de la modernización de la capital, comenzó a promover el baño diario entre la población.
Este circuito incluía establecimientos en el Peñón de los Baños, donde brotaban aguas termales y sus manantiales eran socorridos por la creencia de que tenían propiedades curativas. Carlota y Maximiliano llegaron a acudir aquí para tomar un baño, en lo que hoy es el vecindario que yace a un costado del aeropuerto internacional. Algunos todavía sobreviven, como el caso de Baños Medicinales del Peñón, en Puerto Aéreo 465.
Sobresalían Albercas Jordán, Pane, Las Delicias, San Camilo y Coyuya, que en la actualidad no quedan más que el recuerdo. En este complejo también se encontraba la alberca Osorio, misma que se detalla tenía las mejores instalaciones para tomar un baño durante la época.
Los jóvenes se iban de pinta a los baños públicos
“Muchos jóvenes y familias venían a nuestro establecimiento, hoy en día es difícil imaginar una casa sin regadera, pero antes era un lujo tenerla. Los que llegaban a tener, muchas veces sufrían el no tener agua porque las tuberías de agua potable apenas se estaban instalando”, recuerda Armando, quien lleva más de 56 años al frente de Baños Marina.
Los jóvenes acudían a su establecimiento a manera de cita, ya que estos baños eran el lugar secreto de muchos. En ocasiones no entraban a la escuela y se iban de pinta a estos espacios. Algunas rutinas no han cambiado del todo, sigue sucediendo. “De repente nos llegan muchachos bien temprano, muchos de ellos con sus uniformes y actualmente de repente vienen parejitas, que rentan los jacuzzis o vapores, esos jóvenes también forman parte de la economía del establecimiento”, dice Martínez.
Sin embargo, este no era el único que se mantenía como lugar de citas, el administrador de Baños Catalina, en Leonardo da Vinci 36, Mixcoac, asegura que los jóvenes aún sostienen encuentros en sus instalaciones.
“En nuestro caso si solicitamos identificación para evitar problemas, no a todos les pedimos que se identifiquen solo a los que sí parecen menores de edad, nos ha pasado que luego vienen jóvenes con sus uniformes y les negamos el acceso”.
Las personas de la tercera edad, clientela fiel
Muchos baños perecieron en 2020, tuvieron que cerrar debido al confinamiento y algunos no regresaron un año después, ya que el mantenimiento de estos se volvió insostenible. Una clientela habitual son las personas de la tercera edad que por tradición gustan de venir a bañarse a estos establecimientos.
Pero las autoridades mantuvieron restricciones altas durante la reapertura, e incluso el acceso a los vapores comunitarios estuvo cerrado por bastantes meses, limitando el uso de regaderas. Esto complicó la entrada a la población mayor, de las más vulnerables ante el COVID-19.
El administrador de Baños Catalina comenta que la crisis sanitaria estuvo a punto de ocasionar el cierre del negocio.
“Primero estuvimos seis meses cerrados completamente, luego pudimos atender solo con cita el uso de regaderas y vapores individuales, los comunitarios si tuvimos que cerrarlos como por más de un año. Sí nos desplomó en más de un 85 por ciento el cierre por el COVID, muchos negocios que conocía por la zona de plano no aguantaron y cerraron”, indicó.
Baños Catalina guarda una estética mucho más antigua a diferencia de los otros baños de vapor públicos visitados por DOMINGA, conserva una recepción en su totalidad de madera y azulejos que recuerdan a la época de los años setenta, incluso su fachada refleja aquella estética, sin embargo, los servicios que se ofrecen son los mismos que en otros baños, y cuenta con su respectiva peluquería y el local de jugos.
Estando aquí pregunto a los administradores y dueños de estos establecimientos si el auge cada vez más grande de gimnasios y spas especializados son una competencia para ellos. Me responden que no, debido a que sus clientes mantienen una alta fidelidad. Ante la crisis del agua, los baños y vapores públicos de la Ciudad de México todavía tendrán mucha vida que contar.
GSC/LHM