Trabajando duro y vendiendo pasteles, Carmelita va logrando el sueño americano

Historia

Emprender en un país extranjero no ha sido nada fácil, pero Carmelita aspira a que su negocio sea cada vez más grande y demostrar que el sueño americano sí se puede cumplir.

Los primeros pasteles que aprendió a hacer fueron los de chocoflan. (Cortesía)
Miriam López
Pachuca /

Carmelita es mexicana de nacimiento pero lleva viviendo en Texas, Estados Unidos, cerca de 25 años, tiene dos hijos nacidos en el país vecino, los tuvo junto a su esposo Chuy, con quien se fue a vivir “al otro lado” desde que se casaron a los 16 años y decidieron buscar una vida mejor.

Al principio no fue un cuento de hadas “para nada como pintan el sueño americano, uno tiene que arreglárselas como pueda porque los mismos paisanos te hacen el fuchi”, aunque cuando llegaron a Estados Unidos Chuy ya tenía un trabajo esperándolo, mismo en el que ya ha durado todo este tiempo que llevan viviendo allá; su empleo es en una comercializadora mundialmente conocida de bebidas de cola y en la actualidad ya es manager pero empezó de cargador.

Carmelita comenzó limpiando casas cuando recién se mudaron y rentaban un pequeño departamento y como no tenían hijos bien podían vivir en ese lugar; lo duro vino cuando estaba en camino su primer hijo, Chuy tuvo que duplicar jornadas de trabajo y ella empezó a recolectar de casa en casa “lo que los americanos no querían y no sin pena lo sacaba de los botes porque ellos sacan aunque esté bueno, compran una cosa nueva y la que según está viejita para ellos la sacan a la basura o en la banqueta y cuando era ropa le daba una buena lavada y la vendía en la pulga”.

Siempre trabajando, de lo que fuera, así pudieron sacar a su hijo adelante y cuando llegó el segundo niño no les importó trabajar más y así ir pasando los años para poder darle una vida buena, no rodeada de lujos porque Carmelita asegura que eso no es lo que ha buscado nunca, pero sí una vida sin privaciones de nada, que tuvieran siempre que comer y vestir, salir a pasear en familia.

Ya cuando sus hijos estuvieron más grandes encontró trabajo en restaurantes para dividirse los tiempos, llevarlos a la escuela e ir por ellos, “como muchos se comienza de lavaplatos, luego cocinera” y en uno de los restaurantes que trabajó aprendió a hacer pasteles y supo que era lo suyo.

Inició haciéndolos por su cuenta, en su casa como postre para su familia, luego en fiestas con sus amigos ella era la encargada de llevarlos, y de voz en voz los vecinos se enteraron que vendía y comenzaron los pedidos, y supo que de ahí podía salir su propio negocio, le fue tan bien que dejó de trabajar y en la actualidad solo se dedica a esto.



Su emprendimiento le ayudó a pagar una casa, ahorrar para los estudios de sus hijos y mandar dinero a México para sus dos mamás (mamá y abuela). Lo que comenzó con un pastel de vez en cuando ahora es una agenda llena.

Sus pasteles los ha hecho de todas las temáticas, desde los tradicionales con fruta hasta los atrevidos de despedidas de solteros, de bad bunny, y otros más serios como primera comunión o de muchos pisos para fiestas de VX años y bodas. Se adapta a lo que pidan, eso es lo que hay que hacer, señala, lo que el cliente pida.

Y el negocio no se ha quedado solo en la pastelería, ya lleva un par de años en los que ha ido introduciendo hasta paquetes completos “con las sillas, mesas, decoración, globos, los tronos para princesas, los novios”. Ahora ya se está convirtiendo prácticamente en una organizadora de fiestas y cada semana llenan las dos “trailas” que también salieron del dinero de los pasteles para ir repartiendo todos los pedidos que tienen para las fiestas y eventos, porque hacen entregas en casi todo el estado de Texas. Ella maneja y sus hijos descargan, entre todos acomodan o si es solo el pastel lo entregan y continúan con el siguiente pedido en su lista.


Aprender a hornear pasteles fue una bendición para Carmelita y su familia, su propio negocio sigue prosperando y de ahí sale dinero para pagar también la “cuidadora” de su abuelita de 86 años en México y a quien espera ver pronto, pues luego del sacrificio de años y vivir como indocumentada este podría ser definitivo en el que consiga sus documentos, su hijo el mayor ya va a cumplir 21 años “ya sería mayor de edad y puede pedir que den los documentos para su mamá”; desde los 17 años que yo no ve a sus hermanos en México, unos viven en Pachuca otros en Nuevo Laredo, uno de ellos acaba de fallecer y “no quisiera que pase lo mismo con los demás sin haberlos visto otra vez”.

Confiesa que seguirá trabajando muy duro porque espera seguir creciendo su pastelería y negocio en general, que más personas la conozcan y seguir juntando dinero para darle a su abuelita y su mamá la vida que no podría darles si no hubiese hecho tantos sacrificios durante este tiempo que ha vivido alejada de ellas.


¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.