Vencer al cáncer implica una lucha sumamente difícil, pero hacerlo y además llevar un embarazo hasta el término es una doble victoria, una que hoy Cristal puede contar mientras ve a un costado a su familia.
En 2013 Cristal Esmeralda Morales Pérez, ahora de 39 años de edad, originaria de Progreso, una de las comunidades de Atotonilco de Tula, recibió la noticia de su embarazo, y semanas después le diagnosticaron cáncer en un ovario, por lo que desde entonces comenzó una lucha doble por la vida, la de ella y la de su hija.
Durante su noviazgo con Mauricio, su actual esposo, empezó a tener síntomas de embarazo, pero además un fuerte dolor abdominal, se hizo pruebas que salieron negativas y para salir totalmente de dudas acudió con un ginecólogo y después de varias pruebas le confirmaron que había un bebé en el camino, pero además de eso le localizaron un quiste de tres centímetros en el ovario derecho. Hubo una mezcla de sentimientos: emoción y preocupación.
Tres días después de la noticia sintió un fuerte dolor abdominal, paralizante y acudió nuevamente con un ginecólogo, quien le indicó que el embarazo avanzaba normal, pero había detectado una imagen extraña, que medía ya ocho centímetros y por ello le solicitó un ultrasonido de alta definición. Ahí por primera vez le indicaron que se trataba de un tumor y nuevamente un cúmulo de emociones, noticias buenas y malas en lapsos tan cortos.
Ese mismo día regresó con la ginecóloga quien le solicitó exámenes para descartar que el tumo fuera cancerígeno; el hermano de Cristal conocía un ginecólogo especializado en embarazos de alto riesgo, y al día siguiente los recibió en su consultorio de Aguascalientes, y ahí les planteó a ella y a su todavía novio, las posibilidades existentes. La más fácil, pero difícil anímicamente, era suspender el embarazo para atender el tumor y un posible cáncer, pero también les ofreció la posibilidad de intervenirla a las 15 semanas para retirarle el tumor.
A las 12 semanas no soportó más el dolor y fue operada de emergencia. Le retiraron el tumor que para entonces ya medía casi 28 centímetros y pesaba casi tres kilogramos, además de que había mucho líquido y enseguida fue enviado a Patología; ocho días después enfrentó un choque de emociones, pues le confirmaron que era cáncer, y esperaban conocer la composición del líquido regado alrededor del tumor, pues podrían ser células malignas y ello implicaría la suspensión inmediata del embarazo para iniciar las quimioterapias. Fue la noche más difícil de su vida, pues todo lo avanzado podría desplomarse en un instante, podría perder a su bebé. Lloró toda la noche en los brazos de su mamá.
A la mañana siguiente tenía cita para conocer los resultados del líquido, pero el ginecólogo en Aguascalientes le llamó por teléfono. Cuando sonó el teléfono Cristal se paralizó, miedo y ansiedad se conjuntaron. El especialista le dio la mejor noticia en ese momento: el líquido únicamente era agua, podía seguir con su embarazo. A partir de ahí disfrutó totalmente su embarazo, fue algo hermoso, dice.
A la semana 38 le practicaron en Aguascalientes una cesárea pues un oncólogo la revisaría, Su hija nació el 3 de octubre de 2014, sana, sin complicaciones, y logró amamantarla por casi tres semanas y después de ello inició su andar para conseguir quimioterapia. Acudió al ISSSTE Hidalgo, pero a pesar de la insistencia no tuvo éxito, como muchos pacientes, ante la indiferencia de los médicos y la excesiva demanda de servicios y la burocracia.
A finales de octubre tuvo un fuerte dolor en la espalda y fue internada en el hospital general de Pachuca; no recibió atención, y sí mal diagnóstico, además de que un médico le recriminó que no hubiera detenido su embarazo para atenderse, pues según él, ya era tarde para hacerlo. Mauricio la sacó del hospital, por la mala atención.
Luchó tanto hasta conseguir una consulta en el Instituto Nacional de Cancerología (Incan), y ahí el médico le indicó que nunca es tarde para atender el cáncer, e inició su proceso de quimioterapias, doloroso pero necesario. La caída del cabello fue difícil para ella, pero logró superarlo.
En el lapso de esta lucha se unió con su pareja y formaron un hogar. Aprovecha para decir que es mujer de fe, quien además contó con todo el apoyo de su familia, de su esposo y también de la familia de él. A su mamá, por ejemplo, le entregó a su hija recién nacida y ella junto con su papá se encargaron de ella mientras ella y su esposo atendían las quimioterapias. Sin todo el apoyo de ellos más el de los médicos jamás, dice, lo hubiera logrado. Cuando flaqueaba recordaba el esfuerzo de todos y volvía a ponerse de pie.
Recibió 15 quimioterapias y finalmente le indicaron que todo estaba bien, aunque unos ganglios les generaban dudas a los médicos y la volvieron a operar para descartar riesgos, una intervención de siete horas sumamente dolorosa. Nuevamente a esperar resultados del análisis a lo que le retiraron. La respuesta fue un aplauso de su médico, quien le indicó que lo había logrado, que había vencido al cáncer. El alma de Cristal sintió un alivio y regresó de lleno con su hija, su esposo y su familia.
Retomó su vida con más ánimos. Volvió al trabajo, a sus actividades cotidianas, a disfrutar a su familia. Ahora ya sólo acude a las revisiones periódicas de vigilancia, y todo marcha bien, pero eso no implica que no recuerde a cada momento la difícil travesía que vivió, sobre todo pues constantemente ha conocido en su comunidad más casos de cáncer, y desafortunadamente no todos han logrado vencerlo; ella incluso ha asistido a sus sepelios pues eran amigos. El cáncer en la zona ha aumentado, hay demasiados casos de todas las edades.
Sobrevivir al cáncer fue su segundo renacer, pero también una lucha por la vida de su hija, ahora de ocho años. Cristal se siente plena en su maternidad, en su matrimonio, en su empleo y por ello está agradecido con la vida, con Dios y con todos los que apoyaron su proceso, porque hoy día puede contar que venció al cáncer por partida doble.