Alejandro está al volante a punto de llegar al tianguis sabatino. El auto que conduce va al tope con la mercancía que pretende comercializar y los implementos necesarios para ello: estructura metálica, lonas, plásticos y, en especial, una buena actitud. La chica a su lado es su pareja, quien sonríe ante las ocurrencias del joven de apenas 22 años.
De improviso detiene su marcha en medio de la calle y desciende para dirigirse hacia unos autos estacionados. Un cachorrito de unos dos meses se esconde de esas monstruosidades metálicas que le impiden avanzar hacia la otra acera y la posibilidad de hallar agua y, con suerte, un poco de alimento.
El animalito duda y queda paralizado por el miedo. No puede huir. Alejandro lo toma con todo cuidado y lo lleva consigo. Mereces una mejor vida...
Ser humano
Mario Alejandro D. M. se ha estrenado como comerciante. Apenas tiene tres meses en esta actividad en diferentes tianguis de la Zona Metropolitana de Pachuca
y en su tierra de origen, Omitlán. “Descansa” los domingos y los lunes, aunque regularmente es tiempo que utiliza para encontrar más y mejor mercancía para poder ofrecer a buen precio.
Antes de esta nueva faceta, trabajaba en una fábrica de calcetines, pero un repentino suceso cambió todo. No tuvo problemas durante la pandemia porque la enfrentó desde ese puesto laboral. El reto vino después: su suegro falleció y al ser su pareja hija única supo de inmediato qué hacer. Dejó su empleo y fue con ella, le apoyó y juntos buscaron alternativas para sobrevivir. Decidieron que la venta de ropa podría ser una buena opción.
Su hermano Marco Antonio tiene 25 años y padece una situación delicada porque su corazón no está al 100 por ciento. Debe permanecer en casa, no tiene oportunidad de salir a laborar y contribuir como los demás, aunque se las arregló para sembrar y producir plantas de diversas especies que vende ahí mismo, en casa. “Necesita ayuda y apoyo porque tiene una abertura en el corazón y está bajo permanente tratamiento médico, con pastillas y todo porque ya no es curable. Los doctores dijeron que tenía que evitar excesos alimenticios y cuidarse. Ya no es un problema chiquito, es el corazón y hay que apoyarlo económicamente, a él y a sus dos hijos”.
Además está Moisés, quien trabaja en la venta de cárnicos y es parrillero, tiene 20 años y sigue estudiando su carrera como técnico en electricidad.
Alejandro y su mamá son los responsables principales en la manutención de la casa, donde viven, además de sus hermanos, su abuelita y la familia de Marco.
Prioridades
Alejandro, ya se sabe tiene 22 años y solo estudió hasta la secundaria “la verdad me gustó más el dinero”, dice con toda seguridad.
Recuerda que tuvo su etapa al dejar los estudios y se dedicó a estar con los amigos y a disfrutar la vida, pero las cosas no son sencillas y sabía que de alguna forma debía corresponder.
La ropa que vende es usada y nueva. La primera la compra por unos cuantos pesos y algunas prendas son donaciones de amigos y familiares, incluso en pacas cuyo costo es de al menos 9 mil pesos: “le gano el doble sin pena, es un buen negocio”.
La ropa nueva la surte en Ciudad de México, en Tepito o la Lagunilla, y siempre anda “pescando” ofertas porque “lo que menos quiero es quedarme estancado”.
El mensaje
Alejandro está decidido a continuar en este giro “porque sí deja, está chido y sí me late el negocio. A veces no sale como yo quisiera, pero aquí nos mantenemos, no me voy en ceros, pero sí está medio complicada la cosa”.
Reconoce que en su negocio hay bastante competencia, pero se define como “un hombre de paz” y se lleva bien con sus colegas comerciantes, lo cual sin duda es una gran ventaja para quien desee dedicarse a esta actividad.
“Si no trabajas no comes y ya teniendo un estudio o una carrera es más fácil salir adelante que por ejemplo en el tianguis, siempre hay más oportunidades”.
A estas alturas es inevitable pedirle un mensaje desde su experiencia hacia los jóvenes que, como él en su momento, están pensando en abandonar la escuela, situación que de ninguna manera les recomienda: “sigan adelante con su camino porque la vida está cabrona y te tienes que rascar con tus propias uñas porque a veces no hay ni una ‘pa comer”.
Y Alejandro tiene razón: sin un buen abrigo te das cuenta por la mala de que afuera hace mucho frío…