Oliva y Misael son hermanos. El 8 de diciembre de 2021, su padre, don Delfino, falleció a la edad de 95 años. Once meses después, un trío canta en su tumba, en Día de Muertos. Olivia les pide que canten ‘Mi querido viejo’.
Ella se sienta en una esquina de la tumba, el trío interpreta la canción y Olivia se hunde en sus recuerdos, las lágrimas resbalan de sus ojos y en sus manos sostiene flores.
La mujer recuerda a su padre como un hombre alegre, responsable, que le gustaba la buena comida, que vio por sus hijos en todo momento y que siempre le inculcó a ella y su hermano no olvidarse de sus muertos.
“Esta tradición de venir a cuidar las tumbas de nuestros difuntos lo aprendimos de él”, dice y enseguida se le va la voz al decir que su padre era su adoración y una persona agradecida.
Noviembre 1. Día de todos los santos. La gente llega de a poco al panteón municipal de Pachuca. Visitan a sus muertos, a los que ya no están y ahora son solo recuerdos.
Las personas caminan por la avenida principal del cementerio con flores de cempasúchil en las manos y se pierden entre las tumbas para reunirse con la última morada de los suyos.
En la parte alta del panteón, en el espacio para las criptas está Regina. Visita a Laura, su abuela, murió en enero de 2021, un infarto le arrebató la vida a la edad de 61 años.
Regina guarda el recuerdo de su abuela
Regina dice que aunque Laura era su abuela la consideraba como su madre, que era de Pachuca y sus restos fueron incinerados. La joven mujer guarda silencio antes de responder cómo la recuerda.
Las lágrimas desbordan sus ojos y el volumen de su voz disminuye al decir que su abuela era una mujer trabajadora, fuerte y cariñosa a su manera. La extraña. Era enérgica con Regina pero le tenía confianza.
“Era mi incondicional, me apoyaba”, dice. Regina está sola, cuenta que así le gusta visitar a su abuela desde que falleció el año pasado. Limpia su cripta con agua mientras el viento choca con su vestido amarillo.
Es martes, el otoño recién empieza y las nubes contienen la furia del sol al mediodía. En el cementerio hay personas salpicadas entre las tumbas, las capillas y los mausoleos.
Algunas llegan a pie, otras en auto, el polvo se levanta entre los caminos del camposanto, hay tumbas adornadas con flores y otras en completo abandono y deterioro.
María Vargas visita a su padre, don Anastasio Vargas, tiene más de 18 años de muerto. Falleció a los 84 años, de cáncer. Su tumba está al pie de un árbol que le da sombra todo el tiempo.
Siempre que hay oportunidad y más en estas fechas tratamos de venir a visitarlo, a ponerle la flores que le gustaban, incluso la música, le gustaba mucho el cempasúchil, dice la mujer, quien cuenta que su padre era conocido como don Tachito ahí en la colonia Venustiano Carranza.
María dice que su padre era alegre y que le dio el ejemplo de luchar siempre hasta el final. Dice que le gustaba andar en bicicleta, coleccionar antigüedades, la música y bailar.
“Hacía muchas bromas, a pesar de que tenía un carácter fuerte siempre era muy alegre y así es como lo recordamos, con su música, como él era, estos días son de sentimiento porque sí se vienen a la mente sus recuerdos”, cuenta.
La mujer dice en la tumba le llora a su padre y hace oración por él. María, una mujer bajita, pelo largo y de sombrero, está convencida que estos días los muertos visitan a los vivos.