Don Beto lleva 58 años de su vida como tortero en Villa de Tezontepec

Historia

A sus 75 años, don Beto se sigue dedicando al oficio de tortero, empezó desde joven y a la fecha sus clientes elogian su trabajo porque dicen, tiene manos para prepararlas

Don Beto comenzó a preparar tortas a los 17 años (Alejandro Reyes)
Alejandro Reyes
Pachuca; Hidalgo /

Gilberto, a quien todos llaman don Beto, dirá al final de esta historia que seguirá haciendo tortas hasta que Dios le dé licencia. Antes de eso cuenta cómo empezó, su camino en el oficio y qué es lo que le dicen sus clientes cuando prueban sus tortas.

Originario de Villa de Tezontepec, a 25 minutos de Pachuca en automóvil, Gilberto Almaraz Rivero, de 75 años de edad, padre de Hipólito y María Nelly, esposo de María Cristina y abuelo de Jair, Juan, Luis y Ana, ha dedicado 58 años de su vida al oficio de tortero.

Acá en la avenida 5 de mayo, número 24, en la cochera de su casa, en Villa de Tezontepec, don Beto tiene su negocio de tortas. Se llama así ‘Tortas y Tacos don Beto’. El anuncio está sobre la puerta de madera café que da a la calle, a unas cuadras de la cabecera municipal.

Abre de lunes a domingo, de las 12 del día a las 10:30 de la noche, en ocasiones hasta las 11, le ayuda su hijo y un nieto, Jair. Sus clientes son personas de los alrededores del municipio que llegan en auto hasta su puesto.

En su carta las tortas tienen nombres de mujeres, ciudades y países dependiendo de cómo estén preparadas. La lista del tipo de tortas es esta: Thalía, Trailera, Verónica, española, Hawaiana, Pachuqueña, Chicken, Yuri, Italiana, Tatiana, Suiza, Inglesa, Alemana, Pastor, Bistec y Alambre. Para probar una hay que pagar 65 pesos, la cubana cuesta 90.

Si uno quiere una torta inglesa don Beto la preparará de milanesa, salchicha y quesillo. La Española lleva queso, pierna y piña. La Pachuqueña milanesa, piña y quesillo. Si alguien quiere una Cubana llevará jamón, queso amarillo, queso blanco, queso de puerco, salchicha, milanesa, pierna, chorizo, huevo, aguacate, jitomate y chiles en vinagre.

Don Beto, las arrugas instaladas en rostro, bigote gris, tez blanca y ojos pequeños, dice que sus clientes compran de todas pero que la torta que más le piden es la Chicken que prepara con pollo, quesillo y queso amarillo.

¿Cuántas tortas vende al día?

-Pues ahorita está muy mal la cosa eh, a veces 80, a veces 100. El sábado a veces 120, el domingo 150 o 200.

¿En un buen día cuántas llega a vender?

-Como ahora que viene el 1 de mayo, el Día del tortero, aquí se venden 600, 700 tortas, es el único día del año porque viene mucha gente.

¿Le gusta preparar tortas?

-Siempre me ha gustado.

 ¿Por qué?

-No sé, la gente me dice que están sabrosas, que le pongo ganas, empeño, la gente me lo dice, no lo digo yo. La gente dice: están buenas, vamos a regresar.

En 1965, a la edad de 17 años, antes de hacer el Servicio Militar Nacional, Bonifacio Alemán, amigo de Gilberto, lo invitó a trabajar en su puesto de tortas en Santa María la Ribera, Ciudad de México.

Por ese año el único trabajo que había en Villa de Tezontepec era el del campo, labrar la tierra desde la salida hasta la puesta del sol. Gilberto ganaba cinco pesos como agricultor. Bonifacio le ofreció diez y tomó la oportunidad. Partió a la capital del país.

Entre las calles de Nonoalco y Pino estaba el puesto de tortas de su amigo. Lo primero que lo puso a hacer fue milanesa, de a poco se fue arrimando a la barra para aprender a hacer las tortas.

 El puesto era un molino de nixtamal, ahí le dieron permiso, estaba adentro y afuera del local, poco a poco fui aprendiendo, le ponía ganas y aprendí rápido-, cuenta Gilberto.

Después, junto a su hermano Salvador, en la calle de Academia 19, frente a la escuela de San Carlos, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ambos tuvieron su propio puesto de tortas. Vendían mil tortas al día, pero solo duraron ahí dos años.

El dueño de una mueblería les ofreció un local para continuar vendiendo y comenzaron de nuevo. Gilberto se paraba en las calles de Moneda y Academia, les decía a sus clientes la ubicación del nuevo puesto y los siguieron. En un mes ya vendían 800 tortas diarias.

La misma persona que los ayudó les pidió el local. De ahí se trasladaron a las calles de Lázaro y Cárdenas y Fray Servando a seguir vendiendo tortas, pero no les fue tan bien como en los otros lugares.

Gilberto se trasladó a Pachuca en donde puso el puesto de tortas. Solo estuvo medio año con el negocio porque la dueña del local le dobló la renta sin acordar un precio justo y dejó el lugar.

A don Beto lo operaron de unas hernias. Dejó de trabajar. José Hernández, su cuñado, lo animó para que volviera a poner su puesto ahora en su casa, en Villa de Tezontepec.

Los médicos le recomendaron caminar después de la operación. Caminaba por las calles cercanas a su casa, no veía gente y se preguntaba quién le compraría tortas si no se cruzaba con nadie. Las calles y el desierto eran lo mismo.

José Hernández no dejó de insistir, le decía que vendiera en su casa y ya vería cómo le iba. Finalmente, don Beto le hizo caso. En la cochera de su casa volvió a poner un puesto de tortas.

La cochera es amplia, en ella caben las dos barras en las que él y su hijo preparan las tortas, también hay sillas y mesas rojas, cajas de refresco. Flores adornan las paredes y el naranja de los arcos que dan al acceso de la casa es agradable a la vista. Es un buen lugar para comer una torta.

 Se ve bonito lleno de gente, las mesas, afuera esperando. Ya tengo 16 años aquí, el lunes, el primer día que abrí, vendí 70 tortas, el martes vendí 14, pero fue el único día con venta baja, fue aumentado poco a poco-, cuenta.

 ¿Y usted cómo se siente cuando le dicen que sus tortas están sabrosas?

 Yo siento gusto por dentro.

 ¿Ha probado sus propias tortas?

 Sí

  ¿Y cuál le gusta?

 A mí me gusta la de jamón con queso blanco, es que esa tortita es muy sana.

 ¿Qué torta le recomienda a sus clientes?

 No me gusta recomendar ninguna, le digo al cliente: usted escoja aquí y yo trataré de que quede bien y se van fascinados lo que sea de cada quién y sí regresa la gente.

Hace 13 años a don Beto operaron del corazón. Estuvo hospitalizado 45 días en la Raza, ahí le dijeron que le había dado un infarto, pero él no sintió nada. Tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en Palacio Nacional pero decidió continuar en la venta de tortas.

Don Beto agradece a Dios el haber criado a sus hijos con su oficio. En ocasiones se sorprende de los clientes que llegan a su puesto, descienden de autos y camionetas último modelo.

 ¿Tiene algún secreto para preparar sus tortas?

 No, pero me han dicho que tengo manos para eso, la gente me lo dice.

 ¿Cómo se siente que prácticamente toda su vida se ha dedicado a este oficio?

 Yo me siento bien, ya estoy grande, 75 años no es fácil, pero me siento a gusto. Cuando veo que llega gente saco fuerzas de donde se pueda.

 ¿Cuánto tiempo más se ve vendiendo tortas?

 Yo digo entre mí: hasta que Dios me de licencia.


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