Conoce a Don Julián, creador y vendedor de rompecabezas de alambre en Pachuca

Aprendió a hacer estás piezas desde que tenía nueva años; señala que ahora los niños prefieren celular y tablets

Cuenta con alrededor de 400 modelos diferentes de rompecabezas. (Alejandro Evaristo)
Alejandro Evaristo
Pachuca /

Julián Torres tiene 69 años y es de esas personas con quien resulta siempre enriquecedor charlar. Amable, de buen trato y con eso que llaman un gran “don de gentes”, se da tiempo para atender las preguntas y resolver las dudas de quienes se acercan a ver sus productos, demostrarles sus ventajas y, en especial, despertar la curiosidad siempre inherente al ser humano.

Él se dedica a hacer rompecabezas de alambre desde pequeño. Recuerda que a sus 8 años su abuelo le empezó a enseñar: “me enseñó los principales pasos, me enseñó unos modelos, otros ya los he inventado, incluso unos me han salido por accidente y otros por pensarle tantito”.

Dice ser originario de la Ciudad de México y toda su vida haberse dedicado a esto, desde que llegó a Pachuca cuando tenía 9 años. 

Sus rompecabezas están hechos con alambre y evidentemente no son como los clásicos pues estos, en lugar de ser armados o desarmados, tienen una o dos piezas que pueden ser liberadas y a su vez representan un reto para quien lo acepte.

La gente lo encuentra comúnmente en las exposiciones y ferias artesanales que se colocan en la explanada del Reloj Monumental en Plaza Independencia y la figura que más vende es una conocida como “taruguito”, una especie de resorte del que la gente tiene que buscar cómo sacar una pieza. Es el más sencillo… y cuesta trabajo.

Recuerdos

Deja de lado sus herramientas de trabajo y con toda disposición responde a las preguntas, la primera, ¿cómo se inició en este arte? 

En su niñez, recuerda, dos vasos y un hilo creaban un teléfono; en unas latitas pequeñas de chile les quitaba la tapadera y hacía un hoyo al fondo y luego con un hilo y un palo tenía su balero; buscaba ramas más o menos dobladas, las cortaba, las pelaba y las ponía a secar y luego sacaba el ixtle del maguey para hacer una cuerda y entonces ya tenía su arco, que complementaba “con varitas más o menos derechas y ahí andaba yo contento lanzando las flechas sobre los nopales”, su natural tiro al blanco.

Sonríe cuando recuerda que también quitaba la lengüeta a los zapatos deteriorados y con esas adaptaba “la pancita” para la resortera o una honda, para la que también usaba el ixtle del maguey y que del zacate, la cañita del zacate, sacaba el material que le permitía hacer sus barcos y aviones; de la hoja de la palma podía hacer sus silbatitos; agarraba las fichas de refresco o cerveza, las aplanaba, les hacía dos orificios en medio y un hilito y ya tenía su zumbador o, como dice les conocen por acá, su gallito.

Reitera que fue su abuelo quien le enseñó a hacer las figuras que ahora comercializa, otras las creó por mero accidente. 

Por ejemplo, toma entre sus manos una figura de bicicleta el proceso es empezar por las ruedas, el asiento y el manubrio y ahí corta el alambre. Alguna ocasión un joven llegó a pedirle una, pero como no la había hecho antes se ofreció a intentarlo y tardaría unos 40 minutos. El joven dijo que regresaría, así que Julián puso manos a la obra, pero una señora llegó a pedirle cinco rompecabezas y tuvo que explicarle cómo resolverlos porque iba a regalarlos. Esto le quito tiempo.

Retomó su trabajó con la bicicleta y entonces se dio cuenta que le faltaba el asiento y que había echado a perder esa cantidad de alambre. Entonces llegó el muchacho a preguntar si ya la tenía y le vendió otra que ya había empezado, apenas le dio tiempo para acabar los pedales. Cuando el joven se fue vio la figurita que supuestamente no le había quedado y tuvo la idea, hizo un patín del diablo. “Así me han salido por accidente y hay que pensar y hacerlo rápido porque si no después ya no regresa. Así me ha pasado varias veces que pienso ‘voy a hacer esto’ y digo ‘luego lo hago’ y se me olvida, ya no recuerdo, por eso cuando me llega la idea tengo que hacerla en el alambre o apuntarlo en un papel para que no se me vaya”.

Inversiones y reflexiones

Julián desconoce cuánto gasta al mes para poder hacer la suficiente cantidad de rompecabezas y llevarlos a vender, la cantidad es variable porque si va a una feria, como la recién pasada de San Francisco, pues compra unos cuatro o cinco rollos de alambre para hacer sus figuritas. Dice que cada rollo se lo dejan en alrededor de 110 pesos cada uno.

“Luego hay gente que me dice ‘oiga ¿a cuánto es su figurita? y les digo ‘a 25’ y ellos responden que no que ‘es un pedacito de alambre’. Yo agarro el alambre y les dejo el rollo en 50 pesos y ellos de inmediato responden que no, para qué lo quieren. Lo que cuenta es la transformación. Vaya a un mercado compre un cantarito de barro y al llegar a su casa lo muele y se da cuenta que no más compró un puñito de tierra, pero lo que compró fue la transformación. Vaya a la panadería, compre un pan, a cómo se lo dan, pero si lo pone a sacar y lo muele entonces lo que compró fue un puñito de harina, lo que compró fue la transformación, y con esto pasa lo mismo, lo que compran es la transformación, el trabajo de hacer la figurita”.

Dice contar con alrededor de 400 modelos diferentes de rompecabezas y las ventas como pueden ser muy buenas, también llegan a ser malas: “si supiera uno el día que no va a vender, ni siquiera saldría uno”.

¿La feria de San Francisco? El año pasado fueron regulares, esta vez… les colocaron en un sitio donde se presentan espectáculos y músicas y a él en lo particular le afecta el ruido porque tiene que explicarle a la gente y no escuchan, “casi me tengo que subir a la mesa y gritarles para que oigan”.

Me preguntan sobre los más complicados porque los fáciles se aprenden rápido. Luego regresan por más difíciles porque sí les gustan, “es que son buenos estos jueguitos, nada más que ahora los niños prefieren el celular y la tablet”.

“El otro día llegó una señora y me dice deme seis, con tal de que mi nieto deje por un momento el celular porque nada más despierta, todavía no se baja de la cama y ya está con el celular…”. 

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