“El güero”: un perrito callejero, pero amado por todos

Historia

Tiene más de un nombre, algunos lo llaman también Solovino. Lo han querido adoptar, pero se resiste, por eso la gente ha optado por llevarle de comer y ya hasta tiene tres casas

A Güero han querido adoptarlo pero siempre se escapa. (Jorge Sánchez)
Alejandro Evaristo
Pachuca /

El sol de mediodía cae a plomo sobre todos y todo: árboles, personas, autos, plantas, aves. No hay posibilidad de escape.

El protagonista de esta historia ha corrido con suerte. Puede guarecerse bajo la sombra de alguna especie vegetal o incluso dentro de alguna de las tres casas que alguno de los extraños bípedos que ocasionalmente le alimentan edificó para él.

Es conocido con Güero o Solovino. (Jorge Sánchez)

El trébol La Paz, un distribuidor vial construido en la intersección de las vialidades Colosio y la carretera que va y viene de Pachuca a Ciudad Sahagún, es, ha sido, el hogar de este perro callejero o “lomito”, como ahora les llaman.

En al menos dos ocasiones se pudo corroborar la llegada de un vehículo sedan conducido por una mujer que no cabe en el auto. Su corazón es demasiado grande…

Lomito” reconoce el olor y la figura, brincotea, ladra, mueve su cuerpo desde la nariz hasta el posterior apéndice con singular y evidente alegría. Hoy evitará nuevamente alimentarse con las croquetas dispuestas en al menos cuatro bandejas que otros corazones llevaron, junto con agua, para facilitar su estancia en ese sitio.

La mujer le habla con cariño, le acaricia, habla con él. En respuesta el animal se tumba sobre su lomo y ofrece panza y gemidos a la humana, ahora notablemente enternecida por tal reacción.

Día a día

Hay tres sitios en los que “el güero” puede pasar la noche sin problema. Así le dicen algunas personas.

Una casa está arriba, en el inicio del puente, bajo una de las palmeras y cuya techumbre de madera resulta fresca y acogedora; la otra está al costado de un arbusto en medio de esta enorme hoja entre el pavimento y el concreto y es quizá la más frágil por tratarse de una simple caja de cartón, pero colocada ahí con todo cariño.

La última y al parecer favorita de “el güero” es un contenedor de plástico, de esos que se usan para almacenar agua, y está a unos cuantos metros de la carretera y el callejón para incorporarse a la misma que nace en Colosio.

Güero se quedó a vivir en el trébol La Paz. (Jorge Sánchez)

El animal aparece a la mañana y corre a saludar a los amigos paseando a sus humanos. Primero es un señor con un husky y más tarde una señora con otro perro igual que él, sin raza definida.

Es hora de almorzar y ha esperado con paciencia por si alguno de esos extraños seres llega con sobras de comida o algo diferente a las croquetas que otros ya han colocado en las bandejas dispersas por el lugar.

Para hacer un poco de tiempo “el güero” se divierte un tanto ladrando a los autos desde la seguridad de su espacio, observa a lo lejos a estudiantes y empleados circular por el protegido territorio y ocasionalmente se limita a mirar el vuelo de las aves. Una vez osó correr tras ellas por pura diversión y casi le atropellan porque no se dio cuenta que ya había abandonado el terreno conocido y estaba corriendo en el carril de baja. Afortunadamente no pasó a mayores.

Supervisión vecinal

Alrededor del territorio de “Solovino”, como otros le llaman, hay agencias automotrices, carnicerías, negocios relacionados con materiales para construcción, estéticas para autos, ferreterías y demás.

La mayoría de los encargados, empleados y propietarios de esos negocios coinciden en algo, nuestro peludo amigo llegó al sitio hace 9 meses, poco más o menos, y ya no se fue.

“Lo han querido adoptar, pero se resiste y no se deja, así que mejor ya optamos por llevarle alimento y agua. Nosotros le hicimos su casita de cartón allá en medio”; “vienen dos mujeres de una asociación de esas que cuidan animales y siempre le traen comida; ellas fueron las que le pusieron la casa más grande”; “lo quisimos traer acá al negocio para que se quedará a cuidar pero se nos escapó dos veces y siempre regresa ahí, entonces mejor ya solo le damos de comer y le llevamos agua”; “siempre ha estado ahí, a veces se cruza la avenida, pero siempre regresa al mismo sitio, ya estamos acostumbrados a verlo”.

Las historias alrededor de “Solovino” son diversas. Alguna de las personas especula que no es callejero, sino que seguramente llega con su dueño(a) todos los días por la madrugada y ahí le espera hasta que vuelve por las noches. Hay quien pone en tela de juicio la afirmación porque ha debido llegar o salir de su trabajo en diferentes horarios y desde hace nueve meses lo ha visto ahí. Otra dice que hace meses un auto le golpeó y por eso cojea a veces…

Lo cierto es que el perro no solo se ha apropiado del espacio físico, también del cariño vecinal y uno que otro caminante que se asombra al verle echado y supervisando el orden desde una de sus viviendas allá, en lo alto del puente…

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