Don Juanito, el primer embalsamador de Hidalgo cuenta su historia detrás de los muertos

“No me da miedo la muerte”, aprendió el oficio desde los 15 años de edad, por más de 50 años ha estado de frente a frente con la muerte

Juan José Zaragoza Montiel, embalsamador desde hace más de 50 años. (Jorge Sánchez)
Elizabeth Hernández
Pachuca /

Juan José Zaragoza Montiel, mejor conocido como "Don Juanito" o "El jefe", lee el periódico por las mañanas en su oficina ubicada en la Funeraria Arriaga del centro histórico de Pachuca, y entre las fotos en sepia que cuelgan de un muro, en las que se muestran las carrozas fúnebres de los años 70, su mente retrocede el tiempo y sabe que su vida la ha recorrido junto a los muertos.

Por más de 50 años ha estado de frente a la muerte, ante cuerpos inertes que cuentan el final de su historia y el momento en el que se cruzan en la vida de Don Juanito, quien les ofrece su experiencia, respeto y dedicación desde que tenía 15 años y visitaba la Ciudad de México para tomar el curso de embalsamador que ofreció el Hospital General de la capital del país, allá por 1963.




"Tomé esta carrera con unos maestros americanos que vinieron a México y fue una iniciativa del señor Pedro Arriaga, quien desde joven me encargó con su familia, porque yo soy de Real del Monte, como ellos, así que me enviaron para formar parte de la agencia funeraria y desde entonces vivo con la muerte", dice.

Su primer caso, una persona guatemalteca que murió en Pachuca por causas naturales "¡y que me ponen a practicar!, así que lo hice y mi trabajo salió bien y recibí mis primeras felicitaciones por esta labor", recuerda.

Sobre su escritorio, hay una carpeta de piel que acaricia con nostalgia y en la que guarda artículos que han escrito sobre su historia, fotos e imágenes que le recuerdan todos los días su labor, su experiencia, misma que ha compartido con dos jóvenes que actualmente realizan el embalsamamiento en la reconocida empresa funeraria.

"No sé cuántos cuerpos he embalsamado, pero no han sido tantos, porque son pocas las personas que aceptan la preparación del cadáver, solo en casos cuando la persona ha muerto por un accidente y quedan desfigurados", dice.

Sus dedos han tomado la aguja especial y el hilo para hilvanar con puntos delicados la piel de un cuerpo amputado por accidente vehicular, no sin antes haber unido huesos y haber aseado el cuerpo, y así, de forma artesanal, deja el cuerpo lo más parecido que tenía en vida, completo y listo para que sea despedido por sus familiares.




"Hay personas que llegan sin piernas, sin brazos, depende del accidente en el que perdieron la vida, por lo que hay que coserlo poco a poquito, a manera que no se note, luego se viste y nuestro trabajo lo hacemos delicadamente, con un zurcido invisible; así también arreglamos el rostro con maquillaje porque es la base principal".

Aún recuerda el caso de una niña de once años, de Tizayuca, y cuando su cuerpo yacía sobre la plancha de la sala donde realiza su trabajo. Ella tenía el pecho y parte del rostro desfigurado, tras un accidente en el que se vio involucrado el padre de la menor de edad quien, por accidente, atropelló a su propia hija.

"Al final, ella quedó como estaba en vida y la familia me agradeció mi trabajo, porque pudieron despedirla así, como se veía antes de su muerte", dice, mientras da vuelta a una página más dentro de la funeraria, en donde está rodeado de ataúdes, velas, olor a flores y un silencio en el que sus pasos lentos se escuchan por el lugar.


Actualmente Don Juanito tiene 80 años, continúa yendo a la funeraria pero ya no para embalsamar, porque es una labor que le deja a los dos jóvenes que han aprendido de su experiencia, y sabe que su vida continuará ahí, entre ataúdes y familiares que llegan con tristeza en la mirada para solicitar informes de servicios funerarios.

"No me da miedo la muerte, siempre he vivido entre difuntos y no se aún qué significado tiene, pero sé que le llega a niñas, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, y yo seguiré aquí, hasta que Dios me los permita, en esta empresa en la que he vivido y en la que pienso morir", dice, mientras a paso lento se dirige a su oficina para seguir leyendo el periódico, y perderse en la memoria de las fotos en sepia.

¿Qué es el embalsamamiento?

El proceso de embalsamar un cadáver consiste esencialmente en aplicar unas sustancias químicas en el cuerpo para frenar o detener temporalmente su descomposición.

El objetivo es preservarlo para que pueda ser velado en un funeral y darle la oportunidad a familiares y amigos de verlo por última vez, por eso el proceso incluye también varios arreglos cosméticos al cuerpo, y especialmente al rostro, para que pueda ser presentado durante un velorio.

En algunos casos es necesario embalsamarlo para preservarlo por periodos largos de tiempo porque va a ser transportado a otra ciudad, otro estado o quizás otro país, lo que puede demorarse de manera considerable.