Felipe Rodríguez tiene de 60 años, es originario de la Ciudad de México y desde que tenía diez años comenzó a trabajar en la restauración de imágenes religiosas, principalmente en figuras del Niño Dios para el Día de la Candelaria.
Aprendió su oficio al interior de un taller en lo que hoy es la alcaldía Iztacalco, en donde sigue viviendo, sin embargo ahora se encuentra en Pachuca para trabajar en la temporada previa a vestir a las figuras del Niño Jesús como ordena la tradición católica.
“Hay más trabajo acá y menos competencia”, afirma Felipe, quien sostiene una figura de cerámica de casi un metro.
De acuerdo al restaurador, el costo de las reparaciones varía, dependiendo del daño que tengan las figuras o bien de las cosas que requieran, como pintura, cambio de ojos, retoques en las manos, detalles más estilizados.
“Se puede gastar uno hasta 500 o 600 pesos, dependiendo de los detalles como las pestañas que son de ternera”, explicó.
Felipe Rodríguez se ubica al exterior del mercado Benito Juárez en el centro histórico de Pachuca, en donde resana figuras con yeso cerámico y laca automotriz.
Afirma que sigue siendo un buen oficio, pese a las dificultades económicas, pues recuerda que inició desde niño por necesidad.
La tradición de vestir al Niño Dios nació en México en febrero de 1912, en la iglesia de la Candelaria de los Patos, donde lo levantaban del pesebre para después cubrirlo; sin embargo, su origen se remonta a la liturgia de la Purificación, donde padres de familia acercaban a sus hijos más pequeños a recibir la bendición.
El Día de la Candelaria festeja a la virgen María y su purificación, tras 40 días de haber dado a luz a Jesucristo, el hijo de Dios. En un principio, en esta fecha la gente llevaba a bendecir sus velas o candelas, pero a partir de los años 50 comienzan a bendecir a sus niños Dios.