El rector se niega. Ahora afuera del Centro Cultural Universitario “La Garza”. Se niega ante los estudiantes, por segunda ocasión, a disculparse por la agresión del 19 de septiembre en ese lugar contra sus compañeros del Instituto de Artes.
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Su argumento: hay procesos legales. El rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Octavio Castillo Acosta, les dice a los alumnos que en tanto no haya un resultado de esos procesos legales y no se deslinde cada una de las responsabilidades no puede haber disculpa ni no disculpa.
Horas antes los estudiantes en paro lo esperaron tras la sesión extraordinaria del Consejo Universitario. Lo abordan, le piden respuestas a sus peticiones, lo cuestionan. Le exigen que se disculpe por la agresión del 19 de septiembre.
El rector se niega. Se dispone a marcharse. Entonces inicia la persecución. Rodea la camioneta negra, que lo espera, para abordarla. Comienzan los gritos de los estudiantes: “que no se vaya”, “que no se vaya”. Le impiden subir. Son cerca de 150 alumnos.
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Una estudiante sube al cofre y apunta su celular hacia el interior de la camioneta, un compañero le hace una seña de que no lo haga y la joven se baja enseguida. Los alumnos rodean al rector. Vienen más gritos: “amárrenlo y encuérenlo”. “Maricón”. “Pinche maricón”. El rector levanta las manos.
Los gritos no paran: “no somos uno, somos un chingo”. El rector se da la vuelta y camina sobre la calle de Abasolo, en dirección al centro de la ciudad. Los estudiantes lo siguen como hormigas a su presa.
Los fotógrafos capturan las imágenes, los alumnos transmiten en vivo a través de sus celulares. Piden a sus compañeros que levanten las manos. Más reclamos: “nos aventaste la camioneta”.
El rector sigue caminando. Avanza. La rabia se apodera de algunos: “pinche porro burgués”. “Por qué te vas cabrón”. “No se vale lo que nos hicieron el 19 de septiembre”. “Discúlpate”. “Amárrenlo”.
Alguien grita que se haga una cadena humana. No le hacen caso. El rector no deja de caminar. Lo rodea personal de la universidad. Le avientan agua, le cae en la cara. Se traga la agresión. No responde. Levanta las manos.
Más gritos: “qué te cuesta disculparte con tu puto alumnado”. “A Octavio le faltan huevos”. “Que dé la cara”. El rector no detiene sus pasos y baja sobre la calle Nicolás Bravo, con los estudiantes detrás de sí. Sus gritos son escupitajos que no puede evitar, le caen en el cuerpo, en la cara, sobre el traje. “Chingas a tu madre”.
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Los automovilistas ven la persecución y tocan el claxon. Los estudiantes no detienen sus consignas: “que lo vengan a ver, que lo venga a ver, ese no es un rector es una puta de cabaret”. “Fuera Octavio”. “Fuera Octavio”. “Fuera Octavio”.
El rector avanza ahora sobre la carretera. Estudiantes y reporteros graban con sus celulares, transmiten en redes sociales la huida de Castillo Acosta a toda velocidad. Los alumnos gritan. El rector pasa junto a un camión de Red Cola. No ve el fin de la calle. Más gritos. “Ya renuncia Octavio”.
Personal de la universidad lo toma de los brazos, se libera de los dos hombres. Una estudiante grita con todas sus fuerzas: “que vean cómo ignora al alumnado”. “Este es su pinche diálogo”. El rector sigue avanzando. En silencio. Se ha quedado sin palabras.
Su equipo de seguridad lo vuelve a tomar de los brazos. El sentir de los estudiantes hace erupción en sus bocas: “fuera Octavio”, “fuera Octavio”. “La sociedad te repudia cabrón”.
El rector llega a la Plaza Independencia. Hay un taxi cerca, su personal le abre las puertas. Los estudiantes no pueden detenerlos. El rector sube en la parte trasera del copiloto. “Dejen que se vaya”, grita un hombre.
Los alumnos lo rodean, impiden que el taxi avance. Los fotógrafos se pegan al auto como abejas al panal. Disparan sus cámaras, una y otra vez. El rector ha enmudecido, ve desde dentro el tumulto. El miedo se ha instalado en su rostro.
El taxista no puede avanzar, trata de echarse en reversa, pero es imposible salir. Le gante en la plaza ve asombrada lo que sucede. Los policías no intervienen, son un espectador más.
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Los estudiantes no dejan que el taxi se mueva. Hay gritos. Tensión. Todo sucede rápido. Una voz se escucha en medio de lo que sucede: “dejen que se vaya el cobarde”.
Alguien ha subido de copiloto en el taxi, su chaleco tiene grabadas las iniciales de la universidad, UAEH. Los alumnos se hacen a un lado del auto. El chofer comienza a avanzar.
Hay gritos: “Octavio cobarde”, “Octavio es un cobarde”. Los estudiantes siguen al taxi. El chofer se detiene, un alumno se tira sobre la carretera para impedir que el auto avance, justo a unos pasos del Reloj Monumental. Uno de sus compañeros lo levanta.
El taxi está detenido. Hay más gritos de estudiantes. Se escuchan voces que anuncian el final: “ya dejen que se vaya”, “ya no mamen”, “ya déjenlo ir”, “déjenlo ir, abran paso”, “ya abran paso”, “dejen que se largue el pinche porro”.
Los estudiantes se hacen a un lado. El taxista, de chamarra roja, lentes y escaso pelo blanco pisa el acelerador. El rector escapa, la persecución termina. Han sido los ocho minutos más largos de su gestión en huir.