Desde el Istmo, una probadita de Oaxaca para hidalguenses

La joya de la corona la representan las tlayudas, el tasajo, el pan de yema de huevo y el asiento, sin olvidarnos del quesillo, chapulines y botellas de mezcal con su bolsita de sal de gusano

Venden productos oaxaqueños en Pachuca. (Alejandro Evaristo)
Alejandro Evaristo
Pachuca /

Son muchas las características que definen e identifican a nuestro país en el concierto internacional: sus maravillas naturales, nuestra inmensa oferta cultural, nuestras tradiciones e historia y, en un sitio muy especial, destaca la variedad de sus alimentos y platillos.

No es gratuito el hecho de que hace 13 años, el 16 de noviembre de aquel lejano 2010, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) declarara Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la Gastronomía Mexicana, verdadera manifestación cultural evidenciada a través del arte culinario para beneplácito de todo tipo de paladares.

No hay una región de nuestro país que particularmente destaque sobre las otras en esta materia. Cada pueblo, cada estado de nuestro amado México, ofrece sus propios y característicos platillos, es cierto pero, sin lugar a dudas, todos son exquisitos.

¿Ejemplos? Sobran por todos lados o qué, ¿a poco usted rechazaría un buen plato de birria calientita en Jalisco acompañado de una poderosísima torta ahogada o unos buenos tacos de carnitas en Michoacán?, ni qué decir de una suculenta sopa de Lima allá en la península de Yucatán o unos tacos de obispo en tortillas azules en Tenancingo, Estado de México ¿o mejor un delicioso pescado empapelado en Mazatlán? De Hidalgo ni qué decir, todos conocemos el sabor del zacahuil, las enchiladas, el ximbo, sin olvidarnos de la barbacoa porque, Dios nos libre, eso sería pecado...

Todos esos platillos deben ir muy bien acompañados y no podemos olvidar ni las salsas, roja o verde, o quizá la de piña con habaneros o aquella de chiles manzanos curtidos, y la siempre entrañable salsa borracha, ni las bebidas como el pulque, tequila, mezcal, licor, café…

En la variedad está el gusto

Esta vez tocó el turno al buen amigo Hugo Fernández, un hombre de pocas palabras pero gran actitud que ofrece productos oaxaqueños a los hidalguenses allá por los rumbos de Plaza Q, a unos metros del puente peatonal sobre avenida Colosio.

Él nació en la tierra de las bahías y el barro negro, así que conoce perfectamente lo que vende y oferta.

Al menos una década de sus 30 años ha dedicado al comercio de este tipo de productos y, en la ubicación descrita, lleva poco más de seis años, así que es ya bien conocido entre los vecinos de la zona, junto con su hermano, pues ambos se van turnando para ir supervisando los otros cuatro o cinco puntos de venta móviles dentro de la Zona Metropolitana de Pachuca.

Además hay ocasiones en que cada uno se responsabiliza de recibir la mercancía que sus familiares, especialmente sus padres y tíos, les envían desde aquella bellísima entidad para poder ofrecerla y comercializarla para disfrute de los hidalguenses. A veces, cuando hay oportunidad, incluso se deciden a ir por ellos hasta su tierra. Todo depende de la demanda.

En la camioneta transporta el tradicional quesillo (conocido en estas latitudes como queso Oaxaca precisamente) y además de otras variedades de queso, como el panela, el manchego y hasta el Cotija. También hay algunas botellas de mezcal con su correspondiente bolsita de sal de gusano, chorizo, café, chocolate y carne enchilada, además de mole negro por supuesto, sin olvidar los riquísimos chapulines.

La joya de la corona la representan las tlayudas, exquisitas y enormes tortillas de maíz que se doran sobre un comal para adquirir su característica dureza; el tasajo, que es un corte de carne de res extraído de la cabeza, la costilla o el lomo de la vaca, y es también conocido como cecina itsmeña, y el pan de yema de huevo, de sabor dulce y tradicionalmente ofrecido en grandes celebraciones y festejos, como el día de muertos, cuya principal característica es que para su elaboración no se usa ningún otro líquido, más que harina y huevo.

Por si alguien gusta, Hugo también vende asiento, esa grasita que sobra al elaborar chicharrón y que es ingrediente fundamental de una buena tlayuda con sus frijolitos chinos (refritos) y su buen pedazo de tasajo.

Además, para complementar la oferta, hay botanas diversas, desde las tradicionales y comunes papas fritas, hasta habas enchiladas, cacahuate tostado, plátano seco y frito y también cacahuates fritos con chile de árbol y ajo (los mejores si me es permitida la recomendación).

El dato curioso

Durante la breve charla sostenida con el buen Hugo, hizo una afirmación que llamó la atención: recordó que durante la emergencia sanitaria, contrario a la serie de problemas y sinsabores que el sector comercio en todos sus niveles y categorías tuvo que enfrentar a consecuencia del encierro y la limitada movilidad, su negocio siguió sin mayor problema.

“En la pandemia no hubo tanto problema –dice- el verdadero lío lo tenemos ahora porque quién sabe a qué se deba, pero está más difícil, las ventas han estado cayendo”.

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.