“Tenemos la obligación social de compartir”: Jorge M. Pérez

El fundador y presidente del Consejo de Related Group, además de ser uno de los hombres más poderosos del mundo inmobiliario, también es un apasionado del arte y un reconocido filántropo.

Jorge M. Pérez. (Especial)
Ciudad de México /

El desarrollador inmobiliario Jorge M. Pérez tiene una pasión por el arte y un llamado por la filantropía. Su empresa, Related Group, ha invertido en México en varios proyectos, los más recientes están en Ciudad de México, Cancún, Tulum y Zihuatanejo.

En 2018, la revista Forbes lo colocó en el sitio 316 de los hombres más ricos del mundo con un valor neto de 2 mil 600 millones de dólares. No obstante, Pérez se comprometió vía The Giving Pledge a dejar 50 por ciento de su fortuna a la filantropía.

En un viaje a nuestro país cuenta de sus proyectos con socios diversos del sector inmobiliario mexicano y hace un llamado a los más privilegiados a regresar parte de sus bienes a la comunidad.

Con Related Group presentaron un proyecto más en México: 724 Insurgentes Sur Hotel & Residences. ¿Qué les interesa de este país y cuánta más inversión pueden hacer?

México es como mi segunda patria, me encanta estar aquí por lo servicial, por la cultura, el arte, la comida, pero lo que más me gusta es hacer real state y México siempre ha sido un mercado muy bueno para nosotros.

Empezamos con un proyecto muy exitoso en Vallarta con Philippe Starck, ahora estamos haciendo uno en Cancún, ya tenemos tres torres vendidas y estamos estrenando la cuarta de seis. Planeamos un proyecto en Tulum y otro en Zihuatanejo, que para mí es un paraíso que no se conoce mucho fuera de México.

En Ciudad de México, que será la zona más importante para nosotros, comenzaremos pronto con Sordo Madaleno Arquitectos un proyecto de condominio de lujo de unas 100 unidades. Creo que será el proyecto más lindo de la ciudad, de mucho lujo, vistas preciosas y que mezcla la gran arquitectura con el arte y el diseño interior.

Además, estamos viendo un proyecto de lujo —todavía no puedo mencionar con quién nos hemos asociado— en avenida Reforma. Hemos invertido en hotelería, compramos un porcentaje significativo de una compañía de hoteles, con mi socio Carlos Ancira, Grupo Hotelero Santa Fe, y estamos invirtiendo en 724 Insurgentes Sur y en Santa Fe. Apostamos mucho en México porque creemos en su futuro, porque tiene una ubicación muy privilegiada, cerca de Estados Unidos y una constante comunicación con Europa.


La pandemia ha cambiado al sector, resignificado el hogar y el lujo. ¿Cuáles son los retos inmobiliarios en México?

La mayoría de los proyectos los estamos vendiendo al mercado mexicano, pero sí, la pandemia ha tenido una influencia en el modo de vivir. Se prefieren espacios abiertos y la circulación del aire es muy importante, por eso traemos tecnología que usamos en Estados Unidos para hacer espacios inteligentes. La idea es que la tecnología haga la vida más simple.

Todo lo que estamos aprendiendo en las ciudades en donde estamos, como Londres, Nueva York o Miami, lo traemos a México.

Pero, para seguir desarrollando el mercado internacional, que es muy importante, hay una cosa sumamente necesaria: la seguridad.

El proyecto de Cancún estaba pensado para vender 50 por ciento local y 50 por ciento extranjero, pero hemos vendido 90 por ciento a mexicanos porque hay miedo del extranjero por la inseguridad y el crimen organizado en México.

El mercado mexicano nacional es tan fuerte que seguimos vendiendo muy bien, pero podríamos crecer el sector muchísimo si pudiéramos vender al mercado internacional; si creciera el sector, podríamos invertir mucho más. Más demanda, más inversión.

La riqueza de los más ricos en el mundo se incrementó de cinco a 13 billones de dólares durante el primer año de la pandemia, ¿eso beneficia a su negocio?

Están saliendo a comprar muchísimo, lo interesante es dónde: a Nueva York le va muy mal, a Chicago le va mal, a Boston le va mal, pero en Miami vendemos los proyectos en tres minutos. Otros lugares que van bien son Aspen, Colorado y Austin, Texas.

John Paul, su hijo, ha entrado a la empresa y es presidente de Related Group. ¿Cómo planeó la integración de la nueva generación?

John Paul ya es presidente y Nicolás, vicepresidente. Desde que eran muy jóvenes los llevaba a visitar proyectos, pero siempre les dije que no escogieran su carrera porque su papá es el dueño de la compañía, sino que eligieran si les gustaba, porque si no, no serían felices. Tuve dos requerimientos: tenían que trabajar cinco años fuera de la compañía y tenían que estudiar una maestría. He tenido mucha suerte porque he dedicado mucho tiempo a entrenarlos y sigo trabajando porque todo es por mis hijos, para que puedan asumir el mando de la compañía. Los he llevado poco a poco, hay que ser constantes, también saber que la mejor forma de aprender es cuando lo ven a uno actuar, y entender que esto no es porque son los hijos de Jorge Pérez, sino porque se lo merecen. Ellos deben ganarse el respeto de la gente.

¿Con la nueva generación, Related Group podría convertirse en empresa pública?

No puedo decir que nunca sucederá porque después de que muera no sé qué van a hacer.

A mí me gusta tomar mis decisiones y sería muy difícil tener una junta directiva que me diga qué hacer. Mis hijos piensan igual y creo que la compañía se transfiere a la familia, se queda en la familia, es una compañía en la que somos dueños del 100 por ciento. Así podemos decidir cosas que en una empresa pública no podríamos. Por ejemplo, a nosotros no nos importa si ganamos más o menos en un año, la demanda dicta. Por eso hay años como el de la pandemia en el cual paramos muchos proyectos, que tirarían las acciones si fuera una empresa pública, y ahora estamos construyendo una barbaridad, que de nuevo sería un riesgo muy alto para una empresa pública.


Además de los desarrollos inmobiliarios, ¿por qué su interés por la filantropía y el arte?

La filantropía es sumamente importante.

No hay grandes ciudades sin grandes museos; yo doné a un museo unos 50 millones de dólares y una colección de arte latinoamericana. Después le pusieron mi nombre, Pérez Art Museum Miami (PAMM), pero no es mío, es de la ciudad.

Mi colección de arte personal es grande, así que abrí otro lugar: El Espacio, que si bien es privado, está abierto al público y ahí muestro mi colección particular.

Así, Miami tiene dos museos. Cuando muera, unas cuatro mil piezas de mi colección personal están prometidas al PAMM porque quiero que sea uno de los más importantes, con la colección latinoamericana más relevante.

También soy el primer miembro latino del Giving Pledge donde sometemos 50 por ciento de nuestro patrimonio a la filantropía, pero además de eso damos unos 20 millones de dólares más a filantropía vía la Pérez Family Foundation. Finalmente, también la empresa tiene Related Philanthropic Foundation, que se encarga de problemas comunitarios y sociales.

Las personas que son tan afortunadas como yo, que hemos tenido la oportunidad de ganar, tenemos un deber de devolver a la comunidad.


¿Cuál fue la primera obra de arte que compró y la más reciente?

La primera fue una litografía de Marino Marini, un italiano, que todavía tengo, y la compré cuando estaba en la universidad, me costó unos 50 dólares. Solo podía comprar litografías.

Cuando pude comprar una obra única fue un Man Ray, todavía la tengo. Nunca he vendido una pieza de arte.

Acabo de comprar a una familia suiza un gran cuadro de Frank Stella. En México acabo de comprar tres obras, una de Orozco, una de la artista cubana Elizabeth Cerviño en Galería Nina Menocal, y una del mexicano Adrián Villavicencio.

¿Por qué es importante regresar a la sociedad parte de lo que tiene?

Al salir de Cuba con la revolución, mis padres eran cubanos, fuimos a Argentina y luego a Colombia en donde las injusticias sociales eran inmensas. Mis padres perdieron todo, pero siempre hemos pensado que no pueden existir sociedades con diferencias tan grandes. Tenemos un deber de devolver para crear un mundo en el que cualquiera tenga la oportunidad de ser exitoso. En verdad creo que es posible.

Por otro lado, un estudio de las Naciones Unidas dice que de las personas de ingresos muy altos, patrimonio muy alto, los latinos somos los que menos damos en el mundo como porcentaje de lo que tenemos. Eso tiene que cambiar. Y una de mis labores es tratar de convencerlos que tenemos una obligación social de compartir. Hoy dedico 50 por ciento de mi tiempo al arte y a la filantropía y el otro 50 por ciento al negocio. Sin la parte de filantropía y arte, mi vida sería mucho más pobre.

La pandemia hizo las brechas más amplias, se necesita más que generar conciencia...

Tienes razón, pero en la última década, la diferencia entre el rico y el pobre se ha vuelto mucho mayor. Hemos retrocedido. Por eso, el gobierno no puede hacer todo, el exitoso sector privado tiene que devolver o seguirán las revoluciones y los problemas.

Siempre he creído en el capitalismo, pero en un capitalismo social, en el que quien gana mucho tiene una obligación de devolver. La cosa es traer a todos para arriba y eso es difícil. Se necesita una asociación del sector privado con el público trabajando juntos entendiendo que la empresa privada es la mejor para producir, pero cuya ganancia debe de permear y lograr que otros crezcan y progresen.


Donald Trump le pidió que construyera el muro entre México y Estados Unidos…

Sí, y le dije que era una imbecilidad. Pero la mala relación con él no solo fue por el muro y la migración, también por sus programas del medio ambiente y medicina social. Yo estaba en desacuerdo en todo, y eso que fue mi socio en muchos proyectos y éramos amigos.

¿Sigue siendo amigo?

No, lo que le dije lo tomó muy personal. Le dije: “Mira, si yo creo que algo está mal y no digo nada, es como si estuviera de parte del mal. Las personas tienen la obligación de hablar en contra de lo que consideran mal”, y yo encontraba su política mal, y hablé claramente en contra.

Entonces, ¿la participación de los empresarios debe de ser frontal y con el objetivo de generar oportunidades para los que menos tienen?

Claro, y se debe hablar con el gobierno. Los proyectos públicos que hacemos en Miami son indicativos de esto: el gobierno nos ha dicho qué necesita y lo hacemos. Tenemos escuelas privadas para entrenar plomeros, electricistas y crear bienestar. En paralelo, seguimos haciendo nuestros proyectos, que cuestan más, pero ¡qué importa! Se logra la ecuación correcta.



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  • Regina Reyes-Heroles C.
  • regina.reyesheroles@milenio.com
  • Periodista. Autora del libro Vivir como reina y gastar como plebeya. Conductora de Milenio Negocios, programa semanal de entrevistas con directivos y personajes clave en el mundo económico. Publica su columna sobre finanzas personales todos los jueves. Mamá de dos.

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