Los tamales, ese platillo que se vuelve aún más popular en épocas decembrinas, puso su casa en una ciudad muy particular, Juárez, Nuevo León.
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Al norte de México decenas de familias mantienen viva la tradición de la masa y las hojas de maíz que guardan en su interior una embarrada de frijoles, carne, pollo, queso y demás sabores de la región.
A lo largo de nueve cuadras de la avenida Arturo B. de la Garza, en el corazón de este municipio, se pueden ver más de 11 locales de tamales, ofreciendo desde los ya conocidos tradicionales, borrachos, gourmet y hasta costeños.
Los negocios más longevos de la zona tienen ya más de 40 años de estar ahí, como los Teresita o los Tamales Salinas, que tal parece, son de la misma familia.
Cuenta la historia que Doña Teresa de Jesús Salinas González empezó a vender este platillo de tradición familiar afuera de su casa con una vaporera modesta y con el paso de los años, sus hijos la ayudaron a llevar el negocio a otras magnitudes.
Fue así que este municipio se volvió popular por este giro comercial y ante la demanda, muchos más habitantes pusieron también a llenar sus vaporeras de tamales para vender a los fuereños y locales.