Las mujeres de la comunidad LGBTQI padecen el doble de violencia que las heterosexuales. Una buena parte de estas agresiones son perpetradas por papás, familiares, amigos o compañeros de trabajo, quienes ejercen acciones “correctivas” para tratar de “corregir” conductas consideradas como fuera de lo “normal”.
En México, 15 de cada 100 mujeres lesbianas, bisexuales o asexuales han sido víctimas de violación sexual, una proporción que duplica la registrada entre “mujeres a las que les gustan solamente los hombres”, que es de siete víctimas de violación por cada 100.
Tal como revela la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género, publicada este año por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las mujeres no heterosexuales sufren actos de victimización con mayor frecuencia que la población de mujeres heterosexuales, en todas las formas de violencia sobre las que fueron consultadas.
Por ejemplo, la proporción de lesbianas, mujeres bisexuales y asexuales que ha recibido mensajes ofensivos es 129 por ciento mayor que la registrada entre mujeres heterosexuales; la de aquellas que han sido amenazadas es 127 por ciento más alta; la de víctimas sometidas a tocamientos no consentidos es 95 por ciento más elevada; y la de víctimas de humillaciones lo es en 76 por ciento.
“A partir de la idea de que ser heterosexual es lo ‘normal’, lo que ‘está bien’, la sociedad impone a las mujeres la forma en que debes actuar –explica Oriana López, directora de Balance, organización civil dedicada a la salud sexual y reproductiva–. Y cuando no cumples, cuando no actúas como una ‘mujer heterosexual’, viene la violencia orientada a regresarte a lo ‘normal’.”
Contra todas las mujeres de México, independientemente de su orientación sexual, “se usan como herramientas de sometimiento la violencia sexual y el abuso –añade la especialista–, pero contra las personas sáficas (como la organización Balance denomina a las integrantes de la comunidad LGBTQI) se aplica una violencia específica, que se añade a la violencia general contra las mujeres”.
La frecuencia
Según los resultados del Inegi, en México viven aproximadamente 48 millones de mujeres de 15 años o mayor edad heterosexuales (94 por ciento del total), y 2.4 millones que se reconocen como lesbianas, bisexuales o asexuales.
Debido a esta abrumadora diferencia demográfica entre ambos sectores de la población, el número más alto de casos de violación sexual se acumula en las adolescentes y adultas heterosexuales, con 3.3 millones de víctimas.
En contraste, entre mujeres no heterosexuales se registran 352 mil casos. Eso quiere decir que por cada 10 mujeres heterosexuales víctimas de violación, hay una víctima lesbiana, bisexual, asexual o de otra disidencia.
Sin embargo, las estadísticas generadas por el Inegi revelan que la frecuencia con la que estas agresiones ocurren es distinta para ambos grupos. Un ejemplo: de cada 10 mil lesbianas, mujeres bisexuales o asexuales, mil 472 han sido víctimas de violación, cifra que se reduce a 687 casos por cada 10 mil mujeres heterosexuales, es decir, a menos de la mitad.
“No se trata de decir que tal sector de las mujeres la pasa peor que otras, o de exigir atención urgente para la violencia contra unas, antes que para las demás –detalla Pol Martínez, quien dirige la organización Musas de Metal, Grupo de Mujeres Gay AC–. Todas las formas de violencia contra todas las mujeres deben ser atendidas. Sin embargo, estas violencias contra grupos específicos de la población deben ser nombradas, visibilizadas”.
Violencia ‘correctiva’
Durante los 27 años de trabajo de Musas AC, impartiendo talleres de reflexión y apoyo psicoterapéutico a mujeres lesbianas, bisexuales, personas no binarias y transexuales, “hemos tomado conocimiento de muchísimos casos de intento de ‘corrección’, que van desde el maltrato, las amenazas, las terapias de conversión, hasta las violaciones ‘correctivas’, que son ataques sexuales bajo la falsa justificación de ‘te voy a enseñar lo que es un hombre de verdad’. Eso es algo que conocemos, pero hacían falta los datos que lo probaran”, explica Pol Martínez, titular de la organización.
La encuesta del Inegi, efectivamente, pone en evidencia que la violencia que sufren las mujeres lesbianas, bisexuales o asexuales es ejercida de forma particular, aunque no exclusiva, por figuras que reclaman alguna autoridad sobre ellas.
En los casos de violaciones sexuales cometidas por los papás de las agredidas, por ejemplo, la frecuencia de los ataques es de 397 casos por cada 10 mil víctimas lesbianas, bisexuales o asexuales.
En contraste, tratándose de mujeres heterosexuales, dicha cifra disminuye a 274 casos por cada 10 mil víctimas.
Igualmente, la frecuencia con la que amigos y conocidos han violado sexualmente a mujeres lesbianas, bisexuales o asexuales es de 2 mil 767 casos por cada 10 mil víctimas; lo que baja casi a la mitad en víctimas heterosexuales (mil 423 casos por cada 10 mil víctimas).
Esta forma de violencia se radicaliza en ciertas regiones del país. En Baja California y Zacatecas, por ejemplo, en prácticamente todos los casos de mujeres bisexuales, lesbianas y asexuales que han sido violadas, los perpetradores fueron parientes, en conjunto o además de otras personas.
En Baja California, de hecho, 40 por ciento de las mujeres no heterosexuales que han sido violadas por parientes distintos al padre, también fueron víctimas de sus papás.
En México, detalla la especialista Oriana López, “se practican muchas formas de violencia correctiva y esto ocurre porque el sistema asume que, si no eres heterosexual, es porque sufres alguna patología y que se puede curar, que se debe ‘corregir’; sin embargo, lo que realmente demuestra una conducta patológica en sí misma es incurrir en ese tipo de pensamiento”.