"Siempre quise ser como mi padre": Martín es sepulturero en el panteón de Pachuca

Martin entró a trabajar al panteón de Pachuca desde las 16 años primero limpiaba las tumbas y logro ascender para convertirse en sepulturero

Martín sabe que cuando muera alguien más lo sepultará. (Alejandro Reyes)
Alejandro Reyes
Pachuca /

Juan Martín reconoce que en un inicio le dio miedo. No recuerda cuál fue la primera persona que enterró. De lo que sí está seguro es que siempre quiso ser como su padre, sepulturero.

Comenzó a trabajar en el panteón municipal de Pachuca en 2002 en el área de mantenimiento, limpiaba las tumbas y sacaba la basura. En 2015 lo ascendieron a sepulturero, lleva ya nueve años enterrando cuerpos.

Juan Martín Reyes Monzalvo tiene 38 años de edad, es originario de San Bartolo, municipio de Pachuca y tiene tres hijos adolescentes. Entró a trabajar al panteón a los 16 años.

-¿Qué es lo que hace usted en el panteón?

-Destapar las tumbas, sacar los restos, exhumar, volver a meter la caja y enterrar los cuerpos.

-¿En todo este tiempo sabe cuántos cuerpos ha sepultado?

-No, eso sí no, al día hacemos un servicio, a veces tres, cuatro, cinco, a veces se nos carga el trabajo, a veces no tenemos nada y ahí se pierde la cuenta.

-¿Qué le dice su familia de su trabajo?

-Ya están acostumbrados.

Gajes del oficio

Hay pocas personas en el panteón municipal de Pachuca, le traen flores a sus muertos, cempasúchil, es medio día y el sol no tiene piedad.

Martín y tres hombres más cavan una fosa en la segunda sección del cementerio, con pico y pala le hacen una herida a la tierra y la colocan a un costado, un árbol los cubre del sol.

Antes de que entierre el cuerpo de un hombre dos horas más tarde Martín cuenta que en una ocasión en un servicio la tierra se reblandeció en la esquina de una fosa y cayó al fondo, encima del féretro.

“Se desbalagó la tierra y me fui para abajo en la fosa, caí de lado en la caja del muerto, son cosas que luego suceden”, recuerda el sepulturero. Después de lo sucedido continuó con el servicio y enterró a la persona fallecida.

En todo el tiempo que Martín lleva en el panteón municipal no ha visto algo paranormal, ni lo han asustado en medio de las tumbas, no ha tenido pesadillas y dice que tampoco se le ha subido el muerto al cuerpo mientras duerme. 

Los entierros

Martín, un hombre alto y de cuerpo grueso, trabaja de lunes a viernes de siete a tres de la tarde, en las mañanas, antes de salir camino al cementerio se encomienda a Dios para ir y regresar con bien a casa a lado de la familia.

En el panteón todos llaman a Martín por su apodo: el kiss. Cuenta que le dicen así desde el barrio, allá en San Bartolo, un cerro salpicado de casas, pero no sabe cuál es el origen de su sobrenombre.

La celebración de Día de muertos para él es un día normal de trabajo, atiende los servicios que se lleguen a tener, sin embargo, recuerda en la pandemia de covid-19 fue una temporada complicada, de mucho trabajo, de muchos muertos.

“Ahí sí estuvo duro, ahí sí había demasiado trabajo, había de ocho a nueve servicios al día, hasta diez, ahorita no, está normal, tranquilo, a veces hay un servicio, dos, tres o a veces no hay nada”, dice.

El panteón municipal de Pachuca tiene una extensión de 340 mil metros cuadrados, en él hay 44 mil tumbas divididas en dos secciones: 33 mil en zona de perpetuidad y 11 mil en el área de ampliación. No cuenta con espacio para enterrar a más personas. 

Sepulturero, como su padre

De niño Martín siempre quiso ser como su papá: sepulturero. Don José también trabajó en el panteón municipal de Pachuca cerca de 28 años entre las tumbas, falleció en el 2017.

“Yo veía cómo trabajaba, entré a mantenimiento, después tuve el gusto de trabajar con él de sepulturero como dos años, se me dieron las cosas y estoy orgulloso de haberme dejado en lo que hoy es mi trabajo”, cuenta a un costado de una tumba mientras los tres hombres siguen cavando la fosa.

A Martín su padre le daba consejos, le decía que cuidara su trabajo, que no faltara, que fuera puntual, que hiciera las cosas bien y esa ha sido su filosofía en todo el tiempo que lleva trabajando en el panteón.

-¿Cómo se siente con lo que hace?

-Contento, siempre vengo al trabajo a gusto, estoy contento con mi puesto, me gusta lo que hago.

-¿No le da miedo?

-No, bueno de principio cuando me pasé para acá sí me entró tantito miedo, pero con el transcurso de los años se acostumbra uno.

-¿Y al principio por qué le dio miedo?

-Porque decía cómo voy a sacar unos restos, qué va a pasar.

-¿Alguna vez ha visto restos humanos?

-Pues sí, uno que otro.

-¿Y qué ha visto?

-El esqueleto, lo que queda del cuerpo.

Los tres hombres terminan de cavar la fosa, está lista para recibir el féretro, para enterrar un cuerpo más. El sol no cede, arde sin piedad y el viento se ha tomado un descanso.

Martín sabe que algún día va a morir, que alguien más lo va a sepultar. Dice que cuando eso pase ya tiene un espacio en el panteón municipal, ahí junto a su padre, don José.

-Si Dios quiere ahí con él.

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