Acá hay muertos, son 87. Están debajo de una tierra árida y sedienta. Llevan más de cien años aquí, en una fosa. No hay una placa que indique que se encuentran en este lugar, solo una cruz que los recuerda y nada más.
La cruz de fierro, pintada de un café que la hace parecer oxidada, dice así: en memoria de los 87 mineros que fallecieron en la mina el Bordo, 10 de marzo de 1920-2021. Comunidad del Bordo.
El 10 de marzo de 1920 la mina el Bordo registró un incendio, se evacuó a los trabajadores pero no todos pudieron salir, 87 mineros perdieron la vida entre el fuego y siete sobrevivieron. Han pasado 103 años.
Integrantes de la Ruta Arqueológica Minera y colectivos de jóvenes impiden que lo sucedido hace un siglo se hunda en el olvido. Han organizado una caminata de Pachuca al barrio el Bordo para honrar la memoria de los mineros fallecidos.
Los 87 hombres no tuvieron un funeral ni los enterraron en el panteón municipal de Pachuca. Sus cuerpos terminaron en una fosa, cerca de la mina. Los jóvenes del colectivo les llevan flores blancas, las reparten entre las 35 personas que se han dado cita para la caminata y las dejarán en el sitio donde descansan sus restos.
Es sábado, 9:37 de la mañana, el sol ha desatado su furia y comienza el camino de las personas hacia el barrio el Bordo. Mujeres, hombres, jóvenes y adultos mayores enfilan hacia el Arbolito, recién nombrado Barrio Mágico.
Ahí se siguen por la calle de Galeana, dan vuelta a la izquierda en Reforma y después doblan a la derecha en Alexander Von Humboldt. Todo es subida. Termina el asfalto y comienza la terracería en el camino Real.
Hay que caminar a la orilla del cerro de San Cristóbal entre tierra suelta, en el trayecto se mira la Hacienda Loreto, la minera de San Juan Pachuca y se pasa junto la Hacienda de Beneficio de Patio San Buenaventura. Las personas caminan en grupo, otros en solitario bajo un sol que no tiene piedad.
Dos horas después de bordear los cerros en subida se llega al Centro Comunitario el Bordo. Hay que caminar unos cuántos minutos más y cruzar la carretera para llegar a la fosa donde están enterrados los mineros.
El lugar es un terreno enorme de tierra seca, un rectángulo de piedra delimita la fosa, al fondo hay un árbol y alrededor casas salpicadas entre los cerros. Es casi mediodía y nada detiene la furia del sol.
Las personas dejan las flores blancas junto a la cruz, un hombre coloca una corona de flores amarillas a un lado. Un día anterior, el viernes, se cumplieron 103 años del incendio de la mina el Bordo, hoy solo 35 personas recuerdan a los mineros.
-El pretexto para enterrarlos aquí fue de: va a haber una infección y todo mundo se va a contagiar, ese fue el pretexto para que no los enterraran en el panteón municipal de Pachuca-, dice Agustín Ventura, de la Ruta Arqueológica Minera.
-No se quiso hacer el cortejo fúnebre y aquí decidieron depositarlos en la fosa común-, completa Francisco García, habitante del Bordo.
-Las primeras que se dan cuenta que algo no estaba bien fueron las mujeres tras esperar a sus esposos en casa sin que éstos llegaran, se organizan para ir a la mina, ven el incendio y son las mujeres las que exigen que se abran los tiros para sacar a los sobrevivientes-, cuenta Salma Rebeca Cruz del colectivo de jóvenes.
Roberto Salinas Rivera, delegado del Bordo dice que el barrio tiene alrededor de 380 habitantes y que es el más pequeño de Pachuca, que todos trabajan en la ciudad, que acá hace falta pavimentar calles, también drenaje y que los jóvenes no saben la historia de los mineros fallecidos, que la fosa donde se encuentran enterrados solo la conocen como el panteón de los quemados.
La última parada de la caminata es el Centro Comunitario el Bordo, ahí las personas se hidratarán y probarán alimento. Todos se van, en la fosa, a un lado de la cruz solo quedan las flores blancas y la corona de flores amarillas. Pasa del mediodía y el sol es una bestia que lanza fuego sobre la tierra.
Frente a la fosa donde están enterrados los mineros, en el Centro Comunitario el Bordo, está el memorial dedicado a su recuerdo, construido por las autoridades municipales hace tres años.
El Centro Comunitario es así: hay una biblioteca con murales en sus paredes, un aula multiusos, una cancha de basquetbol, una asta sin bandera, dos baños, pinos, juegos para niños y el memorial.
El memorial son estructuras de metal rojas levantadas en lo alto con el nombre de los mineros y los siete sobrevivientes. De los 87 trabajadores que perdieron la vida 14 no fueron reconocidos y el memorial solo dice minero no reconocido.
En las estructuras están los nombres de Toribio, Cleofás, Bartolo, Teodoro, Melquiades, Eulalio, Cruz, Anastasio y el resto de los mineros fallecidos en el incendio.
También están los nombres, en estructuras de color gris, de los siete sobrevivientes: Filomeno, Fortino, Daniel, Salvador, Eulogio, Félix y Lucio. Justo frente al memorial, a varios metros lejos de ahí, está la fosa donde sus cuerpos quedaron enterrados. Solo las autoridades saben por qué el memorial quedó aquí y no allá.
En la biblioteca hay fotografías en blanco y negro de los directivos de la mina con trajes, corbatas, botas y sombrero; de mineros de un nivel mayor con equipo de protección y cascos; de los siete mineros que sobrevivieron al incendio vestidos con ropa de manta, descalzos.
Una última fotografía muestra la fosa, en ella hay mineros con sombrero, paliacates en el rostro y palas en las manos parados sobre cajones. Arriba de la fosa se ve a más mineros de pie y un cajón delante de ellos. Los cajones son los féretros. Todos posan para la cámara en la última morada de sus compañeros fallecidos. Allá en la fosa hay muertos, son 87.