La fila es larga, llega a la puerta de la Villita y alcanza una cuadra, las personas están formadas para entrar a la iglesia este día de la Virgen de Guadalupe. En el templo se celebra la misa con un aforo reducido debido a la pandemia del covid-19.
Las personas llevan entre sus brazos imágenes de la Virgen María, las abrazan antes de entrar a la Villita mientras esperan. Acá hay mujeres, hombres, niños, familias formadas para la tercera misa de este domingo 12 de diciembre, todos con cubrebocas. Las nubes han ocultado el sol y la mañana es fresca.
Hoy no hay peregrinaciones; no hay puestos, comerciantes, comida… Nada. La pandemia lo ha impedido, un virus que lleva más de un año ocho meses haciendo de la suyas. Este es el segundo año en el que se festeja a la Virgen de Guadalupe en la Villita sin que se reúnan las personas entre puestos y aglomeraciones.
Sin embargo, eso no ha impedido a las personas acercarse a la iglesia a la misa por la Virgen, pero hacen fila para entrar, para escuchar el sermón dedicado a la madre de Jesucristo.
Pasan de las diez de la mañana y las personas de la fila esperan a que termine la segunda misa del día en la Villita para entrar, los niños se impacientan, el frío arrecia y las nubes no ceden un paso al sol.
El padre en turno dice a las personas en la iglesia que les pasarán un sobre para que depositen ahí el diezmo, los invita a llevar un regalo para navidad a la iglesia el cual sugiere puede ser vino u hostias, le recuerda a la gente que la pandemia sigue por lo que deben de cuidarse y pide un aplauso para la Virgen, las personas obedecen, aplauden.
Las puertas de la Villita se cierran por dentro. Las personas siguen esperando en fila. Dos hombres abren la puerta del costado junto al atrio y salen los fieles de la segunda misa. Un par de sacerdotes rocían agua bendita a las imágenes de la Virgen que mujeres y hombres llevan en las manos.
La Villita ha quedado vacía; varias mujeres limpian con sanitizante las bancas desocupadas para la siguiente misa, para los que esperan afuera, en fila, en medio del frío, con sus imágenes de la Virgen en los brazos.
Una mujer acompañada de sus hijos y su nieta avanza de rodillas hacia el atrio. Lleva una imagen de la Virgen abrazada al pecho. Sus hijos la siguen a su lado, llega hasta el altar en silencio, se queda un momento arrodillada hasta ponerse de pie. Al final se toman fotos con su celular y salen del templo.
Un adulto mayor acompañado de una mujer abre las puertas de la Villita para la tercera misa. El hombre le coloca gel antibacterial a las personas y pasan de dos en dos a la iglesia, entran y se sientan en las bancas en las que hay cintas amarillas con las letras de precaución, en ellas hay espacio para una o dos personas.
Las mujeres y hombres se acomodan en los espacios libres. Entran de a poco. Dos mujeres cerca del atrio hacen oración, le piden a la Virgen por su familia, también le piden ayuda a su hijo Jesús en sus necesidades y calamidades; le piden paz y que la Virgen interceda por todos, le piden a Jesús que la pandemia se aleje del planeta.
Ambas mujeres terminan de orar y se santiguan frente a las imágenes de la Virgen de Guadalupe en el altar. Imágenes en las que la Virgen se le aparece a Juan Diego, el ayate con rosas frente a la Virgen y su imagen en el ayate frente a los sacerdotes.
Han pasado 490 años de la aparición de la Virgen en el cerro del Tepeyac y sus fieles la siguen recordando cada 12 de diciembre aún en pandemia. Entran las últimas personas a la Villita, se cierran las puertas; empieza la tercera misa del día y afuera sigue la fila de las personas, las campanas suenan y el frío no cede.