La vez que Timothy Shaddock se despidió de Bella, la perrita mestiza con la que naufragó tres meses en el Pacífico hasta que los rescataron, se prometió a sí mismo que un día volverían a encontrarse. Ese día llegó el viernes 18 de agosto en las instalaciones de Marindustrias Atún Tuny, durante una sesión fotográfica que se usará para un libro que narra historias de perros heroicos.
“Lo vio y sí lo reconoció, le movió la cola”, cuenta Genaro Rosales, pescador del atunero María Delia, la embarcación que rescató a Tim y a su mascota. “Él jugó con ella, pero Bella se venía conmigo, como que ya se acostumbró a mí, a la familia; tú sabes que un perrito necesita un hogar”.
Como se supo en su momento, Shaddock —que de un día para el otro dejó de ser exitoso en el ámbito tecnológico de Sídney para convertirse en un hombre libre y aventurero—, zarpó a principios de abril de La Paz, Baja California Sur, hacia la Polinesia Francesa.
A los pocos días, una tormenta le arrancó la vela al catamarán blanco, de nombre Aloha Toa, y el motor terminó por descomponerse. Sobrevivieron comiendo tiburón crudo y tomando agua de lluvia.
El 12 de julio, a casi dos mil kilómetros de tierra, los pilotos de un helicóptero avistaron al catamarán y a un hombre pidiendo auxilo. Los pilotos avisaron a la embarcación María Delia y los tripulantes fueron a su rescate. Rosales recuerda que a Bella la encontraron más sana que Shaddock. “Le curé la herida que traía en la axila y de ahí no se me despegó”, cuenta.
Shaddock dejó en México a Bella porque las restricciones en Australia le jugaron en contra. “No es que Tim no haya querido llevársela, él me la dio en adopción por el motivo de que ya no quería que sufriera”, cuenta Rosales. “Tim se la encontró en un cerro de Guanajuato, y me la dejó porque su mayor anhelo era encontrarle una familia”.
Por cuestiones de trabajo, Rosales vive temporalmente en Manzanillo, Colima, en una casa de la colonia 16 de Septiembre. Vive con su esposa Gladys y sus hijos Adolfo (13) y Gilmar (2), a quien más cuida Bella. “Lo cuida hasta cuando está dormido, se queda vigilando su sueño”, dice Gladys. “Luego mi hijo lo abraza y se quedan dormidos los dos”.
Ahora que Bella ya recibió atención veterinaria, que ya fue desparasitada y que ya fue vacunada, se sabe que tiene tres años de edad y que, en algún momento, de cachorra, tuvo moquillo o distemper canino, así que sobrevivió de milagro, como sobrevivió al naufragio.
“Pensábamos que el tic en su patita —la mueve cuando está durmiendo— era por lo que vivó en el mar, pero el veterinario ya nos dijo que no, que es una secuela de moquillo, y que ya no le avanzará más la enfermedad”, cuenta Rosales y dice que Bella ha ganado peso: “al día come un platón de croquetas y dos sobres de comida”.
Rosales platica que Bella no es de los perros que se exalta cuando otros le ladran. Eso sí: se arrima para jugar y ha encontrado que su debilidad es que le soben la panza. “Se tira al suelo en cuanto ve a una persona que le cae bien”, dice Rosales.
A Bella le falta un viaje más en barco: Rosales debe zarpar a Mazatlán, Sinaloa, donde vive la familia y donde los espera otra mascota: un pug carlino llamado Vicente.
LAFC