Ese sabroso estado de ensueño… disfrutar de eso llamado amor

Cuando alguien nos atrae empezamos por liberar dopamina, un neurotransmisor que provoca placer y euforia; luego llega la no menos divertida norepinefrina a acelerar latidos del corazón

Parejas de enamorados.
Alejandro Evaristo
Pachuca /

La Real Academia Española ofrece al menos 12 diferentes definiciones de eso que llaman amor. Por mencionar las primeras, se refieren a “un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”; “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”, “sentimiento de afecto inclinación y entrega a alguien o algo” y “tendencia a la unión sexual”.

En teoría, esas y otras definiciones ofrecen un esbozo del sentimiento en cuestión y son válidas. En la práctica, para algunos y algunas resulta un tanto difícil hacerse de los favores de su persona especial y deben recurrir a toda una serie de deidades, artilugios y demás para experimentar ese sabroso estado de ensueño que, según la ciencia, es solo resultado de una serie de combinaciones neuroquímicas.

No se explicará acá todo el proceso que envuelve la llamada “química del amor”, pero si le interesa profundizar, le sugerimos recurrir a la red de redes, donde sobran artículos, estudios y análisis sobre ello.

En este breve esbozo solo mencionaremos que, cuando alguien nos atrae, empezamos por liberar dopamina, la droga del amor, un neurotransmisor que provoca placer y euforia; también está la no menos divertida norepinefrina, responsable de acelerar los latidos del corazón, la elevación de la presión arterial y sí, también del sudor en las manos. Luego llega la feniletilamina, un compuesto que, combinado con los previamente mencionados, es responsable de provocar ese indescriptible sentimiento de euforia.

Luego llega la oxitocina, que nos permite u obliga a estrechar lazos con nuestra persona amada, y después llega la serotonina, que nos hace ser y estar felices solo por compartir tiempo y espacio con ese excepcional ser humano que nos ha conquistado.


Amarres

Los motivos que mueven a una persona a buscar los medios para obtener los favores sentimentales de alguien de su interés pueden ser múltiples y variados.

“El punto es cómo se consigue, qué hace, a quién recurre y, en especial, de qué se vale para cumplir con lo que algunos llaman deseos y para otros caprichos. Para eso hay rituales, conjuros, hechizos, maleficios, ‘trabajos’… los llamados ‘amarres’ pues. Desde dulces e inocuas oraciones hasta peticiones a oscuras fuerzas y/o deidades desconocidas para el común, sin olvidar muñecos y hasta sacrificios”.

Bajo el argumento de que “todos merecemos ser felices”, hay centenares de personas que ofrecen sus servicios para arreglar, atraer, capturar, apresar, mantener, devolver y encadenar, entre otros verbos cuyo fin práctico en estos casos podría resultar bastante cuestionable. Los precios más económicos parten desde 200 pesos y sus acciones oscilan desde atentas peticiones a arcángeles hasta el uso de magia negra, rituales africanos y sacrificios a entidades de extraños nombres para conseguirlo.

Peticiones religiosas

Ya lo dijeron en su afamadísima canción “El santo del amor” los amigos de Campeche Show: Ponle una velita al santo del amor/pídele un novio, pídele un novio/y en la misa ruégale al señor/pídele un novio, pídele un novio/Deja de llorar, no pierdas la paciencia/pídele un novio, pídele un novio/y a San Antonio ponlo de cabeza/pídele un novio, pídele un novio…

Más allá de la música y la innegable necesidad que escuchar este tema provoca en nuestras extremidades inferiores, el santo del amor es una realidad para las personas con gran apego al catolicismo.

Se trata de San Antonio de Padua, protector y benefactor de los enamorados, a quien hay que ofrecerle una oración para recibir sus bendiciones y su intercesión para conseguir el favor de la admirada persona deseada:

Tú que estás lleno de gloria, amor y de infinita bondad, te aclamo hoy a ti que eres bueno con todo aquel que necesita tu ayuda. Que eres piadoso con todo aquel que busca la felicidad de tener un amor ideal a su lado. Tú que estás lleno de amor te imploro que puedas concederme la dicha y la felicidad de poder concentrar el amor que me acompañará siempre. Te suplico encontrar a esa persona ideal, mi otra mitad, el complemento a mi vida, la pieza que me falta para armar mi mundo…

La oración en comento es muy, muy, muy larga para colocarla completa, por eso le sugerimos que la busque en internet, la encontrará sí o sí, aunque hay varias versiones y fines para ella, todas van a lo mismo: ¡una pareja por el amor de Dios!

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