El incendio de un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Tlahuelilpan registrado el 18 de enero de 2019 generó desintegración por la pérdida de algunos jefes de familia, como el caso de Amanda, quien dejó seis hijos en orfandad por el percance.
La tarde de aquel día Amanda Martínez Pérez, de 30 años de edad y originaria de Tezontepec de Aldama, se enteró sobre el derrame de combustible y le dijo a su suegro, de oficio soldador, que acudieran al punto para recolectar gasolina a fin de llenar un garrafón para abastecer la motocicleta que utilizaba él para acudir a su trabajo, pues en esos días había escasez del hidrocarburo por la decisión del presidente Andrés López de cerrar los ductos para combatir el “huachicoleo”.
Apenas unos minutos después de llegar al lugar el combustible derramado junto a la toma clandestina se incendió, matando inmediatamente a decenas de personas, entre ellas Amanda; su suegro, quien no se acercó antes al lugar por el vómito que le provocó el aroma a combustible, ingresó a buscarla, pero no la halló.
Amanda no estaba casada con su entonces pareja, pero tenían algunos años de relación, aunque sin hijos producto de esta unión. Al morir Amanda sus hijos siguieron al cuidado de la abuela materna, pero poco después de un año ella murió, quedando a la deriva los menores.
La pareja de Amanda tuvo problemas de adicción y desde entonces se encuentra en tratamiento. Los que fueran suegros de Amanda se hicieron cargo de la niña más pequeña, quien entonces tenía nueve años y con la que convivían constantemente pues ella la llevaba seguido a su casa; los demás hijos también convivían con ellos, pero muy poco, y el contacto se ha perdido gradualmente.
A la adolescente le proporcionaron ayuda psicológica, puesto que gran parte del tiempo se la pasaba llorando por la ausencia de su madre y su abuela, y ahora le brindan educación, la cual cursa en una escuela secundaria. Los demás hijos de Amanda, ya jóvenes, trabajan y se sostienen por su cuenta o con apoyo de familiares de su mamá.
Luis Hernández Porras acudió desde Tezontepec junto con su esposa María Luisa a la zona cero para colocar una base de cemento a la cruz de la que fuera su nuera para que no se pierda su recuerdo en este sitio.
En este sentido, María Luisa señala que solo acude a San Primitivo cada año, toda vez que ello les genera una gran tristeza por aquel siniestro que devastó a su familia y la de su nuera, a quien le colocan flores y por la que piden en las misas que se realizan.
Su estancia en el sitio es dolorosa, les produce melancolía al recordar el drama que vivieron aquel día cuando tuvieron que acudir a la zona del desastre para tratar de identificar los restos de su nuera. Asimismo, dice recordar con dolor que aquella noche y los días posteriores vivieron un calvario para realizar los trámites por el fallecimiento de Amanda, padecieron mucho y todos esos recuerdos traumáticos les provocan incomodidad, pero sobre todo sentimiento de dolor.
Al no ser familiares directos de Amanda no tuvieron acceso a la información sobre el respaldo que pudieron recibir sus hijos, no obstante, señalan que de acuerdo con muchos deudos, los apoyos gubernamentales que recibieron para superar el incidente fueron menores e insuficientes.
A cinco años del incendio tampoco se ha concretado el proyecto del mausoleo que pretendían construir los familiares de las personas fallecidas; Petróleos Mexicanos donó el predio al municipio para que se conserven las capillas construidas ahí por los familiares, no obstante, les advirtió que no pueden construir otra obra ni darle otro uso, pues es zona de riesgo al tratarse de un cruce de ductos.