Zapatero a tus zapatos, dice el viejo dicho, y don Luis Cabrera Contreras lo cumplió al pie de la letra: a los 10 años entró a trabajar como aprendiz, y hoy, 60 años después, persevera en el oficio.
Don Luis busca que su oficio prevalezca, aunque sabe que ya quedan pocos que sepan hacer zapatos de manera artesanal.
En su taller de reparación de calzado, sobre la avenida Aztlán, en la colonia Valle de Santa Lucía, lo mismo crea un zapato, que resucita cualquier tipo de calzado.
“Antes trabajábamos a base de pura pinza y martillo, e íbamos haciendo zapatos que se podían heredar. La gente nada más le compraba al niño mayor, porque éste se los pasaba al siguiente, y así todos los usaban y los zapatos nunca se acababan”, recuerda.
Don Luis cuenta que hacía mandados y un día pasó por un taller de zapatos, se asomó, le gustó y pidió trabajo.
“Nunca he trabajado en otra cosa, desde que tenía unos diez años andaba haciendo un mandado, pasé por el taller y me asomé. Me gustó tanto que pedí trabajo, y empecé. Ya llevo 60 años trabajando siempre en lo mismo”.
Antes fabricaba calzado, pero con el libre comercio, los chinos acapararon el mercado, y ante la falta de capital se dedicó a reparar zapatos, en el mismo local donde el mes entrante cumplirá 47 años de trabajar.
“Hay mucho trabajo, porque el zapato, cuando viene de fábrica, no trae la costura, y la gente viene para que refuerce o traen para que les ponga suela; aquí le ponemos una hecha en México, que dura mucho. Los dejamos como nuevos”.
En el lugar hay zapatos por todos lados, unos esperando entrar a cirugía, y otros esperando a sus dueños para recorrer con ellos nuevos caminos.
Las máquinas donde cose tienen mil historias y quizás más de cien años de estar funcionando como nuevas. Ellas prevalecerán varias generaciones, pero don Luis sabe que el oficio de zapatero ha ido muriendo despacio, y él es uno de los últimos.
“El oficio se está perdiendo, ya pocos saben hacer zapatos, y va a llegar el día en que no haya zapateros”.
En su taller, lo mismo horma un zapato para que se amolde al pie de su dueño, que lo refuerza con costura o le pone suelas nuevas. Todo el calzado sale limpio y boleado, como nuevo. Porque para él, más que un oficio, el arte de reparar zapatos es como un apostolado. Es darle nueva vida esos compañeros incansables en el viaje de la vida: nuestros zapatos.
Zapatero a tus zapatos, dice el viejo dicho, y don Luis Cabrera Contreras lo cumplió al pie de la letra: a los 10 años entró a trabajar como aprendiz, y hoy, 60 años después, persevera en el oficio.