Durante varias semanas, los adolescentes que fueron reclutados con la ayuda de influencers de Instagram, respondieron tres veces al día a un cuestionario sobre sus interacciones sociales. En cada ocasión, más de 50 por ciento afirmó que no había hablado con nadie en la última hora, ni en persona ni por internet.
Dicho de otro modo, aunque los adolescentes estaban de vacaciones del colegio y pasaban mucho tiempo en las aplicaciones de las redes sociales, la mayoría de ellos no socializaban en absoluto.
Los estadunidenses pasan ahora más tiempo solos, tienen menos amistades íntimas y se sienten más desvinculados socialmente de sus comunidades que hace 20 años. Uno de cada dos adultos afirma experimentar soledad, que lleva a la angustia fisiológica que sufren las personas por el aislamiento social.
Vivek Murthy, cirujano general de Estados Unidos, declaró que la soledad es una epidemia a finales del año pasado.
Desde entonces, estudiosos y psicólogos han acelerado la investigación sobre si la tecnología contribuye a ello. El auge de los teléfonos inteligentes y las aplicaciones de redes sociales ha cambiado para siempre las normas sociales sobre cómo nos comunicamos. Las interacciones más personales, como las llamadas telefónicas, han sido sustituidas por los mensajes de texto. Cuando la gente transmite sus vidas en TikTok e Instagram, puede que no se estén representando de forma genuina.
“Es difícil saber quién está siendo auténtico en internet, a la gente le cuesta ser ella misma en línea y eso es una receta para la soledad”, comentó Murthy en entrevista. Dijo que llegó a la conclusión de que la soledad se había convertido en una epidemia tras revisar estudios científicos y hablar con estudiantes universitarios el año pasado.
!Me adentré en una madriguera de conejo durante los últimos meses leyendo artículos de investigación y entrevistando a académicos sobre la tecnología y la soledad!. (Muchos estudios se centraban en cómo utilizaban la tecnología los más jóvenes, pero sus conclusiones seguían siendo relevantes para los adultos mayores que utilizaban la misma tecnología).
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El consenso entre los académicos era claro: aunque había pocas pruebas de que la tecnología hiciera directamente que la gente se sintiera sola (muchas personas sanas y socialmente conectadas utilizan mucha tecnología), existía una fuerte correlación entre ambas, lo que significaba que los que decían sentirse solos podían estar utilizando la tecnología de forma poco saludable.
La correlación tenía su origen en tres comportamientos principales: aplicaciones de redes sociales como Instagram; muchos cayeron en la trampa de compararse con los demás y sentir que se quedaban atrás respecto a sus compañeros. Los mensajes de texto, por mucho la forma más popular de comunicación digital, podrían estar creando una barrera a la conexión auténtica. Y, quizá no resulte sorprendente, algunas personas que se sentían solas también mostraban personalidades adictivas —en este caso, a los videos de transmisión en continuo que las mantenían encerradas—.
El peligro de las comparaciones
Uno de los esfuerzos de investigación más exhaustivos sobre tecnología y soledad hasta la fecha, dirigido por Marciano y sus colegas, fue una revisión que agregaba datos de 30 estudios publicados durante la pandemia que exploraban el uso de la tecnología y la salud mental de los adolescentes. La mayoría de los estudios descubrieron que las redes sociales estaban relacionadas con la soledad, concretamente cuando las personas hacían comparaciones desfavorables de sí mismas con otra gente en línea.
Tanto dentro como fuera de internet, las personas se comparan de forma natural con los demás, un comportamiento que los psicólogos llaman “comparaciones sociales”, que se manifiestan de formas distintas. Una podría ser contar el número de “me gusta”, comentarios y reenvíos que obtienen las publicaciones en comparación con las de los amigos. Podría ser comparar el cuerpo con el de una influencer de belleza o aptitud física.
Para los padres, podría ser controlar el desarrollo de su recién nacido en comparación con el de otros bebés. Cuando la gente siente que va por detrás de los demás en la vida, puede aislarse.
Las comparaciones sociales no siempre son malas. En el ámbito académico y laboral, por ejemplo, muchos estudios anteriores han demostrado que compararse con otras personas de alto rendimiento puede motivar a realizar un trabajo de alta calidad. Así que la solución no consiste simplemente en dejar de compararnos con los demás en internet, afirmó Chia-chen Yang, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Estatal de Oklahoma.
Yang dirigió un estudio en 2018 en el que se encuestó a casi 220 estudiantes universitarios de primer año sobre lo que les gustaba y lo que no cuando utilizaban aplicaciones como Instagram, Facebook y Twitter. El estudio concluyó que las interacciones que causaban más angustia eran las comparaciones de naturaleza sentenciosa que evocaban envidia, en las que la gente veía a los demás como más populares, más divertidos o más guapos.
Las redes sociales despertaron sentimientos más positivos entre los estudiantes que navegaban por las publicaciones de personas que compartían información útil en internet. Eso podría incluir a un amigo que publica sobre la obtención de una beca o una gran oferta en un auto usado, inspirándole a tomar decisiones similares.
“No tengo que ver a otras personas como enemigos; puedo verlas como informadores de mi vida —señaló Yang—. Ese tipo de comparación no es perjudicial”.
Demasiados mensajes de texto
Decenas de estudios han arrojado que las comunicaciones digitales individuales, incluidos los mensajes, las llamadas telefónicas y las videollamadas, se asocian con los efectos más positivos para la salud mental, incluida la disminución de la sensación de soledad. Pero una dependencia excesiva de los mensajes de texto, que hace muchos años sustituyeron a las llamadas telefónicas como método de comunicación más utilizado en los teléfonos, podría contribuir a la soledad si las personas no se conectan realmente.
Una abrumadora mayoría de adolescentes se comunica principalmente a través de mensajes de texto, y también han declarado sentirse conectados con otros cuando estaban en “la misma onda”, según la investigación de Marciano. También dijeron que algunas interacciones de texto —como que un amigo tarde mucho en responder a un mensaje— avivaba la ansiedad y el sentimiento de soledad.
Además, muy pocos adolescentes —alrededor de 2 por ciento— utilizaban las videollamadas, dijo Marciano. Ahí radica un problema potencial. Es difícil imaginar cómo la gente podría percibir las vibraciones y la autenticidad a través de mensajes escritos que carecen del contexto y las señales sociales de las interacciones cara a cara.
“¿Cómo puedes sentirte en la misma frecuencia con alguien si no te comunicas adecuadamente?”, preguntó Marciano.
No poder parar de ver
Durante la pandemia, los investigadores también se enfocaron en saber si el binge-watching —ver programas seguidos durante largos periodos de tiempo—, estaba relacionado con la soledad. Una revisión académica de múltiples estudios concluyó que los adultos que se daban atracones de programas tendían a experimentar depresión, ansiedad y, hasta cierto punto, soledad.
Marc Potenza, profesor de Yale y experto en adicciones que trabajó en la revisión, dijo que, aunque los estudios sobre el binge-watching se centran en aplicaciones de transmisión en continuo como Netflix, era importante tener en cuenta que otros tipos de aplicaciones, como TikTok y Reels de Instagram, fomentaban un tipo similar de visionado infinito.
Las personas con problemas de salud mental pueden darse atracones como mecanismo de afrontamiento del estrés y otras emociones negativas, afirmó Potenza. También hay consecuencias obvias para la salud física que pueden perjudicar la salud mental: ser sedentario durante demasiado tiempo, perder horas de sueño y no salir para relacionarse con los demás.
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