Aunque el desarrollo del cerebro se forma durante el proceso embrionario y continúa después de nacer, la estimulación oportuna contribuye a potenciar al máximo las habilidades físicas, mentales y psicosociales de tu hijo.
Este tipo de estimulación también favorece el establecimiento de cinco funciones principales del ser humano: motricidad fina y gruesa; lenguaje, personal y social, los cuales le permitirán al pequeñito tener un desarrollo biológico, psicológico y social adecuado, explica la doctora Miriam Edith Jiménez González, neuróloga pediatra certificada por el Consejo Mexicano de Neurología y que es miembro de la Sociedad Mexicana de Neurología Pediátrica.
Para todos
Estas prácticas repetitivas, continuas y sistematizadas están recomendados para bebés recién nacidos y niños de hasta seis años de edad, según la especialista. Aunque algunos programas de estimulación deberían realizarse de los cero a los cuatro años de edad, Jiménez González sugiere extenderla hasta los seis, cuando completa un periodo del neurodesarrollo llamado sinaptización.
Hasta hace algunos años, llevar a los bebés a clases de estimulación temprana era una moda, pues las mamás “compraban el concepto de que estas sesiones los volverían más inteligentes y que sobresaldrían del resto”, dice la maestra Ana Paulina Flores Contreras, especialista en desarrollo infantil desde la psicología evolutiva.
“La realidad –continúa– es que no se trata de un programa de actividades para que el bebé avance más allá de su edad o sea más inteligente. Estimularlo de manera oportuna significa darle las condiciones, interacciones, ritmos, sonidos y actividades en las dosis justas, para que pueda desarrollarse adecuadamente, según la etapa en la que está y desarrolle sus capacidades al máximo”.
Por otro lado, este tipo de estimulación es un gran recurso para que la mamá se vincule con su hijo. Y si, además, se hace en un espacio con otras mamás, se tejen redes y dinámicas benéficas para una crianza positiva, dice la maestra Flores Contreras.
Exceso de estímulos
La sobreestimulación aparece cuando fuerzas a tu pequeñito a que realice una actividad sin respetar sus ritmos, necesidades y tiempos de descanso.
Cuando lo cargas de estímulos o no tienes la sensibilidad de ver que algo de lo que estás haciendo le molesta, tu bebé se sentirá nervioso y hasta ansioso. “La prioridad en su desarrollo es el proceso, no los resultados que obtenga”, dice la maestra Ana Paulina Flores, de lo contrario, en lugar de ayudarlo a potenciar sus habilidades, podríamos dañarlo a nivel neurológico, afectivo, cognitivo y motivacional.